Historia
LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS
Los pueblos en los que vivimos, en los que diariamente discurre nuestra existencia, se van configurando a lo largo de los siglos como si fuesen un ser orgánico, siendo el resultado de la interacción entre un medio natural de características particulares, según su situación y constitución geográfica, y la aportación continuada de las distintas culturas que sobre él se han asentado.
El resultado es una composición física determinada, mostrando cada uno de ellos su propia identidad, que es lo que verdaderamente le confiere su singularidad y belleza.
Martos está íntimamente ligado a la Peña, cuya cima alcanza los 1.003 m. de altitud; siendo elemento teutónico que, desde la antigüedad, ha propiciado el asentamiento humano gracias a las condiciones favorables que ofrece: de ella surgen manantiales de agua que han llegado hasta nosotros, tales como el Sapillo, los Charcones...; unido a un clima y a una tierra favorables que permitieron, desde los primeros tiempos, que el hombre encontrara en ella un lugar privilegiado; siendo además, una verdadera fortaleza natural, ofreciendo una estratégica situación, muy favorable para la defensa y el control del territorio.
La Peña es, por lo tanto, el elemento protagonista y configurador del pueblo de Martos, creador de una imagen con carácter e identidad propia, confundiéndose en los textos antiguos Martos y la Peña como uno solo. En torno a la Peña se irán asentando grupos de población desde los tiempos más remotos, buscando la posibilidad de dominar la Campiña. Los sucesivos pueblos que la fueron ocupando construyeron en ella nuevas fortificaciones que reforzarían el ya natural y propio carácter de defensa que ella ofrece.
Los asentamientos más antiguos de los que se tiene noticias pertenecen a la Prehistoria. Salvo restos de material lítico encontrado en los alrededores de Martos procedentes del Paleolítico, las manifestaciones más antiguas, documentadas, pertenecen al Neolítico, período en el que se inicia el proceso de sedentarización.
En torno al año 3000 a.C. se desarrolla un importante asentamiento que ocuparía una amplia superficie, que incluiría el sitio excavado en el Polideportivo, junto con otros colindantes de la misma cronología y en la misma zona, en torno al arroyo de la Fuente de la Villa, como son El Molinillo, Huertas Viejas y La Alberquilla.
Se trata de estructuras subterráneas excavadas, con un trazado en planta de tendencia circular. En general el fondo suele ser plano y coincide con el mayor diámetro de la estructura. Algunas de estas cabañas alcanzan un diámetro en sus bases superior a los 2`60 metros, y en su interior aparecen bancos corridos de piedra, compartimentaciones y en el centro un hoyo de poste junto al que suelen aparecer cúmulos de ceniza que se identifican con hogares. En general se trata de estructuras de hábitat, almacenaje, transformación de materia prima y alimentos, funerarias y defensivas que se sitúan en un horizonte de transición del IV hasta comienzos del III milenio, en un periodo cultural que podemos definir como Neolítico Final.
El proceso que sigue en la fase inmediatamente posterior, durante el período que se extiende a lo largo del tercer milenio y los inicios del segundo milenio, llevará a la consolidación de la sedentarización y del modelo de agricultura cerealista en la Campiña de Jaén. Paralelamente se producirá el desarrollo de la minería y de la metalurgia del cobre. Aunque en el término de Martos son pocos los asentamientos documentados para estos momentos, podemos destacar La Nava, en la carretera de Santiago de Calatrava, en una zona con un potencial agrícola muy importante, basado fundamentalmente en el cereal, aunque el carácter ganadero seguiría siendo importante. También de este momento sería Piedras de Cobos, a unos siete kilómetros de Martos en la carretera de La Carrasca. Aquí los restos son escasos y se ha identificado como un posible asentamiento de pastores donde pasaban períodos cortos de tiempo. Así mismo, se ha documentado ocupación de esta época en la Atalaya de Martos, y se conoce la existencia de otros sitios muy cerca de Martos, como la Sierrezuela de Santo Nicasio, o el Cortijo de Tafú en la carretera de Monte Lope Álvarez.
A partir del segundo cuarto del segundo milenio a.C., estas sociedades agrícolas van a sufrir un profundo proceso de cambio, se asimilarán nuevos elementos que desde inicios del segundo milenio definen la cultura argárica. La sociedad argárica y en general todo el Bronce Pleno del sureste se caracterizó por una gran complejidad en su articulación interna. Los poblados se situarán normalmente en laderas, aprovechando las terrazas naturales o bien construyéndolas artificialmente. En cerámica predominan las formas cerradas, sobre todo vasos y copas. En las armas predominan los puñales, espadas y alabardas, que aparecerán en los enterramientos de los grupos sociales más destacados. Se sustituye el enterramiento colectivo en necrópolis situadas a extramuros de los poblados por sepulturas individuales localizadas en el interior del área de habitación, donde se colocan los cuerpos flexionados acompañados por su ajuar.
