Turismo en Martos

La Candonga 05/03/2011

Cortijo de la Candonga. Se nos había olvidado. La aplazamos el año pasado. Ahora toca sumergirnos en nuestro Martos, en nuestro inmenso paisaje de olivos. Necesitamos discriminar. Olivos y más olivos. Pero olivos diferentes. En este caso OLIVOS SINGULARES.


Nos resuena: árboles, olivos singulares. Y nos preguntamos dónde reside su singularidad. Los diferentes libros editados nos informan de los criterios de singularidad. Por qué un árbol, en nuestro caso un olivo, puede ser considerado singular. Puede ser singular por:

· Su tamaño: mayor de 10 m de altura; con más de 13 m de ancho de copa, con más de 3,5 m de tronco a la altura de 1,3.
· Su edad. Superior a 300 años.
· Su producción: superior a 800 kilos.
· Su estética.
· Su historia.

En Martos tenemos varios olivos singulares: LA ESTACA GRANDE, EL ESTACON DEL CHINCHE Y LOS OLIVOS DE LA CANDONGA.

Estos son tres. En la fotografía aérea aparecen tres enormes manchas, destacadas de las manchitas de los olivos contiguos. Los olivos de la Candonga nos esperan silenciosos para cobijarnos y darnos descanso de tan larga caminata. Sencillos nos muestran su enorme altura, su volumen de copa, sus abultados pies.

Ellos no nos hablan, si no es con su viva presencia. Pero sabemos que pertenecen a la finca del Cortijo de la Candonga. Finca que tiene una superficie de 160 hectáreas, todas bajo una linde. Su propietaria es la firma Casa Fernández Saro, Varonesa de Alcaudete. Que esta firma tiene otras amplias propiedades en La Bobadilla, en Alcaudete. Que son los propietarios del Molino de las Torres, contiguo a la carretera, ubicado a pocos metros del Río Sanjuan.

Propiedades que se reciben por herencia, generación tras generación. Propiedades y títulos que nos informan de la historia latifundista de Andalucía. Propiedades que fomentan también la herencia en su propia administración. El actual administrador de estas fincas, Juan A. Vallejo, pertenece a la tercera generación, al servicio de las mismas.

Él me informa que el cortijo La Candonga era cerealista. Hecho que podemos comprobar al observar la enorme era que se encuentra en la delantera del cortijo. Hace unos 120 años la finca se puso de olivar. Entre los miles de olivos hubo tres, caprichosos, que crecían con mayor vigor. Y alguien decidió, después de la Guerra Civil, dejar de podarlos. Era una prueba, un experimento. Un capricho del olivicultor. Un reto de libertad para estos árboles. Y fruto de esta decisión es su presencia actual.

Estos olivos han sido objeto de interés por diversas cadenas de televisión. Por naturalistas. Sabemos que Manuel Toharia los ha visitado. Están incluidos en el libro Olivos monumentales de España.

También en el Catálogo de olivos singulares de Andalucía.

Realidad de nuestro municipio que nos permite superar el valor estrictamente económico, productivo de nuestro olivar. Realidad que nos ayuda a valorar los aspectos culturales, la dimensión paisajística. Su valor como recurso turístico. Su valor como bosque humanizado. Su riqueza como una cultura propia unida a los usos, costumbres, estilos de gestión, lenguaje, amplío vocabulario.

Estética gozosa que aloja mil historias. Incluso de los duendes del olivar, familia peñoliva. Pero esta es otra historia, para otro momento.