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Pregón de la Semana Santa
Año 2011

Semana Santa Pregoneros 2011

 

La pasión de Cristo es hoy la pasión del hombre, por ello, os voy a contar una historia real como la vida misma.
Mi relato comienza una madrugada fría y lluviosa cercana al inicio de la primavera. Eran las dos y cuarenta y cinco minutos cuando Raúl llegaba al hospital, entraba en mi vida y en el corazón de todos aquellos que lo conocimos y vivimos de cerca su pasión y muerte.

Llegaba abatido, dolorido y temeroso, aquejado de un cáncer en estadio terminal Era consciente de su enfermedad, conocedor de todos los síntomas y signos que venía padeciendo en los últimos seis meses, sabedor del agravamiento de todos y cada uno de ellos.

La camilla avanzada por un pasillo en penumbra, me fijé en sus ojos, ví miedo y una gran angustia, las puertas prácticamente cerradas y un silencio sobrecogedor le envolvía, a veces roto por algún que otro quejido. Continuó su marcha hasta detenerse frente a la habitación 210, los celadores lo depositaron en la cama con suma delicadeza, como quién tiene en sus manos un frágil juguete.

Raúl venía acompañado de Carmen, su madre, que no se había separado de él en ningún momento desde el inicio de su enfermedad. Se agarraba fuertemente a su portátil como si de una tabla de salvación se tratase y lo primero que nos preguntó ¿el hospital dispone de wi-fi?. Contesté que sí, pero que tendría que solicitar una clave de acceso por la mañana.

Le pregunté si estaba cansado, tenía dolor en este momento o se encontraba con fuerzas para responder a un cuestionario de enfermería. Me respondió que estaba un poco molesto por el viaje, que le pusiese algún analgésico y estaría preparado a responder a todas las cuestiones que precisara.

Consulté el tratamiento médico y mientras el suero pasaba lentamente me dijo que él no quería venir a este hospital porque tenía muy mala fama, le habían comentado que se moría mucha gente aunque por otra parte todos coincidían en que se estaba muy a gusto, era tranquilo, gozaba de unas vistas extraordinarias y el personal que trabajaba en él tenía fama de profesionalidad, amabilidad y simpatía.

Me sentí alagada y le respondí que efectivamente se encontraría muy bien entre nosotros y que no tenía que preocuparse de nada, solo de relajarse. Me presenté como su enfermera de referencia, podría consultar conmigo todas sus dudas y preocupaciones y que yo sería la mediadora entre él, su familia y su médico.

Poco a poco fue respondiendo a todas las preguntas, manifestó su deseo de estar pocos días en el hospital, quería aprovechar el tiempo que le quedase en un ambiente más familiar, por lo que me preguntó si tendría que estar ingresado durante muchos días, le respondí que dependería de la respuesta que tuviese su cuerpo al tratamiento para controlar los síntomas. Me dijo que sólo pedía estar en su casa para disfrutar de la Semana Santa y que sólo faltaba una semana, ya sabía que tendría que vivirla desde casa pues hacia tiempo que sus piernas no le sostenían, que incluso no tenía fuerzas ni para permanecer durante mucho tiempo sentado en su silla de ruedas, llevaba dos meses encamado y dependiendo de su familia para cualquier actividad cotidiana.

Me llegó al corazón que en su estado estuviese más preocupado por perderse las procesiones de su pueblo que por su propia situación. Sin pensarlo dos veces le dije que no tenía que preocuparse, que si no podía estar en casa, podría vivir la Semana Santa de mi mano, le iba a dar a conocer todos los detalles de la semana grande del cristianismo en mi pueblo, para ello me encargaría de llevarle revistas, fotos, videos y de contarle como era mi vida dentro del mundo cofrade.

Mientras le hablaba, no dejaba de mirarle, porque a pesar de su sonrisa, noté el miedo y la angustia reflejada en sus hermosos ojos verdes. No podía olvidar que seguramente mi nuevo amigo había llegado al hospital a vivir sus últimos días según reflejaba el informe médico.

Raúl no había llegado entre vítores, ni acompañado del gentío portando palmas y ramas de olivo, lo que sí sabía era que sin esperarlo se iba a convertir junto con su madre en los oyentes de mi improvisado pregón.

Me dijo que su pueblo era pequeño, que sólo había procesión el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección, que era cofrade de las tres cofradías existentes y que durante dos años había sido costalero del cristo resucitado, su enfermedad le había impedido continuar la hermosa tarea, sus ojos se empañaron de lagrimas.

Se quedó extasiado cuando le dije que en mi pueblo había procesión todos los días, ¡ qué envidia me das ¡ me dijo.

Estaba deseoso de conocer detalles, pero le convencí para que descansara esa noche si el analgésico había hecho su efecto y prometí iniciar mi relato otro día. La madre asintió y me dio las gracias por haber infundido en su hijo un poco de ilusión en medio del dolor y la tristeza. Raúl durmió tranquilo el resto de la noche.

 La primera mañana que volví al trabajo después de dos días de descanso Carmen me hizo saber que no había parado de preguntar por la marteña, que no quería que olvidase mi promesa.

