Turismo en Martos

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Singularidad de la fiesta

    Junto al arraigo popular y la religiosidad, la Romería conlleva un gran interés etnológico, al reunir en torno a ella un conjunto de tradiciones y costumbres propias que identifican a la cultura marteña.
    A la Romería de la Virgen de la Victoria acuden desde la población de los cortijos del término municipal, hasta marteños que residen fuera, visitantes de diversos pueblos de la comarca, y cada vez mayor número de turistas atraídos por la belleza y el colorido de la fiesta.

    Desarrollo de la romería:

    Cada año, el último fin de semana de mayo se celebra en Martos la Romería a María Santísima de la Victoria.

   Durante tres días, los anteriores a la romería, se celebra el Triduo en honor a Mª Santísima de la Victoria, en la ermita de San Bartolomé, con rezo del Santo Rosario y Misa, acompañado por las canciones del Coro Romero Amigos del Camino. La música es un componente fundamental de la romería, desde el origen de esta celebración la música ha estado presente con composiciones propias y originales creadas para esta ocasión. Hoy día música y letra de las antiguas composiciones se han recuperado y se cantan en cada celebración.

    En la tarde del viernes la imagen de María Santísima de la Victoria, venerada durante todo el año en la tranquila y acogedora ermita de San Bartolomé, se traslada en procesión hasta la Real Parroquia de Santa Marta. Va acompañada por los Hermanos Mayores, Junta de Gobierno de la Cofradía, Autoridades locales, Cofradía y Hermanos Mayores de la Cofradía de la Virgen de la Cabeza y multitud de romeros, con trajes flamencos andando y a caballo. El pueblo se agolpa a lo largo del recorrido para ver pasar la procesión.

El sábado es el día grande, desde las primeras horas de la mañana el aire ya huele a romería. Los marteños y foráneos trajinan con alegría preparando las carrozas, los trajes, los caballos, la comida y bebida que acompañará el recorrido... Se preparan para “hacer el camino”.

A las 9:30 h. salen los Hermanos Mayores de la Casa de la Cofradía encaminándose al Excmo.
Ayuntamiento, donde serán recibidos por las Autoridades, para dirigirse a continuación a la Real Parroquia de Santa Marta, donde se encuentra la Virgen de la Victoria desde la noche anterior. Al mismo tiempo se van concentrando las carrozas y carretas en la Plaza Fuente de la Villa y en la Avenida de su mismo nombre, a la espera de la llegada de la carroza portadora de la Virgen de la Victoria.

    Una vez organizado el cortejo se inicia “el camino” que, recorriendo las calles de la ciudad, se dirigirá hasta la Ermita de la Peña. Irá acompañado durante el trayecto por el Coro Romero Amigos del Camino. La imagen de María Santísima va, durante su recorrido hasta el lugar conocido como Cruz del Lloro, encabezando la romería junto con la carreta del Simpecado y la caballería, acompañada detrás por las carrozas y los fieles devotos. Una vez que la Virgen llega a la Cruz del Lloro, efectúa una parada para dar paso al cortejo y continuará su recorrido hasta su ermita de la Peña.

    La carroza de la Virgen va tirada por bueyes, es ésta una bonita tradición y singularidad de la romería, así como es muy importante la presencia y dedicación de los boyeros o carreteros, esas muchas generaciones que desde la fundación de la Cofradía han estado presentes en la romería. Hoy día junto a la yunta de bueyes de la Virgen, otra yunta de bueyes porta el Simpecado de la Hermandad.

    Junto a la Virgen van los caballos, cada vez en mayor número, elegantes, bellamente enjaezados, con los caballistas, hombres y mujeres con los trajes de flamencos, portando banderas y estandartes. Les siguen multitud de carrozas y carretas, con un despliegue impresionante de color, de adornos, de originalidad. Los romeros cantan, bailan, invitan a las gentes que salen al paso del cortejo para participar en la fiesta. La ciudad se engalana a lo largo de este recorrido para aportar un bello marco al paso de la procesión: banderas, juncos y retamas acompañan al pueblo entero que sigue la fiesta. Porque todo el pueblo participa activamente: familias, grupos de amigos o vecinos que, desde días atrás, con gran ilusión, han preparado caballos, carretas y remolques.