En la zona de Martos los investigadores hablan de grupos de pastores que recorren todo el suroeste, es decir, las sierras de la Caracolera, Ahillo y Fuensanta, y nunca abandonan el pie de monte. Existe con claridad un asentamiento típico del bronce pleno en el sitio denominado Torrevíboras. Allí se observan restos de construcciones en las pendientes y varias tumbas: una fosa excavada cubierta por grandes lajas, una gran pseudocista cerrada por dos grandes losas, y tres cistas. Otras necrópolis similares son la de Las Provincias y la del Cerro Jurel, esta última con dos tumbas, una fosa cubierta por lajas y una cista con el fondo pavimentado también a base de lajas. De este momento es la primera ocupación del Cerro de San Cristóbal de Las Casillas de Martos, y del Cerro del Alamillo. (Estudios de J.M. Crespo García, sobre el pasado prehistórico en la comarca de Martos).
EL PERÍODO IBÉRICO : TUCCI, LA CIUDAD IBÉRICA
A partir del siglo V a.C., aproximadamente, comienzan a organizarse de forma generalizada los asentamientos en nuestra provincia, muy en especial en Martos. Se produce un proceso de concentración de la población que conduce a las primeras unidades protourbanas. La cultura ibérica presentará cambios muy significativos respecto a las etapas anteriores. El territorio ibérico en los siglos V-IV a.C. se caracterizará por un proceso de concentración de la población en núcleos fortificados, los oppida. Se realiza cerámica a torno, con una amplia variedad de formas; cambia el ritual funerario: los restos se incineran y las cenizas se introducen en una urna que se entierra en una necrópolis en una zona próxima al asentamiento. Es así como nuestra ciudad se convierte en la antigua Tucci de los iberos, situada en el área de influencia de Obulco (Porcuna). Los pueblos ibéricos, en lo que hoy constituye la provincia de Jaén, no formaban una unidad. Los autores antiguos hablaban de tres focos diferentes: Oretania, situada al norte del Guadalquivir y cuya ciudad más importante era Cástulo, cerca de Linares; Turdetania, que ocupaba toda la zona de la campiña y tenía como enclaves más destacados Obulco (Porcuna) y Tucci (Martos); y Bastetania, que se situaba en la zona del sureste de la provincia y cuyo yacimiento más importante es Toya, en Peal de Becerro. Tucci fue ya a partir del siglo V a.C. una compleja ciudad ibérica, uno de los modelos que conforman el complejo organigrama socio-político, económico y cultural del mundo turdetano. Tenemos noticia de su existencia e importancia no sólo a través de la gran cantidad de restos arqueológicos encontrados, sino también a través del testimonio de historiadores y eruditos que ya desde el siglo II a.C. hablan en sus obras de la ciudad de Tucci: Appiano Alejandrino, Diodoro de Sicilia, Estrabón, Plinio, Ptolomeo, etc. Todos ellos dan testimonio de su existencia, y aunque todavía no se ha encontrado una explicación definitiva a la etimología del nombre "Tucci", se cree que hace referencia al asentamiento en un lugar concreto. Este nombre se seguirá utilizando aún en época romana, como atestiguan las fuentes epigráficas y numismáticas.
Los pueblos ibéricos se organizaban en pequeñas ciudades, elevadas en lugares estratégicos, llamadas "oppida", rodeando con una muralla todo el núcleo habitado, o bien las zonas cuya defensa fuera más difícil. El poblamiento se situaba por regla general en las partes más altas de los cerros, en las zonas de más difícil acceso ante un posible ataque enemigo. La ciudad ibérica de Tucci estaría asentada en la parte más alta que ocupa la población de Martos hoy, contando con las fuertes barreras defensivas naturales que le proporciona la Peña, así como con barreras artificiales que podemos ver hoy en los restos de muralla que se han conservado. De esta manera, en caso de sufrir algún ataque, podían guarecerse fácilmente. Por lo que la zona tradicionalmente situada entre la plaza de Santa Marta y la calle Ogazonas Altas, con las primeras estribaciones de La Peña podría ser el espacio adecuado para situar la ciudad ibérica.