A partir de aquí todos los momentos que me permitía mi trabajo los pasaba en la habitación 210 y así fue como comencé a relatar que el Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las palmas, de la entrada de Jesús en Jerusalén. Le dije que era un día muy especial para todos los jóvenes y principalmente para los alumnos del colegio San Antonio que desde tempranas horas preparaban con amor y devoción el trono donde pasearán a nuestra querida Borriquita por las calles de nuestro pueblo Raúl se extrañó un poco de que toda la responsabilidad de la preparación recayese en un grupo de jóvenes y más aún de que ellos mismos fuesen los costaleros, le expliqué que era una tradición de años del colegio franciscano el permitir que los alumnos de los cursos superiores tuviesen el privilegio de portar el trono.

El Domingo de Ramos es una fiesta grande para todo el pueblo, pero vivida con especial intensidad por los más pequeños que al menos por unas horas se sienten protagonistas en este hermoso día dónde conmemoramos un momento de gloria y alegría, preludio del sufrimiento que está por venir. Es el triunfo del Señor pero con el presentimiento amargo de la proximidad de la Pasión.

Aproximadamente a las doce de la mañana, las puertas del colegio se abren y un grupo de jóvenes ataviados con sus mejores galas asoman el paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén, la Borriquita como es conocida entre los marteños.

Los jóvenes costaleros con paso armonioso recorren las calles de nuestro pueblo, llevando sobre sus hombros la imagen de Jesús, el rey de los pobres, descalzo y montado en un borriquillo, rodeado de niños. ¿se puede ser más humilde?. Les acompaña una multitud de niños, unos con ramas de olivo en las manos, abanicando al viento, otros con palmas que cimbrean altaneras y se doblan como juncos, forman dos filas acompañando y aclamando a Jesús como un rey. ¡DIOS NOS SALVE¡ ¡BENDITO SEA EL REY DE ISRAEL¡ Niños que sonríen buscando la mirada cómplice de sus familiares y amigos, que se sienten orgullosos de formar parte del cortejo, niños que por su corta edad desconocen que este momento de gloria y alegría es el inicio del camino hacia la agonía.

ecuerdo este día con mucho cariño desde mi infancia porque acompañada de mis padres acudía a la cita con la borriquita orgullosa de lucir mi vestido nuevo, un vestido que como cada año me hacía mi tía Chari con todo su cariño, porque era de obligado cumplimiento estrenar algo el Domingo de Ramos, ya sabéis el dicho “el que no estrena el Domingo de Ramos se queda sin pies o sin manos” Raúl y Carmen sonreían divertidos y asentían con la cabeza, yo siempre había creído que era un chascarrillo de nuestro pueblo y resulta que no es de nuestra exclusiva propiedad ¡ qué decepción !.

Con mi vestido nuevo iba al encuentro de la borriquita en distintos rincones, mis padres pacientemente me llevaban de un punto a otro porque yo quería acompañar a Jesús, seguir el lento caminar de aquel noble animal que llevaba sobre su lomo a un ser extraordinario, lleno de bondad, cuyo único pecado era amar a todos los hombres. Un hombre vitoreado al principio y al que luego respondimos con burlas, sarcasmo, torturas, ¿ en qué estábamos pensando ?.

La alegría de la mañana se tornaba tiniebla al atardecer, los marteños acuden a las puertas del convento trinitario para ver realizar su estación de penitencia a la Prohermandad del Stmo Cristo de la Humildad y Paciencia, Madre de los Desamparados y San Juan Evangelista. Nos gusta contemplar como sus cofrades llegan al convento ocultando su cara bajo el caperuzo en señal de respeto, han de llamar a la puerta para que les permitan el acceso, dentro, todos permanecen en silencio a la espera de la hora señalada en que por fin se abran las puertas y aparezca la cruz de guía que precede a un grupo de penitentes portando su cirio apoyado en la cintura, velas encendidas que son lagrimas por el dolor del preso, preso de amor y de pena.

Ya aparece el paso de Cristo, emoción contenida por la dificultad de la salida.

Los costaleros bien guiados por su capataz avanzan lentamente, han de sortear una pendiente escalinata, todo ha de estar medido, ¡ qué maestría la de estos jóvenes costaleros ! El Cristo de l Humildad representa la flagelación, la burla, la humillación que recibió nuestro Sr. por parte de los romanos. Cristo atado a una columna, semidesnudo, apoyando el pié derecho en un peldaño, buscando aliviar su cuerpo tensionado. Acompañan a esta imagen dos soldados romanos que portan la corona de espinas, la caña y la clámide purpura y dos sayones romanos que le azotan duramente. Mil gotas de sangre surcan su espalda, son como azotes amargos que nos corroen el alma. Mil espinas hilvanan su frente y en nuestro corazón se caen los pétalos marchitos, uno por cada pecado o mala acción cometida.

Siento los latigazos en mi cuerpo, me abraso con su dolor, miro su rostro, expresión de sufrimiento por la tortura y al mismo tiempo teñido de la humildad y paciencia con que acepta su destino. Mientras veo alejarse al flajelado entre luces y pétalos, pienso tristemente en cuántas veces herimos al hermano, en el dolor de todos los humillados, maltratados, olvidados, de los enfermos, de Raúl preso de su enfermedad, de sus miedos, de la incertidumbre de su futuro.

Mientras, el paso de palio de la Madre de los Desamparados inicia el lento descenso por la escalinata, pienso en otra madre, Carmen, que en estos momentos se siente totalmente sola y desamparada, siempre al lado de su hijo al que no abandona, siempre con su cabeza inclinada en la cama, para sentir la cercanía del hijo, para observar de cerca su dolor, para intentar adueñarse de él y sufrirlo en sus carnes tratando así de liberarlo de todo mal. ¿ si pudiera ocupar el lugar del hijo? ¿si fuese ella la postrada en esa cama?. Lágrimas resbalan por su mejilla, son las lágrimas de una madre que sufre. Carmen se encuentra sola, desamparada, no tiene la compañía de Juan para cogerle la mano, abrazarla por la cintura dándole su apoyo y amor.