    El camino es una fiesta en sí mismo, una fiesta a la vez religiosa y profana, una fiesta en movimiento con un alto componente estético. El baile, el canto, la música, la plasticidad de los colores, los adornos, los trajes, las flores, la gran sensualidad que se deriva de todo el cortejo estimulando el goce estético.

El cortejo dirige su recorrido hacia la Ermita nueva, la Ermita que se construyera hacia 1976 en honor de la Virgen de la Victoria, y es así como se asciende a las faldas de la Peña, porque es a este lugar donde se dirigen los romeros y a donde se traslada la fiesta. A la llegada a la Ermita, y una vez situada la Virgen en su camarín, comienza la tradicional ofrenda floral, que se prolongará durante toda la tarde y noche, terminando al día siguiente, domingo.

    De este modo, la procesión y las gentes, después de atravesar las calles engalanadas “toman” la Peña en convivencia festiva. La ciudad se queda sola, es fuera del núcleo urbano, en la ladera de la Peña, en el paraje de los Charcones, preferentemente, donde todos conviven. La Peña, solitaria y agreste durante todo el año, se hace familiar, se hermana con sus gentes, como fuente de emociones y experiencias estéticas, mezclándose la belleza intrínseca de la zona con la aportación humana.

    En torno a la ermita se desenvuelven los romeros, las casetas, los caballos, los tenderetes, los puestos de bebida y comida. Pero los más atrevidos y aventureros no se quedan aquí y suben por las peñas hasta la cima, a 1.003 m. de altitud.

     A las 24:00 h., media noche, en la pradera de la ermita, se quema una estupenda colección de fuegos artificiales.

    El domingo, a las 12:00 h., se realiza la Misa de Campaña, siendo concelebrada y oficiada por sacerdotes de la localidad. La imagen de la Virgen es llevada por los Hermanos Mayores desde su Camarín hasta el Altar instalado en la plazoleta de la Ermita, construido para tal fin. Una vez finalizada la Eucaristía se traslada de nuevo a su camarín. Los cantos de la Santa Misa están a cargo del Coro Romero Amigos del Camino. A las 20:00 h. se reza el Santo Rosario, finalizando con cánticos a María Santísima de la Villa.

Tras la Romería, la Virgen permanecerá en su Ermita de la Peña alrededor de diez días, para veneración de todos los marteños, celebrándose durante todos estos días el rezo del Rosario y Santa Misa. Asimismo tiene lugar en estos días la ceremonia de cambio de Hermanos Mayores para el año siguiente. Finalizado este tiempo se produce el traslado en procesión de María Santísima de la Victoria a la Ermita de San Bartolomé.

La gastronomía: en estos días de romería la comida y bebida ocupan un papel muy importante, forman parte de la fiesta, de la convivencia, de la alegría. El sábado, mientras se “hace el camino” los romeros, que caminan junto a la Virgen o que van en las carrozas, degustan platos de jamón, queso, lomo, tortilla de patatas..., regados con “rebujito”, vino fino, cerveza, “calimocho”..., platos que van ofreciendo a todos los asistentes con verdadera camaradería y hermandad. Una vez llegados al paraje de Los Charcones, donde se realiza la comida, se ponen en marcha las barbacoas en las que se asan chuletas, pinchos, morcilla, chorizo, panceta..., suelen también hacerse grandes paellas..., y así transcurre la jornada, en verdadera convivencia.

    La Romería se desarrolla a lo largo de diferentes puntos de la localidad, participando todos estos lugares de la fiesta, engalanándose a propósito para contener esta importante celebración.