En torno a la Peña se han encontrado dos importantes necrópolis: la necrópolis del Sapillo y la necrópolis de Santa Isabel, documentadas por el padre Alejandro Recio. La necrópolis del Sapillo se localizó en 1955 como consecuencia de unos corrimientos de tierras en el camino que sale desde la calle Puerta del Sol, que dejaron al descubierto una serie de estructuras funerarias, correspondientes a una necrópolis de incineración. La necrópolis de Santa Isabel se descubrió en 1956 con motivo de la realización de algunos trabajos en el subsuelo, en la fábrica de cerámica Santa Isabel, junto a la carretera de La Fuensanta. En estas necrópolis se han encontrado gran cantidad de piezas arqueológicas, muchas de ellas conservadas en la Colección Arqueológica del Colegio de San Antonio de Padua. Destacan dos fragmentos de materiales de construcción, una ménsula de piedra arenisca decorada con modillones y un capitel de pilastra decorado con liras contrapuestas y palmetas; urnas de cerámica y de piedra donde se guardaban las cenizas de los muertos, objetos que muestran el dominio de las técnicas metalúrgicas como armas (falcatas) y elementos de vestuario como broches y fíbulas, recipientes cerámicos (platos, vasos...) decorados con líneas y círculos, figurillas votivas en bronce y barro, etc.
Entre las necrópolis ibéricas localizadas en los alrededores de Martos destaca la de La Loma de Peinado, en Las Casillas de Martos, que fue fechada en el siglo IV a.C., y los yacimientos de La Bobadilla. La norma, en estos espacios funerarios, es la distribución de ajuares con importaciones griegas y la homogenización del ritual alrededor de la cremación y la ceremonia del vino, el simposium.
Este horizonte cultural se consolida durante los siglos V, IV y III, y se extiende a lo largo de la Campiña Alta de Martos. Así, desde su límite por el sur, con asentamientos como Las Casillas, hacia el norte se localizan varios sitios que pueden calificarse de oppida por la existencia de fortificaciones que delimitan un espacio de tamaño mediano o grande como La Nava, Miguelico, Torrebenzalá, Fuerte del Rey o el propio Martos.
La base económica de estas poblaciones es fundamentalmente cerealista, y la diferencia de los ajuares nos permite apreciar la existencia de una sociedad ya plenamente jerarquizada.
MARTOS EN ÉPOCA ROMANA : COLONIA AUGUSTA GEMELA
Los enfrentamientos entre Roma y Cartago, por el control de las rutas comerciales del Mediterráneo occidental, tuvieron como consecuencia la presencia de Roma en Hispania. En el siglo II a.C. se inicia el proceso de romanización, a partir del cual la población indígena asimila no sólo las formas culturales romanas sino, sobre todo, el modelo económico y social de los vencedores.
La antigua ciudad ibérica de Tucci no permanecerá al margen de la dominación romana, siendo convertida junto con otras nuevas ciudades de la Bética en colonia. Las colonias eran generalmente ciudades fundadas por los romanos con la finalidad de asentar el contingente demográfico que en Roma había quedado desposeído de la tierra, y se organizaban según el modelo de ciudad de Roma.
La colonización de la ciudad de Tucci tuvo lugar en época imperial romana, bajo el mandato de Octavio Augusto, otorgándole el título de Colonia Augusta Gemella. Este nombre sigue la costumbre del "tria nomina" de la onomástica romana: el "praenomen" de Colonia, por ser en realidad habitada por los romanos; el "nomen" de Augusta, tomado de su fundador; y el "cognomen" o sobrenombre de Gemella, siendo éste el que más polémica ha suscitado sobre su significado, aunque se cree que pudo deberse a que la colonia estuviese formada por dos o tres cascos urbanos, que podrían haber sido los actuales pueblos de Jamilena o Torredonjimeno (padre Alejandro Recio).
La colonia se funda sobre un punto elevado en la falda de la Peña, probablemente en las proximidades del antiguo oppidum indígena. El hecho de que colonos e indígenas convivieron estrechamente se desprende de los elementos arqueológicos encontrados en los yacimientos, donde se aprecia como se mezclan técnicas ibéricas y romanas. La ciudad se extendería en el espacio menos escarpado y delimitado entre el arroyo de la Fuente de la Villa y otro arroyo menor que nace al sur de La Peña y desemboca en el primero a la altura del Polideportivo. La zona más llana corresponde a la actual plaza de Santa Marta donde se instaló el foro municipal. De esta localización no nos cabe duda por la abundancia de manifestaciones arqueológicas, epigráficas e históricas.
A través de los restos arqueológicos encontrados y de las descripciones de historiadores podemos conocer gran parte del esplendor de la Colonia Augusta Gemella y de la situación de algunos de sus templos, edificios, murallas, etc. Entre las descripciones más interesantes está la obra de Diego de Villalta, "Historia y antigüedades de la Peña de Martos", escrita entre 1579 y 1582: "... bien parecen las señales y rastros que quedaron en este templo de Hércules pues se halla en un estado debajo de tierra en la misma iglesia de Santa Marta y en su cementerio, y en toda la plaza de esta villa que es harto grande y está junto con el mismo cementerio, todo este espacio de campo losado de piedras negras cuadradas de labor excelente y juntura tan maravillosa que parecen ser todas de una pieza y en muchas de ellas que al parecer se han descubierto y sacado para otros edificios se ven grandes pedazos de plomo derretido asido entre las mismas losas, como garras para tener estatuas, que debieron estar puestas en el campo que delante del templo de Hércules tan curiosamente estaba labrado..." (Pág. 48-49).