La procesión avanza por nuestro casco histórico, calle San José esquina con Albollón, emoción latente, espacio justo para la maniobra, los vellos de punta de todos los asistentes, punto estratégico donde se luce la maestría y el esfuerzo de los costaleros, donde es imposible no emocionarse ante tan bella estampa, lo mismo ocurre en la subida de la calle Corral del Concejo que por la empinada cuesta y su estrechez requiere un gran esfuerzo, os recomiendo verla aquí, es la única hermandad que hace este recorrido. Las imágenes parecen subir flotando al iniciar la última parte del recorrido que les llevará por la calle Real de su regreso a su templo y de mis labios una oración se escapa. “Atame Sr. contigo con lazos de amor a la columna de la voluntad del Padre, ayudame a permanecer allí, en tu compañía, pase lo que pase, apiadate del dolor, el pesar y el abandono de los que a tí venimos a suplicarte”.

LUNES SANTO
Nada más entrar el lunes por la puerta de su habitación lo noté muy triste, estaba desolado, había pasado mala noche, el dolor había hecho mella en su cuerpo maltrecho, estaba agotado pues no había podido descansar, los analgésicos no habían conseguido el efecto deseado y estaba hundido.

Lloraba desconsolado, buscaba una explicación, alguna lógica para tanto sufrimiento, me decía que se consideraba una buena persona, que no había hecho daño a nadie, creía en Dios pero se sentía abandonado, no comprendía por qué a sus 25 años se le negaba la oportunidad de vivir tantas cosas, no tendría tiempo para el amor, para encontrar trabajo después de haber estudiado tanto, le quedaba tanto por hacer y tan poco tiempo. No supe que contestar, sabía que mi joven amigo iba a vivir su propio viacrucis, un camino de oración que busca adentrarnos en la meditación de la pasión de Nuestro Señor, en su camino hacia el calvario, camino que representa una serie de imágenes de la pasión, estaciones correspondientes a incidentes particulares de Jesús sufrió por nuestra salvación.

Raúl, ya no recordaba los buenos momentos vividos con anterioridad, su mente estaba clavada en el dolor actual, eran tantas sus penas en el presente que no me sentí capaz de contarle el viacrucis que se viviría en mi pueblo esa noche cuando un grupo de jóvenes de todas las parroquias acompañarían la imagen del Cristo de las Penas en su recorrido por las calles circundantes a la Parroquia de S. Amador y me prometí que yo sería una de esas personas , que rezaría por el bienestar de Raúl, que pediría al Cristo que iluminase su mente, para que no creyese que su enfermedad era un castigo.

Dios no castiga ¿ como hacer algo así si está lleno de amor por sus hijos ?. El no se venga por nuestras malas acciones porque es todo bondad.

Y recé durante el recorrido y encontré al Dios misericordioso, sanador y liberador de su pueblo, supe que Jesús oye el dolor de sus hijos y quedé convencida que no abandona a los que sufren, que les proporciona equilibrio, paz interior necesaria para sobrellevar su propio calvario.

Me sentía incapaz de animarlo en esos momentos, no quería darle falsas esperanzas, el silencio entre los dos pesaba como una losa y sólo acerté a decir que tuviese fé, que no le pidiera a Dios una carga ligera sino unos hombros fuertes para soportar la carga, porque el Dios en el que yo creía no mandaba el problema sino la fuerza para sobrellevarlo.

Indudablemente hoy no era un buen día para describirle que esa noche y en la Parroquia de S. Juan de Dios habría un bullicio de gente esperando ver aparecer a la Primitiva Hermandad de la Santísima Vera Cruz y Cofradía de Penitencia y Silencio de Nuestro Padre Jesús de Pasión y Nuestra Señora María de Nazaret.

 Cofradía que cada año trata de cautivar a los marteños con su buen hacer, con la perfecta disciplina de sus penitentes, con ese profundo respeto y silencio que recorre las calles del Nuevo Martos y sus alrededores, solamente roto por el acompañamiento musical de un cuarteto de cuerda que va desgranando notas musicales lánguidas y tristes.

 Jesús de Pasión abrazado a su cruz, aceptando la voluntad del Padre. Miro su rostro, parece querer hablarme, palabras que sin estallar en mis oídos llegan a lo más profundo de mis entrañas. No son palabras de los discípulos que te niegan, ni de los jueces que te condenan, ni de los sayones que te insultan ni de la plebe que te blasfema ni siquiera de las piadosas mujeres que te compadecen. Son las palabras que tú no has pronunciado, las de tu silencio, ni siquiera interrumpido para quejarte, justificarte, ni para recriminarnos o para reivindicar por tu vida y hundir en los abismos a los que te acusan.

¿Cuando Jesús de Pasión aprenderé yo a callar? A no decir inconveniencias que puedan dañar a mis hermanos, a recordar y pronunciar diariamente tu oración.