    Por un lado están las calles, plazas y rincones por donde discurre el itinerario de la procesión, las cuales los vecinos engalanan con banderas, juncos y retamas, balcones llenos de claveles y gitanillas, azahar en las cancelas..., llenándose de olores de primavera, rico colorido y alegría. Así como en puntos concretos se levantan altares, una bella y entrañable tradición, los cuales muestran junto a los elementos simbólicos de la consagración y la imagen de Mª Santísima de la Victoria, exuberancia de flores y plantas: gitanillas, jazmines, damas de noche, albahaca, tomillo y romero..., con originales fondos de telas, alfombras y elementos arquitectónicos. Una tradición digna de resaltar y valorar, que se mantiene gracias al esfuerzo y al entusiasmo de personas particulares, asociaciones de vecinos... Encontramos altares en los días de la romería en las calles San Bartolomé, Clarín, Ermita de Santa Lucía, calles Juana de Arco, Virgen de la Estrella, Molino Medel, Cobatillas Altas y Madera.

La Ermita de San Bartolomé es el punto de partida, ya que en ella se encuentra durante todo el año la imagen de la Virgen de la Victoria. Esta ermita se encuentra en el Paseo del Calvario o Paseo de la Peña, en uno de los lugares con más encanto de la ciudad. La Ermita de San Bartolomé fue una de las primeras en construirse tras la conquista cristiana de la ciudad por el rey Fernando III y tras la donación que haría de estos territorios a la Orden Militar de Calatrava. La fachada, de sencilla y bella composición, enlucida, abierta a través de un arco de medio punto y rematada por una espadaña donde se sitúan las campanas, nos introduce en un interior agradable y recogido. Su única nave se cubre con tejado a dos aguas, protegido con armadura de par y nudillo y bellas tirantas. Junto a la imagen de la Virgen de la Victoria, de gran antigüedad, que preside el altar mayor desde su camarín, encontramos las imágenes de San Bartolomé, Santa Marta, el Sagrado Corazón de Jesús, Santa Clara y Ntro. Padre Jesús de la Oración en el Huerto.

    La Iglesia Parroquial de Santa Marta supone un alto en el camino, una parada de la Virgen en su traslado desde la Ermita de San Bartolomé hasta la Ermita de su nombre. Esta Iglesia, que es la más antigua y principal, se construyó tras la conquista cristiana de la ciudad. Destacan, dentro del estilo gótico, su portada y las bóvedas de crucería del Baptisterio y de la Capilla Mayor. En el siglo XVI, siguiendo los cánones renacentistas, el arquitecto Francisco del Castillo amplía y remodela el interior, y construye su original Torre Campanario. En el siglo XVII se levanta la Capilla de Ntro. Padre Jesús Nazareno, donde podemos observar las bellas pinturas murales, el sagrario de plata, la imagen de San Juan, atribuida a la escuela de Salzillo, y la imagen de Jesús Nazareno realizada en el taller de la familia Navas Parejo.

    La Ermita de la Peña o Ermita de María Santísima de la Victoria se construyó en 1976 en el paraje de los Charcones. Este lugar, en la misma Peña, será el que desde los años 70 albergará la romería. En un principio, desde los años 40, el lugar de celebración era el Paseo del Calvario o Paseo de la Peña, donde se ubica la Ermita de San Bartolomé, fue el antiguo emplazamiento de la romería, un lugar de gran belleza con el espléndido marco que le proporcionan las peñas y con magníficas vistas de la ciudad. Pero este lugar se quedó reducido ante las nuevas necesidades que la romería exigía, por lo que se adquirieron nuevos terrenos en el paraje próximo de los Charcones. Y es aquí donde se levanta la Ermita de la Virgen, de construcción sencilla y muy blanca, destacando a un lado su torre campanario.