También nos describe la importancia de la ciudad en estos términos: "... Y así de esta provincia de España, en cuyo tiempo y de sus emperadores la Peña de Martos fue hecha colonia o nueva población de ellos, y vino a ser grande y populosa ciudad en mucha nobleza y aumento de edificios y población, en tanta manera, que la Peña, siendo del sitio y grandeza que está dicho, estaba en medio de todo lo poblado y cercada toda alrededor de grandes y suntuosos templos y teatros, termas, pórticos y anfiteatros como los de los romanos, de todos los cuales se hallan al presente muchas reliquias y muestras de pedazos de murallas de las paredes de estos edificios, hechos de argamasa y de hormigón..."(Pág. 58).
En la propia ciudad de Martos la abundancia de hallazgos casuales apoya la envergadura que ésta debió tener. Así mismo, a lo largo del término municipal encontramos numerosos restos y establecimientos, como la Villa del Apero, donde aparecieron mosaicos y otros pavimentos; también se ha documentado, junto a la variante de Martos, una villa romana fundada en los inicios del siglo I; así mismo, los trabajos en el Polideportivo pusieron al descubierto los restos constructivos de varias casas que presentaban una amplia secuencia entre el siglo I y el siglo V. Así pues, son muchos los restos encontrados, tales como monedas, cerámica, armas, mosaicos, retratos en mármol... Un ejemplo singular lo constituye la colección de piedras con inscripciones romanas expuestas en la fachada lateral del Ayuntamiento, piedras recogidas y ordenadas meticulosamente en el siglo XVI con verdadero sentido y valor arqueológico, como mémora de un pasado glorioso.
LA CIUDAD EN ÉPOCA BAJOIMPERIAL Y VISIGODA
En el Bajo Imperio asistimos a una ruralización general de la sociedad, pero en el caso de Tucci la ciudad mantiene una cierta vigencia urbanística y de control del territorio, siendo sede episcopal hasta época islámica. En esta etapa conocemos la plena introducción del cristianismo y de la iglesia en la estructura administrativa, alcanzando altas cotas de poder. Un ejemplo de ello debió ser la posible construcción de una basílica cristiana en el lugar conocido como Molino del Rey (en la plaza del Llanete) donde han aparecido unas inscripciones cristianas alusivas al bautismo, así como el magnífico sarcófago paleocristiano, fechado entre los años 330 y 340. Uno de los documentos más interesantes que nos ilustran sobre la situación de las iglesias jiennenses en los inicios del siglo IV son las Actas del Concilio de Ilíberis (Granada) donde se cita, entre otras, a Tucci que acudió representada por su obispo Camerinus.
Martos debió mantener cierta relevancia a lo largo de toda la época visigoda, acuñando moneda y conservándose los nombres de gran número de obispos. En la organización eclesiástica Tucci aparecía como sufragánea de la Bética, cuya metrópolis estaba en Hispalis (Sevilla). Tucci se convierte en cabeza de la Campiña Occidental, al tiempo que Mentesa (La Guardia) lo hace en la Oriental y Cástulo o Beatia (Baeza) al norte del Guadalquivir.
Durante la época visigoda el trazado de la ciudad probablemente se mantuvo relativamente íntegro y dentro de los límites del recinto amurallado, aunque las recientes excavaciones de la zona del Polideportivo han puesto de manifiesto que el hábitat campesino continuó en esta zona de vega, con viviendas, una iglesia y alguna necrópolis.
LA CONQUISTA ISLÁMICA
El año 711 señaló el fin de la monarquía visigoda y la llegada del Islam a la Península. En pocos años se realizó la conquista de España, a la que los musulmanes llamaron Al-Ándalus.
Con la invasión islámica la ciudad comienza un período de recuperación y se produce una profunda transformación de la morfología urbana. Desde el siglo IX Martos, a la que los musulmanes llamaron Tús o Tuss, se convirtió en una de las plazas fronterizas más disputadas por sus tierras fértiles, su excelente posición estratégica en la campiña, así como la facilidad de defensa que presentaba. Sería en el año 913 cuando ibn Hudayl extendiera hasta ella sus dominios (J. Eslava Galán). De esta manera, las invasiones y las guerras fronterizas darán a Martos un especial carácter defensivo, rodeándose por una serie de murallas que ampliarían lo que había sido la cerca romana y construyéndose dos castillos: uno en la parte alta de la Peña y otro al pie de ésta, dominando propiamente la ciudad.