Padrenuestro, tu que reinas en el cielo y bajas a esta tierra de olivos arrastrando la cruz de nuestros pecados. Sea tu nombre santo y extiende sobre nuestras almas tu reino glorioso, para darles de vivir, que tu muerte es nuestra vida y tu cruz nuestra senda. Lleva nuestro torpe caminar al sendero de tu verdad para que tu reino Señor se pose sobre nuestras cabezas. Haz que hoy no nos falte el Maná, Misericordia y Perdón, Cristo de Pasión, para mis culpas y la de mis hermanos. Ahuyenta todas las tentaciones con que el ángel infiel y caído acosa nuestro débil corazón. Salvanos de todos los males del mundo y ten piedad de nosotros.

Tu imagen avanza por nuestras calles, escenario insólito en los primeros años para un pueblo acostumbrado al recorrido que sin ser oficial era el elegido por la mayoría de nuestras cofradías y a oír el acompañamiento de bandas de tambores y cornetas de las que tenemos una buena muestra, vivió un poco extrañado la forma de procesionar de esta hermandad que con el paso de los años se ha integrado totalmente en el marco de nuestra semana santa y la ha engrandecido aún más si cabe, todo ello a la espera de que pueda procesionar la imagen de Ntra. Sra .de Nazaret.

MARTES SANTO.
El martes me propuse animar de alguna forma la tristeza de Raúl y me llevé al trabajo, fotos de todo lo que se desarrollaría en las calles de mi pueblo en este día y acompañada de la Revista Nazareno para que conociera las imágenes de los bellos pasos que forman nuestra semana santa y supiera el especial cariño que siento por la cofradía de Nuestro Padre Jesús de la túnica blanca y María Santisima de la Trinidad en su mayor dolor y desamparo. Desde muy pequeña me fascinaba la hermosura del Cautivo, su mirada serena y cautivadora y el rostro de su madre trinitaria surcado por siete lágrimas, transmitiendo su dolor y al mismo tiempo resignación, ella siempre acepta la voluntad del Padre y el hecho de perder a su hijo por nuestra salvación.

Raúl miraba con atención las fotos y leía detenidamente las hojas de la revista.

Veía la admiración reflejada en sus ojos, me felicitó por la grandeza de la publicación, por su contenido y por nuestras hermosas imágenes, reconoció que no había exagerado nada al explicarle los pasos que componían cada cofradía y al mismo tiempo sonreía divertido al leer la larga nomenclatura de la mayoría de nuestras cofradías.

Al ver las fotos de la salida comprendió la dificultad que conlleva para nuestros costaleros y el arte que derraman por nuestras calles y plazas.

 ¿ Cómo no sentirse cautivo del Señor de la túnica blanca,? ¿ Cómo no darte las gracias por el rayo de esperanza que me ilumina al verte? Por aquella mano que me levantó, por ese consejo que me guió, por aquellas palabras que me alentaron, por la sonrisa que me alegró, pero sobre todo te doy las gracias por la fe que tengo en tí aunque debo confesarte que no siempre sé que hacer, como actuar o dónde ir, en esos momentos te miro y llena de paz encuentro el camino.

Ay Cautivo! Te doy las gracias porque al mirar tus ojos color avellana me has iluminado en las tinieblas, me has levantado en mis muchas caídas, has perdonado mis pecados y sobre todo, quiero darte las gracias por todo lo que ignoro y de lo cuál tú me has hecho participe.

El gentío se agolpa a las puertas del convento, no se apartan al sentir el empuje de tus varales en sus cuerpos, quieren sentirte cerca, quieren liberarte de las ataduras.

Y yo me pregunto ¿cómo fuimos capaces de colocarte en esta tesitura? ¿qué mal habías cometido para pagarte con este tormento?. Tal vez sentimos miedo de tanta bondad, quizás nos dé pánico el sacrificio, enfrentarnos al fracaso, reconocer nuestro egoísmo, nuestra incapacidad para hacer algo sin esperar nada a cambio.

 En cambio tu te dejaste apresar por todos nosotros, te propusiste dar una lección de amor, de respeto a la voluntad de tu padre y yo me pregunto. ¿Cómo vivir si tú no habitases en mi alma y aquí en mi corazón?.

Si tu no llegas para darnos tu amor y tu perdón, soy una rama que el viento con fuerza quebró, yo sin ti, por mil caminos de tristeza y desolación de busco mi Cautivo, y al encontrarte esta tarde encendiste la ilusión de una vida que comienza con la fuerza de tu amor y la gracia de tu perdón. Gracias Señor por entregarte de esta forma y conquistar al pecador. Porque tú la vida la perdiste para que naciera yo, alimentando con tu cuerpo mi cansado corazón. Perdoname cautivo si los problemas de la vida oscurecen mi existir, si yo me alejo de tu lado brillen como el sol tus ojos para mí. Yo te pido perdón Cautivo, quedate en mi corazón, ahora por las calles de mi pueblo quiero compartir tu amor.

Dame Cautivo la fuerza necesaria para vivir como viviste y ser el eco de tu voz.¡Cautivo! ¡No hay ataduras para un Dios libre! El Señor de la túnica blanca no está sólo, le acompaña su madre trinitaria para hacerle más llevadero el camino, le dará su apoyo guardando para ella todo el dolor de su corazón.

El paso de palio avanza nuestras calles, llevado con ternura por sus costaleros, la virgen luce todo su esplendor, el hermano Moisés se ha encargado de realzar su hermosura, vistiéndola con sus mejores galas y eligiendo el adorno floral más adecuado, ¡con qué amor la mira!, ¡cuanto orgullo y admiración en esa mirada!.