    Junto a estos lugares, referentes de la romería, sin duda alguna el que más la identifica es la Peña. La Peña es el escenario magnífico de tan alegre y querida festividad. En estos días la Peña es un continuo ir y venir de romeros, de caballos, de carrozas, de trajes flamencos de alegres colores. Es de obligado cumplimiento subir a la Peña y compartir con el pueblo marteño sus tradiciones. La Peña es el símbolo y la referencia de Martos, con su presencia grandiosa, majestuosa y espléndida, constituye un bloque tectónico calcáreo, con una antigüedad en torno a los doscientos millones de años. Hoy la subida hasta su cima resulta fácil gracias al importante trabajo realizado por la Escuela-Taller, que con gran esfuerzo ha señalizado el camino guiándonos hasta arriba y facilitando su ascenso. Al ir subiendo vamos descubriendo un espléndido paisaje: la Ermita de la Victoria, la Sierra de la Grana, la Sierra Caracolera... Sin darnos cuenta llegamos a la cima: hemos alcanzado los 1.003 m. de altitud. A través de los restos que hoy quedan del castillo y, sobre todo, de las murallas que lo envolvían, podemos hacernos una idea de la gran envergadura de la fortaleza. Sorprende la espléndida superficie que ocupaba la fortaleza, así como las inmejorables vistas que desde allí se divisan, comprendiendo el importante componente estratégico de este lugar, desde donde se controla todo el territorio de alrededor.

    Hemos de destacar la imagen de María Santísima de la Victoria así como la del Niño Jesús que lleva en sus brazos. Esta imagen tiene gran antigüedad e interés artístico.

Es de las pocas que se salvó de la destrucción de la guerra civil del año 1936. Por el estilo se puede datar en torno al siglo XVII, siendo tanto el Niño como las manos y el busto de la Virgen de distintos autores y todos ellos anónimos. El candelero de la Virgen fue realizado nuevo por el restaurador José Luis Ojeda Navío, en el año 1995, año en que restauró la imagen.

    La Virgen es una escultura de bulto redondo, tallada en madera y policromada. Tiene ojos de cristal, así como pestañas y peluca postiza. La Virgen con una mano sujeta al Niño Jesús y con la otra lleva el cetro. Los brazos son articulados, lo cual facilita la labor de vestir y desvestir a la imagen sin producirle daños.

Esta imagen está destinada al culto público, presidiendo el camarín de la Ermita de San Bartolomé de Martos, es también una imagen para ser procesionada y una imagen de vestir o de candelero.

    La música forma parte consustancial de la Romería de la Virgen de la Victoria. Desde los inicios de esta celebración la música ha estado siempre presente, acompañando el ceremonial tanto religioso como lúdico.

     En los mismos orígenes de la romería y de la fundación de la Cofradía, hacia 1942, D. Martín Rodríguez Sánchez, Arcipreste de Martos, forma un coro de cantores llamado Los niños reparadores, para cantar en la misa del Gallo en Nochebuena, y en otras celebraciones en la Parroquia de Santa Marta; integrado por los hermanos Saavedra (Antonio y Jaime), José Virgil, Antonio Reguera, Antonio García, Ángel Ortega, Juan García, Antonio Garrido, y los hermanos Pepe y Manolo Muñoz. Posteriormente, Santiago Olmo y los hermanos Saavedra, integrantes de Los niños reparadores, formaron la Rondalla de la Virgen de la Victoria. Dicha rondalla estaba integrada por los mismos componentes del grupo más las guitarras y bandurrias de Rafael Ortega y otros más que tocaban dichos instrumentos. Todo bajo la dirección de Santiago Olmo. De esta rondalla surgen multitud de canciones a la Virgen de la Victoria, todas ellas originales en letra y música. Esta rondalla llegó a contar con más de 50 miembros. El legado de canciones que nos dejó esta rondalla se debe principalmente a los hermanos Santiago y José Olmo Luque. Canciones que han sido recopiladas en un cancionero y que se siguen cantando hoy día.

    Todavía queda en el recuerdo de los marteños “las Dianas” en las madrugadas del domingo de romería, y el dulce sonido de las bandurrias y guitarras al pasar por las calles de Martos. Sin embargo, tras años de popularidad y esplendor, en 1965 la rondalla desaparece dejando una herida en el cariño de todos los romeros.