Para ordenar el territorio, los musulmanes lo dividieron en circunscripciones administrativas que recibían el nombre de "coras", y que a su vez se dividían en distritos agrícolas llamados "Iqlim". A fines del siglo X la cora de Jaén contaba con 16 distritos, siendo una de las cabezas de distrito Tuss y una de las principales defensas de Jaén. En esta época ya se nombra esta población como Martus.
Es difícil definir la trama urbanística de Martus en este momento. Solo quedan en pie vestigios del recinto amurallado, que será modificado durante la reconquista cristiana. La ciudad islámica de Martus es heredera de su pasado iberorromano, con la influencia de la poderosa topografía del lugar en que se asienta, sobre todo por el macizo rocoso de la Peña, alrededor del cual se desarrolla la trama urbana. Se cree que existían dos espacios referentes en la población, dominados por la existencia de dos mezquitas. El núcleo principal o centro de la población, almedina, estaría situado en torno a la mezquita principal que probablemente estaría situada donde se levantó en época romana el templo de Hércules, hoy la iglesia de Santa Marta. Y, por otro lado, la segunda mezquita se construiría en el cerro más alto, donde actualmente está el Santuario de Santa María de la Villa.
Junto a los dos fuertes dispositivos defensivos: la imponente fortaleza en altura, la denominada fortaleza de la Peña, dominando la campiña, y el castillo urbano, o alcázar, situado en una pequeña elevación y protegido por su propia muralla, la población se protegía con un conjunto de murallas, recinto amurallado, que rodeaban la ciudad. Las recientes excavaciones realizadas en las afueras de Martos, concretamente en la zona del Polideportivo, pusieron de manifiesto el notable crecimiento que debió experimentar la población desde mediados o finales del siglo IX: en el recinto amurallado se encontrarían los representantes del Estado y sectores urbanos (religiosos, artesanos, mercaderes...) mientras que en el exterior proliferaban las huertas aprovechando la abundancia de agua y otras actividades profesionales (matadero...).
En el siglo XI, cuando desaparece el califato y Al-Ándalus queda dividido en más de 30 reinos, independientes, Martos formaría parte del reino de Granada, gobernado por los ziríes, pero hacia 1078 el emir ?Abd Allah se vio obligado a cederla a Sevilla, que en esos momentos empezaba a apoderarse de las tierras de Jaén.
LA CONQUISTA CRISTIANA
Unos años después de la batalla de las Navas de Tolosa, el nuevo rey de Castilla Fernando III inició la conquista del valle del Guadalquivir aprovechando la debilidad y los enfrentamientos internos entre los almohades. Fernando III inicia conversaciones con Al-Bayyasí (El Baezano), que controlaba Baeza y parte del territorio jiennense, y está enfrentado al nuevo califa. Fernando III firma un pacto con el rebelde Al-Bayyasí, el Pacto de las Navas, que le obliga a entregar diversas localidades a cambio de la ayuda del monarca cristiano contra sus enemigos. Al final Al-Bayyasí entrega a Fernando III, en cumplimiento del pacto, Martos y Andujar, con lo cual establecía una sólida penetración en el valle del Guadalquivir.
La localidad fue entregada por Fernando III a la Orden de Calatrava en 1228, estableciendo en 1251 por un lado los límites del territorio con Jaén y Locubín, y por otro con Arjona y Porcuna. La entrega de Martos a la Orden de Calatrava tenía como objetivo que ésta se ocupara de defender la franja de territorio situada entre Jaén y el sur de Córdoba, antes de la conquista de estas tierras, contribuyendo a aislar Jaén. En 1244 los gazules intentaron recuperar Martos, pero serían derrotados por los caballeros de la Orden de Calatrava, que posteriormente la convertirían en el centro de sus operaciones contra el reino de Granada.
De este modo, la Orden de Calatrava adquirió un extenso dominio situado en el extremo suroeste de lo que actualmente es la provincia de Jaén, controlando amplios territorios de la campiña y del piedemonte de la sierra Sur. Desde sus dominios ejercían un exhaustivo control de las principales vías de comunicación que unían Jaén con Córdoba y Granada, al tiempo que controlaban militarmente la delicada frontera, así como de todos aquellos puntos que permiten vadear las cuencas de agua más importantes que discurren por el territorio. Para ejercer este control se construyeron numerosas atalayas, torres y castillos rurales edificados con el fin de crear una sólida barrera defensiva-ofensiva que cerrara por completo el acceso al centro de sus posesiones en el antiguo reino de Jaén, emplazado en la inexpugnable fortaleza de Martos. Para conseguir este objetivo se dividió el territorio en encomiendas, a la cabeza de las cuales se situaban los núcleos de población más importantes, que en general coinciden con los antiguos Hisn islámicos.