El pueblo de Martos pide flores para la Madre de Dios, que recorre nuestras calles con distinta advocación; Auxiliadora, Dolorosa, Desamparada, Trinitaria, Amargura o Esperanza, todas lleváis traspasado de dolor el corazón, siguiendo al hijo cautivo o cargado con la cruz de la redención.

Tus lágrimas divinas dos ríos de perlas son, yo quisiera ser pañuelo que secase tu dolor. ¡Mira, todo tu pueblo te aclama trinitaria, con fervor y devoción! ¡Miradla, que guapa viene al encuentro del Señor! ¡ mirala, solo una, una sola pero con distinta advocación!

MIERCOLES SANTO.
La semana sigue avanzando. al igual que la enfermedad de Raúl. Hoy miércoles le veo más apagado, su cuerpo se está edematizando en exceso y está cada vez más dolorido, orina poco, no tiene apetito y la fiebre ha hecho su aparición postrando aún más si cabe su cuerpo maltrecho, su tez está cada vez más pálida. Al entrar en la habitación para administrarle la medicación me pide que suba un poco más la persiana, quiere ver la luz del sol, !Mira¡ me dice parece que estemos en Getsemaní, en el huerto de los olivos, el panorama parece invitar a rezar, ¡ tengo tanto por lo que pedir!.

Carmen, ya no distingue las hileras de olivos, se han vuelto invisibles para ella, sus ojos se han cubierto de un manto de lágrimas. de dolor, rabia, amargura e impotencia. Llora de espaldas a la cama, en silencio, para que su hijo no se dé cuenta.

Se niega a creer la cruda realidad, no quiere aceptar la situación, es su niño el que está sufriendo y no quiere verle marchar. Con una excusa tonta la invito a salir de la habitación, intento tranquilizarla, pero es tan difícil consolarla, la vida es injusta que duda cabe, me dice rompiendo el silencio, mi hijo apenas ha comenzado a vivir, que mal ha hecho para que tenga que morir. Sólo acierto a decir que Dios quiere rodearse de gente buena para ser los ángeles que vigilen nuestros movimientos.

¡Que amargura en ese rostro aún joven¡ ¡que dolor el de esa madre que ve como su hijo se apaga día a día sin que ella pueda ayudarle!, ¡lo que daría por ocupar su lugar para que el siguiera viviendo!.

Raúl nos llamó para que le ayudáramos a movilizarse. Y mientras lo hacíamos y las compañeras lo aseaban le conté que por la tarde, dentro de la Parroquia de S. Amador todo sería un hervidero de gente, un ir y venir de penitentes, se estarían ultimando los preparativos para el desfile procesional de la Hermandad de Jesús en el Huerto y María Santísima de la Amargura.

Se oyen voces, los nervios afloran en todos los presentes, los costaleros se colocan el costal y ajustan sus cuellos a las trabajaderas. Suena la campana y a una orden del capataz, el trono empieza a moverse, la sombra del olivo se refleja en el interior del templo, y aparece un ángel delicado, de ojos dulces y serenos para dar aliento al Dios más hombre, al hombre más desconsolado. Jesús se adelanta un poco y cae a tierra, suplica que si es posible pase de Él este cáliz, para seguidamente decir que se haga la voluntad del Padre.

La imagen de Jesús orando es la de un Cristo con el sufrimiento de un hombre, resignado y en silencio, sumido en el miedo, la vigilia y el rezo. La amargura de ver cerca el final, le hace sudar dolorosas gotas de sangre, los apóstoles se han dormido, le han dejado sólo.

Jesús acostumbra a ir con frecuencia al huerto de Getsemaní, a orar, también acude allí el último día de su vida, va a prepararse para los tormentos de la Pasión que ya ve de forma inminente. Jesús ora, aunque no tiene necesidad de hacerlo, quiere enseñarnos que nosotros sí deberíamos hacerlo, que tenemos que aprender a hablar con el Padre.

Jesús ora con perseverancia, repitiendo una y otra vez las mismas palabras, dirigiéndose a Dios en aquella suprema hora. Reza con absoluta conformidad, aceptando su voluntad.

El ángel con sus infinitas alas le acompaña, parece señalar el camino de unas horas angustiosas mientras le ofrece el cáliz de la Amargura.

Dicen que la característica humana que nos distingue del resto de seres vivos es la capacidad para intuir el futuro, para hacer planes pero también tener en cuenta los que otros tienen para nosotros y que no siempre son halagüeños y prometedores. Por eso, la angustia es una marca propiamente humana, al igual que la inteligencia, la bondad o la maldad.

En ese huerto, un hombre, Jesús, tan humano como divino, repasa en silencio su vida y adivina las horas terriblemente amargas que le esperan.

Prisión, desprecio, tortura y muerte, tan cierta como dolorosa, un panorama que cualquiera querría apartar de sí.

¿Por qué el más poderoso avanza inexorablemente entre desprecios hacia una muerte segura?. Seguro que todos nos hemos hecho la misma pregunta. Jesús también sintió miedo, quiso abandonar, renunciar a este cáliz pero hizo lo que todo buen hijo, obedecer a su Padre, aceptó su destino.

La oración en el huerto responde fielmente al momento que representa, tensión psíquica y física, angustia, la cabeza levantada, las manos suplicantes, las rodillas abatidas en tierra y en su frente y cuello, riega la piel el sudor de la sangre.