    A mediados de 1986 salen a la calle nuevas canciones dedicadas a María Santísima de la Victoria a cargo de Los Antiguos Jornaleros, en colaboración con antiguos miembros de la rondalla, con letra y música de Juan Torres Orta. Este grupo grabó un cassette en 1987 dedicado a la Virgen de la Victoria. Las canciones recogidas en este cassette sonaron muchos años en los altavoces de las carrozas en la romería durante “el camino” y ya una vez junto a la ermita.

    Pero será en 1989 cuando la Coral Tuccitana rescata las antiguas canciones de la Rondalla de la Virgen de la Victoria y las presenta al pueblo de Martos. Para ello su director, el P. Fernando Colodro Campos, analizó las melodías, algunas ya muy desvirtuadas por el paso del tiempo, les añadió alguna voz en determinados pasajes, también es suya la armonización del Himno para coro mixto a cuatro voces. Para esta ilusionante empresa se nutrió de la colaboración de muchas personas, algunas de ellas pertenecientes a la antigua Rondalla, que colaboraron en la instrumentalización. Todas estas canciones se recogieron en formato cassette y contribuyeron a que no cayeran en el olvido.

     En 1996 tiene lugar la fundación de la Asociación Cultural Coro Romero Amigos del Camino, un coro que nace por y para Mª Santísima de la Victoria y para la romería. Coro que hace todos los años “el camino” a pie, junto a la Virgen, hasta la Peña, acompañándola con sus canciones. Acompañan a la Virgen, tanto en la procesión del viernes como el sábado haciendo “el camino”. En 1997 editan un CD titulado Vente Conmigo, en el incluyen tres canciones dedicadas a la Virgen, una sevillana dedicada a nuestro pueblo, y una letra que menciona las vivencias personales con la Virgen del Rocío, las demás son versiones y adptaciones donde el grupo imprimió su toque personal. En el año 2002 el Coro Romero Amigos del Camino fue nombrado Hermano Mayor de la Romería.
    El 13 de mayo de 2006 se celebró en el Teatro Maestro Álvarez Alonso el acto Así canta Martos a la Reina de la Peña. Se trataba de una gala en la que se rindió homenaje a todos los compositores, letristas y corales que han tenido como musa espiritual en sus letras a María Stma. de la Victoria.

   Entre los muchos elementos que constituyen el ajuar de María Santísima de la Victoria vamos a destacar el Simpecado, por ser la representación por excelencia de la Virgen, y a la vez la insignia más importante de la hermandad. Al igual que ocurre con la Virgen, que va en la procesión portada por una yunta de bueyes, así mismo, portado por bueyes, va el Simpecado, abriendo la marcha.

    Se trata de un paño de estilo neobarroco, sobre terciopelo de color rosa, diseñado y ejecutado por Juan Carlos Colmenero Andréu, de la imaginería de Bartolomé Castro, en el año 2005. Está fileteado en todo su conjunto por una cenefa compuesta por motivos vegetales, combinados con pequeños “bouquets” de flores, frutas y caracoles entrelazados, mientras la parte superior se corona por una crestería.

En el centro del paño se encuentra una capillita donde se sitúa la imagen de la Virgen de la Victoria y el Niño, realzados con relieve, con encarnaciones en pasta policromada, vestida y orlada con todos sus atributos. Fuera de la capilla, en las dos esquinas superiores, aparecen pequeñas cartelas con motivos geométricos, y en los picos inferiores jarrones de azucenas en plata, símbolo de pureza.

    Toda la pieza está realizada en la llamada técnica del recorte, habiéndose utilizado diversos tipos de tisúes (oro, plata, color, mates, brillantes, lisos, rayados...), así como galones, cordones, etc. Todos los motivos se han enriquecido principalmente con lentejuelas y canutillos de oro y plata, así como pequeñas piezas de pedrería.