Al ser Martos ciudad fronteriza y adelantada, y ante el gran cometido estratégico que recaía sobre ésta, la Orden de Calatrava manda acometer obras de refuerzo en la fortaleza de la Peña, dotándola de un importante y complejo equipamiento: capilla, aljibe, molino, horno, lagar... Así mismo, en el siglo XIV se consolida y amplía la fortaleza baja de la ciudad, construyéndose en este momento la gran torre del Homenaje y la Iglesia de Santa Catalina. Por otro lado, los calatravos establecen una red de torres vigías con las que dominar el territorio circundante, se refuerza el castillo de Víboras y se construyeron otros como el de Torredonjimeno.
La ciudad cristiana cambia su ordenación y son las parroquias, que dividen a la población en collaciones o barrios, los centros que reorganizan el espacio. En el siglo XIII se edificaron en Martos dos templos que focalizarían la vida de la ciudad, por su prestigio religioso y su valor estético. En el punto más alto y visible se levantó la Iglesia de Nuestra Señora de la Villa, como manifiesto del triunfo de la fe cristiana; y en el centro de la ciudad, en el espacio ocupado por la mezquita aljama, se construyó la Iglesia Mayor o de Santa Marta, consagrada a la patrona de la villa, convirtiéndose este lugar también en el centro de la vida económica, social y política, al establecerse aquí el mercado y el cabildo.
El entramado de calles se amplía a partir del centro neurálgico que es la plaza de Santa Marta, creándose nuevos barrios y consolidándose los arrabales que se habían formado en la parte norte de la ciudad junto a la Puerta del Sol, Puerta de Jaén y Portillo, Arco Ventosilla, calle San Bartolomé... Así mismo, se construyen gran cantidad de ermitas que, junto con las parroquias serán un punto importante de la expansión y vertebración de la ciudad. Así tenemos noticias de la existencia de la iglesia de San Amador y de las ermitas de San Pedro, Santo Nicasio, Santa Bárbara, San Cayetano, San Bartolomé, San Miguel, San Sebastián, San Juan y Santa Catalina.
El año 1489 significó para la villa de Martos el final de una larga etapa como cabeza de la Orden de Calatrava. La muerte del que fuera último Maestre de la Orden propició que la administración del Maestrazgo pasara al rey Fernando el Católico por Breve de su Santidad Inocencio VIII. Comenzó una etapa de estabilidad institucional y expansión económica para la villa que se tradujo, en primer lugar, en un notable aumento de la población, por un lado por la llegada de colonos castellanos atraídos por las posibilidades agropecuarias de la zona y la llegada de población morisca vencida en la Alpujarra y que fue repartida por distintas comarcas andaluzas.
MARTOS EN LA EDAD MODERNA
El siglo XVI será especialmente importante y significativo para la villa de Martos, en él se producen grandes cambios que configuran su imagen moderna. A ello contribuyen personalidades como el corregidor Pedro Aboz y Enriquez, el humanista Diego de Villalta y el arquitecto Francisco del Castillo. Diego de Villalta estudia la historia de Martos en su obra "Historia y Antigüedades de la Peña de Martos" (1579), aportando gran cantidad de datos y dando a Martos un origen mitológico: fundada por Hércules el Libio. A su vez, en el siglo XVI, Francisco Delicado publica "La lozana andaluza" en la que hace referencia a Martos. Consecuencia será el desarrollo de un interesante capítulo arquitectónico que, dentro del Renacimiento, significa lo más destacado del manierismo andaluz.
Por otro lado, el siglo XVI supone una etapa de expansión económica, social y de estabilidad institucional, lo que llevó consigo el paso de la ciudad medieval, amurallada, a la nueva imagen de ciudad moderna. Desde el punto de vista económico, Martos se caracteriza por la tradicional impronta agraria y ganadera. En la imagen agraria destaca la presencia de gran número de hectáreas destinadas a dehesas, monte bajo poblado de encinas, chaparros, quejidos...; por otro lado, se desarrolla la típica trilogía mediterránea en el siguiente orden: vid, cereal y olivo.
En la nueva imagen urbana y arquitectónica de la ciudad, será Francisco del Castillo el intérprete que lleva a cabo los intereses ideológicos de este momento.
El primer trabajo que puso en contacto a Francisco del Castillo con Martos fue un proyecto de restauración de la Fortaleza Baja en 1558, proyecto al servicio de la puesta en valor de la ciudad medieval. Le continuarían los trabajos de ampliación y remodelación de las dos iglesias principales: Santa Marta y Santa María de la Villa, y la construcción de sus respectivos campanarios. Pero el gran encargo que recibe Francisco del Castillo sería un programa civil que se materializa en el edificio de la Cárcel y Cabildo, y en la construcción de dos fuentes públicas: la de Neptuno, situada en el centro de la Plaza de Santa Marta, y la llamada Fuente Nueva, que se situaría en una de las entradas a la ciudad.