Abandonado por todos, en el huerto de los olivos, su alma se apena y sólo ese  ángel ha bajado del cielo para consolarle. Es el momento de pedirle que cuando la vida se ponga difícil o la salud nos abandone, nos envíe un ángel para nos sentirnos solos.

El paso avanza despacio, con esa marcha peculiar, los costaleros no quieren interrumpir a Jesús rezando, el capataz va ofreciendo sus levantas al paso por otras hermandades, los hermanos cofrades agradecen el gesto y rompen en aplausos de ánimo, ofrecen agua a esos jóvenes valientes que arrastran sus pies con paso sevillano ofreciendo al pueblo de Martos el trabajo de muchas horas de ensayo, robadas a su descanso y a su familia.

¡Atención! Ya se aproxima la Virgen de la Amargura acompañada por mujeres ataviadas con su mantilla, de luto riguroso, soportando el frió y la dificultad añadida de los tacones eniendo en cuenta la dificultad del terreno en algunas de nuestras calles. Mujeres que con el rosario en una mano y la vela en la otra van rezando por el camino. En ese camino queda el esfuerzo, en el andar la agonía, todo se para en el tiempo al ver tu rostro María. Una mujer que llora el dolor por su hijo amado, una Virgen que llora el error de los humanos.¡Cómo decirte madre que tu Amargura es la mía¡ ¿Cómo secarte yo el llanto? ¿Cómo decir lo que siento, la noche del Miércoles Santo?.

Le comenté a Raúl y a su madre que no iría a trabajar al día siguiente porque por fin había llegado el día en que procesionaba mi cofradía, había que ultimar muchos preparativos en los que yo participaba de forma activa. Nos vemos el viernes, le dije, tendré muchas cosas que contarte. El me miró, asintió y con voz melancólica me susurró, disfruta mucho cuando te encuentres debajo del paso, ¡ojalá yo pudiese hacer lo mismo!. Le prometí que lo haría, que pediría por él, para que no perdiese la Fe y tuviera Consuelo.

Su madre me acompañó a la puerta, me transmitió su angustia y sus miedos, el médico había comentado que el proceso avanzaba deprisa y temía que el final llegara más rápido de lo que en un principio se esperaba. Su cara reflejaba dolor y un gran sufrimiento, veía a su hijo tan frágil y limitado, notaba su vida amenazada por un poder contra el que no podía combatir. ¡Que difícil consolarla!. Tenemos gran dificultad en expresar palabras de consuelo cuando nosotros mismos tenemos el corazón dolorido por el sufrimiento ajeno. Me hubiera gustado encontrar las palabras exactas que aliviaran su sufrimiento, que le proporcionasen consuelo y auxilio inmediato, que anestesiaran o curaran su dolor, pero hay momentos en los que las palabras mueren antes de salir y nacen los gestos, porque una caricia es como un voz suave y la sola presencia aún en el silencio, dice tantas cosas. Mis manos agarraron las suyas con fuerza y fue como si hablara el corazón en lugar de mi boca. Me despedí de ella con la esperanza de vernos el día siguiente.

JUEVES SANTO.-
Amanece el Jueves Santo, día del Amor Fraterno, día grande para mi cofradía y para los cuatro miembros de mi familia pues todos somos cofrades del Stmo. Cristo de la Fe y del Consuelo.

Los nervios nos persiguen desde la noche anterior, las horas de sueño son escasas y pasan rápidamente. La jornada comienza temprano, mis hijos son los primeros en levantarse, hoy no necesitan que nadie les llame, salen corriendo para no llegar a la primera cita del día, la churrería de mi amigo Néstor, punto de encuentro de los costaleros de la cofradía y entre ellos una costumbre arraigada con el paso de los años, el último en llegar es el que paga, entenderéis la prisa que se dan los más jóvenes para eludir el pago y no tener que rascarse el bolsillo.

Tras llenar el estómago, todos juntos nos dirigimos a Sta Marta. Que esta mañana es un hervidero de cofrades pues también se están preparando los pasos que procesionarán la mañana del viernes.

Al entrar en el templo nos recibe el aroma de incienso mezclado con gran diversidad de flores, es una explosión de olores y colores que llenan nuestros sentidos.

Se inician los preparativos, todo medido y calculado, cada uno sabe lo que hacer, la experiencia de los mayores hace que todo sea rápido, se monta el andamio, se limpian cetros, estandartes, se preparan los hachones, se da brillo a la campana.

Gracias a Dios cada uno de nosotros ha sabido inculcar a sus hijos el amor por la Semana Santa, por la cofradía y su imagen titular, se quedan absortos viendo como el Cristo abandona por unas horas su capilla, fuertes brazos agarran al Cristo y mediante cuerdas es mantenido en el aire desde el coro hasta ser encajado en su lugar, ¡cuidado! Grita el capataz, que la cruz está suelta, pero todo está dispuesto para iniciar el adorno floral, los más pequeños de cada casa son los primeros en trepar al andamio para ocupar un sitio de honor, el más cercano a los pies del Cristo, poder tocarlo, sentirlo cerca.

¡Que cerca te tengo Señor!, entre lágrimas recorro tus venas, tus músculos en tensión, tus costillas, las heridas provocadas por la tortura, tu cuerpo maltratado.

Siento el dolor de tus manos y pies llagados, me escuece como propia la llaga de tu costado. Eres la viva imagen del desaliento, de los que sufren una enfermedad, de los azotados por catástrofes naturales, de los perseguidos, condenados, desesperados.

