Turismo en Martos

Fuensanta de Martos 24/03/2012

Por el Arroyo La Umbria-Ir a Fuensanta. Acercarse a Fuensanta de Martos. Por su ubicación es un lugar al que hay que ir expresamente. Mis amigos, fuensanteños, me hablan de su pueblo con gran entusiasmo y devoción. Sentimiento de comunidad que nos identifica a los habitantes de pueblos pequeños. Con ellos no constato la exactitud del nombre del pueblo. Ya sabemos que con fecha de 7.09.1935 el pueblo pasa a independizarse de Martos. Adquiere dominio propio. Aunque su historia persiste con un vínculo de dependencia de Martos. Por su nombre. Por su posición geográfica. Porque sí.

Fuensanta surge con nombre propio. Y su nombre se une a sus recientes fábricas de tresillos. Nombre unido a sus abundantes granjas de cerdos y a sus exquisitos productos, elaborados artesanalmente, con acierto, en sus numerosas carnicerías. Lo comprobaremos.

Fuensanta se confunde con su Fuente de la Negra. Ubicada en un lugar central esta fuente nos permite conocer el pulso cotidiano de la vida del pueblo. Símbolo de un proyecto común, votado popularmente, para decidir el diseño de la obra. Fuente de abundante manantial.

Acompañada de gruta y de la imagen de la Virgen de la Negra. Con esto Fuensanta nos adentra en el significado y tradición de las vírgenes negras. Vírgenes que proceden de deidades pre-cristianas.

Son deidades de la fertilidad. Son diosas – tierra, diosas – madre. Estas vírgenes, a parte de su color, están asociadas a significados de muerte, a las catacumbas. En muchas ocasiones estas vírgenes están ubicadas en criptas o en grutas. Pensamos que este es el caso de Fuensanta.

Fuensanta se concreta en un paisaje variado. Su entorno de sierras calizas se preña de agua que alimenta varias fuentes. El Cerro Gordo. El Despeñaero, vecinos, testigos del quehacer cotidiano. Expresión de un proceso, lento, de erosión de la fuerza del agua. El Arroyo de la Umbría.

También conocido como arroyo de Fuensanta. Cofre de variados secretos.

Difícil en su acceso, en las proximidades del pueblo. Recorrido el paseo nos encontramos con la Fuente de los hornos. Seca. Umbría al abrigo del Despeñaero. El camino de las Monjas nos acoge. El cortijo en su ruina nos informa de la riqueza de su anterior dominio. Ascendemos. Casi sin querer nos adentramos en un mundo mágico. La expansión de los sentidos. Un salpiqueo de pequeñas construcciones nos acompañan durante todo el trayecto. La presencia humana, expresada en las delimitaciones de propiedades con telas metálicas, se adentra en el río. La vegetación de ribera se adueña del cauce. Pequeñas huertas aprovechan la abundante agua y los terrenos ganados a la rivera. La sierra, cargada de especies autóctonas, en el margen izquierdo se nos ofrece como telón de fondo en nuestro ascenso. La primavera nos invade. La tarde se ha cargado de aves cantoras que gozosas se animan a despedir el día. El goce de la vida irrumpe en las yemas, a reventar, de una masa de cerezos. Los quejigos, acompañantes silenciosos, nos hablan desde su altitud. Los múltiples colores se confunden en los árboles frutales de la rivera. Ascendemos. Hitos pétreos nos informan de viejos caminos. Restos de la tumba del “esclavo liberto” nos hablan de antiguos pobladores.

Henchidos de primavera, alucinados por el ascenso tan llevadero nos dirigimos al punto geodésico. Momentos de descubrimiento de la antigua perforación de petróleo. Instantes para disfrutar de profundos valles. Los Villares, Fuensanta, Martos. Estamos compartiendo el Cerro del Viento. Gocemos.