La plaza de Santa Marta, con el edificio de la Cárcel y Cabildo y la Fuente de Neptuno, además de la Iglesia dedicada a la patrona de la ciudad, que ahora se embellece con la magnífica torre-campanario, se convierte definitivamente en el centro neurálgico de la villa.
En torno a esta plaza irán consolidándose nuevas calles y nuevos barrios, a lo cual contribuye la fundación en la segunda mitad del siglo XVI de una serie de conventos: de franciscanos, de clarisas y de trinitarias, junto a la fundación del hospital de la Orden Mendicante de San Juan de Dios. Calle la Fuente y plaza Fuente de la Villa, calle San Pedro y barrio del Portillo, calle Adarves y barrio de San Bartolomé, calle Real de San Fernando y barrio de las Heras, calle Tranquera y barrio de la Almedina..., irán ampliando el urbanismo de la ciudad.
La fundación de nuevas iglesias y de los conventos mencionados darán una nueva entidad a Martos, no sólo en el ámbito urbano y arquitectónico, sino también social, económico y cultural.
En el siglo XVII la ciudad continúa su expansión y se consolidan las órdenes religiosas fundadas en el siglo anterior. En este momento el núcleo social más privilegiado escogió para asentar sus casas-palacio y casas solariegas la zona comprendida entre la calle La Fuente y la calle Las Huertas; este crecimiento estuvo condicionado por el arroyo Fuente de la Villa, que pasaba por la actual plaza del mismo nombre y que constituyó un límite claro a la extensión del pueblo, por lo que el asentamiento de las casas solariegas fue paralelo al arroyo.
MARTOS CONTEMPORÁNEO
A partir del siglo XIX Martos experimenta un crecimiento demográfico, acompañado de cambios económicos, sociales, urbanísticos y arquitectónicos. Se desarrolla la agricultura, potenciándose el cultivo del olivar, a lo que contribuye la emigración de industriales catalanes, vascos, etc. A mediados de los años 90, del siglo XIX, y debido al gran crecimiento económico de la zona y al auge que toma la producción de aceite de la comarca, llega el ferrocarril a Martos. Esta línea ferroviaria junto a la Carretera Nacional 321 de Úbeda a Málaga, serán las dos vías principales de exportación del aceite. A la vez que arrastran la expansión física de la ciudad.
Estos factores favorecen el nacimiento de una burguesía, o aristocracia rural, enriquecida por los negocios, la explotación agraria y una favorable coyuntura económica que potenciará el crecimiento urbanístico y arquitectónico de Martos.
La ciudad pasa en estos momentos de formar un cuerpo compacto, apretado, con un trazado de calles irregular, y a la vez homogéneo, que surge de las condiciones y necesidades de la vida local y de la topografía del lugar, a su expansión según criterios de ordenación racionales, trazando calles amplias y rectas. No obstante, el nuevo trazado sigue adaptándose al desnivel del terreno y tiene como núcleo a la Peña.
Pascual Madoz describe Martos a mitad del siglo XIX: "2.180 casas, repartidas en 71 calles y dos plazas, siendo éstas por lo general tortuosas y sumamente desniveladas, ocupando el todo de la cañada que forman entre sí las alturas entre las que se ubica la población". La consolidación de Martos como uno de los grandes núcleos de población sigue siendo una realidad en la Edad Contemporánea.
La desamortización de Mendizábal influyó también en la ciudad, al desaparecer conventos e iglesia quedaron vacíos urbanos y grandes huertos que pasaron a propiedad particular, reparcelándose con una nueva estructura. Todos estos factores económicos potenciaron el desarrollo urbanístico de la ciudad.
Los dos ejes fundamentales de la expansión del siglo XIX serán las calles Real y Albollón, en torno a las cuales se asentará la burguesía. En estas calles surgen casas señoriales de amplias fachadas y grandes vanos, ordenados de forma simétrica y decorados con reminiscencias historicistas.
La plaza de la Fuente Nueva, creada a mitad del siglo XIX, se va a convertir en el centro de la población. A partir de aquí surgen nuevas calles, rectas y amplias, que comunican con la Carretera Nacional 321. En torno a ésta, en lo que eran las afueras del casco urbano, surge en la primera y segunda década del siglo XX una nueva tipología de vivienda: villas exentas, rodeadas de jardín y cercadas por una verja, y en la mayoría de los casos acompañadas por su propia fábrica de aceite.