Postrado ante la cruz en la que has muerto, a la que yo te he condenado sólo puedo decirte que lo siento, que te amo, te pido perdón por mis errores, por todos mis pecados.

¡Perdoname Dios mio! Hoy me arrepiento más que nunca al verte crucificado.

Todo está casi terminado, pero continúa el ir y venir de cofrades en el templo de Sta Marta y algo llama poderosamente mi atención y es el mimo con el que el hermano Aurelio repasa cada detalle, cada pliegue y arruga del manto de María Magdalena, de la túnica de S. Juan, conoce al milímetro donde colocar cada alfiler, el tamaño exacto de cada uno, actúa como un modisto experto, amigos, esto no es folclore, es amor cofrade, es SENTIMIENTO.

Mientras esto ocurre en Sta Marta, al otro lado del pueblo en la Parroquia de S. Juan de Dios, otra hermandad está a punto de iniciar su estación de penitencia, La Humilde y Venerable Pro-hermandad del Stmo Cristo del Amor coronado de espinas, María Auxiliadora en su Desconsuelo y Misericordia, S. Juan Evangelista y S. Juan Bosco.

Jesús era el heredero de todas las cosas, el príncipe de los reyes de la tierra, fue despreciado entre los hombres, el Cristo del Amor representa a Jesús tras ser azotado, su cabeza ceñida por una corona de espinas, su cuerpo cubierto con una clámide roja, una pobre caña a modo de cetro fue colocada en su mano derecha para que la soldadesca se mofase de Él, convirtiéndole en el centro de una burla cruel y de esta forma humillante fue presentado por Pilatos al pueblo.

Su amor por nosotros le llevó a aceptar tan terrible sufrimiento y humillación, pero no podemos hablar de tristeza porque el que da y se da con y por amor, lo hace con y para dar alegría.

El Jueves Santo recordamos los gestos más hermosos de solidaridad, cuando Jesús habla del amor extremado que tiene a los suyos, les dirige palabras amistosas y entrañables, manifestando una solidaridad afectiva e intensa. Quiere meter a todos sus hijos en su corazón como hace una madre cuando pide por ellos y les promete protección. Manifiesta solidaridad servicial y dignificadora cuando les sienta a su mesa y les lava los pies, y por último, una solidaridad transcendida por el amor cuando parte el pan y ofrece la copa significando su cuerpo entregado y su sangre derramada.

Al paso de tu imagen Cristo del Amor me repito una y mil veces que no mereciste tal muerte por el hecho de denunciar la corrupción de los poderes políticos de tu época, por oponerte a la opresión y los abusos que los gobernantes imponían al pueblo o por andar entre prostitutas y ladrones.

 Jesús entregó su vida hasta el sacrificio en la cruz por defender la libertad, la dignidad y la igualdad de todos los hombres.

Tenemos que descubrir los valores de entrega y esfuerzo, amor y solidaridad que expresa Jesús, ya sea, colgado en la cruz, maniatado, con los brazos abiertos en señal de acogida y perdón, pero siempre demostrando que entregar la propia vida por los demás es el acto de amor más sublime que un ser humano puede hacer por sus semejantes. Jesús vino al mundo para dar vida, nos dejó el regalo de la salvación, mayor tesoro no hay, sólo tenemos que tomarlo.

Como siempre Cristo no camina solo, su madre no le abandona, Mª Auxiliadora acompañada por S. Juan va entre la gente, buscando a su hijo tras enterarse de que ha sido prendido y condenado. Te llamas Auxiliadora porque nos traes el auxilio de Dios, eres su mediadora, la ayuda que la humanidad necesitada de redención.

Prestame el auxilio Madre para decir siempre la verdad delante de los poderosos, para no decir mentiras y ganar el aplauso de los débiles. Ayúdame siempre a ver los dos lados de la moneda, no me dejes sola Madre, dame las fuerzas necesarias para poder ser el auxilio de los enfermos, para poder llevarles un poco de esperanza.

También hoy las mujeres marteñas ataviadas con mantilla acompañan a su Virgen, durante todo el recorrido, no la dejarán sola, rezarán con ella por la salvación del Hijo, seguramente pidiendo el bienestar y la protección de los suyos.

Mientras la estación de penitencia continua su recorrido por nuestras calles, recuerdo con cariño lo que ha evolucionado esta hermandad, que comenzó su camino saliendo de la cochera de Manolo y Mari, cuantas cosas han pasado desde entonces y lo que ha trabajado para llegar hasta aquí, enhorabuena a sus responsables y a todos los que han hecho posible esta andadura.

Delegado el medio día tiene lugar una comida de hermandad en los salones de la casa del Cristo de la Fe y del Consuelo, me siento orgullosa de deciros que cada año crece más el número de asistentes, cofrades y amigos venidos desde diferentes lugares de nuestra geografía, que quieren compartir con nosotros sus vivencias y su amor por la Semana Santa de nuestro pueblo. Degustamos ricas recetas, saladas y dulces aportadas por cada uno de los que llega a nuestra puerta en busca de un ambiente cordial, desde aquí os invito a celebrarlo con nosotros el próximo Jueves Santo.

Alimentado el cuerpo, hay que descansar para poder alimentar el espíritu en la larga noche que nos espera y poder asistir previamente a los Santos Oficios.