Ambas tipologías, viviendas unifamiliares entre medianeras o casas exentas construidas a las afueras, surgen con un nuevo tipo de arquitectura, que se aleja definitivamente del tipo de casa solariega de los siglos XVII y XVIII. El estilo más utilizado es el conocido como "Eclecticismo Historicista" en el que coexisten a su vez estilos diversos, haciendo referencia todos ellos a diferentes períodos históricos anteriores, al mismo tiempo que se recuperan elementos exóticos, de otros países. Paralelamente tendrán su repercusión en Martos el Modernismo (se refleja en motivos decorativos de las rejerías...) y el Regionalismo Andaluz, con mayor fuerza, de influencia sevillana.
Y será la burguesía la promotora de todas estas corrientes artísticas en la arquitectura. Esta clase social acoge el cambio, la novedad..., el lenguaje urbano toma facetas cada vez más decorativas, heterogéneas, y de claro matiz ostentatorio. Estas fachadas, de una singular belleza, novedad y variedad ornamental, podemos observarlas paseando por las calles Albollón, Real, plaza de la Fuente Nueva, Teniente General Chamorro Martínez, Avenida de San Amador, Príncipe Felipe..., fundamentalmente.
Las primeras décadas del siglo XX son una continuación de la situación que nos encontramos en Martos a finales del XIX. A partir de 1910 aumentará progresivamente su población hasta mediados de siglo, lo que será un factor decisivo para el crecimiento de la ciudad. En 1924 se redactó en Martos un Plan de Ensanche.
Tras la Guerra Civil, para paliar sus efectos se crea la Dirección General de Regiones Devastadas que construye la destruida Iglesia de Santa María de la Villa, reconstruye la Iglesia de San Amador y edifica un nuevo mercado en la plaza de Santa Marta, sobre el solar del antiguo Convento de las Claras.
En los años 50 y 60 comienza a descender la población, por la fuerte emigración, deteniéndose el crecimiento urbano. En este momento las actuaciones urbanas se centran en la renovación del tejido urbano existente con pavimentación de calles, canalización de aguas, construcción de Correos y un nuevo mercado en el Llanete, etc.
A partir de los años 60 se construye el Parque Municipal, la Piscina Municipal y la Plaza de Toros en un promontorio de la ciudad, lo cual hace que el núcleo urbano comience a expandirse hacia estos puntos, comprendidos entre la Avenida de la Paz, Carretera de Alcaudete y Paseo de la Estación.
El último núcleo de crecimiento de la ciudad se está produciendo en los últimos años al amparo del último PGOU, redactado en 1986, actualmente en revisión. Se trata de un desarrollo urbano de gran alcance, propiciado por el importante desarrollo económico. Concretamente se ha urbanizado toda la zona de la Vega, hacia el sur de la población. A esto hay que unir la creación y expansión del Polígono Industrial, que se ha convertido en uno de los más potentes y vigorosos de Andalucía; en él se han ubicado empresas de muy diverso tipo, destacando las que se dedican a la fabricación de piezas de iluminación del automóvil, con unos resultados de alta calidad que le permiten competir a nivel internacional.
FESTIVIDADES
A lo largo de su historia Martos ha ido consolidando un amplio y variado ciclo festivo, mostrando y ofreciendo al visitante una gran riqueza de celebraciones y festejos de gran participación popular. Entre ellas podemos destacar:
Carnaval
San Juan de Dios, 8 de marzo
Semana Santa
Santa María de la Villa, martes de Pascua
San Amador, festividad del patrón, 5 de mayo
Romería de la Virgen de la Victoria, último fin de semana de mayo
Corpus Christi
Velada de San Juan o Feria de la Plaza, 24 de junio
Santa Marta, festividad de la patrona, 29 de julio
Feria y Fiestas de San Bartolomé, del 20 al 24 de agosto
Verbena de San Miguel, 29 de septiembre
Fiesta de la Aceituna, del 4 al 8 de diciembre
La Semana Santa es una de las celebraciones de mayor arraigo y participación entre la población marteña. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía, ofrece un conjunto de actos y rituales de amplia tradición y profunda religiosidad, así como gran riqueza plástica, destacando aspectos como la antigüedad de las Cofradías de Pasíón, la variedad de tradiciones como es el caso de la Trompeta de Juanillón, la riqueza y ornato de los tronos, los bellos recorridos de las procesiones entre calles estrechas y tortuosas con el fondo tan peculiar del paisaje marteño.
Otra de las celebraciones más destacadas es la Fiesta de la Aceituna, desarrollada en torno al día 8 de diciembre para conmemorar la recogida de la aceituna y homenajear el trabajo de los aceituneros, por algo Martos es primer productor de aceite de oliva del mundo. Son muchas las manifestaciones culturales, lúdicas, técnicas, comerciales..., que se desarrollan en los días anteriores, y concretamente en el día 8 de diciembre, fecha tradicional en que comienza la recolección de la aceituna, repartiéndose miles de hoyos (pan, aceite y bacalao, comida típica aceitunera) entre marteños y visitantes.