A llegar a casa, lo primero que veo es el salón, ocupado en su mayor parte por los trajes de estatutos, cada uno en una silla para no confundirlos, ordenado, con sus zapatillas, cinturones, este año sólo un cirio y una cadena, la de mi hijo Álvaro que irá como hermano de luz ya que Pedro, Jesús y yo tenemos la suerte de poder colocarnos debajo del trono, ha sido una sorpresa de última hora, la baja de un costalero me ha permitido entrar y por primera vez vamos los tres juntos, para mí todo un orgullo el poder compartir esta maravillosa experiencia con ellos, espero que Dios me conceda fuerzas suficientes para esperar al menos dos años más y compartir también con mi hijo menor ese cúmulo de sensaciones y sentimientos.

Las nueve de la noche, el tiempo ha pasado rápidamente, hay que empezar a prepararse, tenemos que ser puntuales y en mi familia eso es un poco difícil de conseguir, de modo que me toca hacer de sargento y avivar el nervio de la tropa, todos saben que hay que llegar antes de las diez a la casa de hermandad donde Ramón, nuestro rector, nos asignará el puesto en el trono, nos haremos la foto de grupo y juntos, como una gran familia iremos a Sta Marta antes de que cierren sus puertas para la oración previa.

Hace escaso tiempo mi amigo Antonio me preguntaba que significaba para mí las 11 de la noche del Jueves Santo, seguramente la pregunta del millón, ¿cómo deciros lo que siento? Es una explosión de sensaciones, mi cuerpo tiembla, cinco minutos antes de la hora señalada, la boca se va secando poco a poco, un nudo me aprieta la garganta, el corazón se acelera de forma progresiva, quiere escapar de su jaula y al mismo tiempo una sensación de paz infinita que estoy segura conocéis muchos de los que hoy estáis aquí presentes.

Cuando el reloj de la Plaza marca las 11 de la noche, tres golpes retumban en la puerta del templo y estallan en mi corazón, hieren como tres puñaladas pero esas heridas no sangran, es más, se reciben con agrado.

Las puertas se abren, el trono avanza muy despacio, ¡Qué gozada para los sentidos! Me da la sensación os flotando, los pies parecen no llegar al suelo y aquí estoy yo a los tuyos, intentando ayudarte a llevar el peso de la cruz, pidiéndote perdón por haberte colocado en ella.

El trono continua merciendo a nuestro Cristo que ya se asoma a la Plaza donde esperan sus fieles, apenas se puede maniobrar, nadie quiere apartarse, no pueden perderse este instante tan solemne y emotivo como silencioso, la fuerza de la gravedad les mantiene pegados al suelo. El trono ya está en la calle y ahora para mí sin duda uno de los momentos más emotivos, hay que fijar la cruz para ello se eleva despacio, la banda con su marcha nos invita al silencio y a la reflexión, Cristo parece elevarse al cielo y con EL todos nuestros males.

A ti Dios Padre que vas muerto en el madero, tan sólo te pide esta humilde pregonera que me des fuerzas para llevarte con esmero y ser por siempre tu fielcostalera.

Largas filas de penitentes salen del templo para acompañarte, sus cirios desprenden lagrimas de cera y con su luz van descubriendo un velo de rocío en los ojos de quienes presencian la procesión e iluminando el camino del fúnebre cortejo.

Santísimo Cristo de la Fe y del Consuelo cuya agonía llena las calles de Martos, a tu lado cientos de nazarenos, que en su voluntaria promesa de silencio, sólo pueden rezarte de forma callada durante el recorrido.

En los balcones y ventanas están tus fieles, intentando tocarte para transmitirte un poco de aliento, sólo el tronar de tambores y trompetas rompe el profundo silencio que inunda nuestras calles la noche del Jueves Santo. Nazarenos de negro arrastran sus cadenas como si fuese la única forma de expiar sus pecados, es una llamada desesperada al perdón divino, es una oración al Cristo de la FE y del CONSUELO.

¿Quién de vosotros no ha elevado su mirada al cielo y ha hecho en esta noche de su llanto una plegaria?.

Que entristezca la luna
en la tarde que EL murió
y que llore la gente
por el que su vida dio.
Pero, que te quiten los clavos
que te quiten la cruz
que te miren a los ojos
y que vean tu luz.
Que tristeza tu madre
que en sus brazos te llevó
que dolor para alguien
que en su seno te formó.
Pero, que te quiten los clavos
que te quiten la cruz
que te miren los ojos
y que vena tu luz.
Que la noche se apague
que se nuble ese sol
que la tierra de luto
le cante al SALVADOR.
 

¡Costalero!, hermano, que difícil expresar lo que siento, estoy segura que muchos me entendéis cuando digo que para mí es un sentimiento, una forma de vida en Cristo, una sensación, un modo de querer cristiano y puro. No es sufrimiento ser costalero, es una forma de pedir perdón, es un decir, te quiero, sencillo y verdadero.

Costalero, cobijado bajo el trono ves los lamentos del hombre, la angustia humana, la esperanza, los clamores del gentío y alzándose entre ellos, la voz de la saeta, sinfonía
de amor, versos de amor y muerte. Es la nota más apasionada y sentida de la Semana Santa, porque en las venas se siente y se lleva esta oración hecha cante. La saeta es la
expresión de una liturgia popular, sentimiento derretido que quema las entrañas, grito de amor y de agonía con el que el pueblo andaluz canta a sus sagradas imágenes, para
cantarles sus penas y aliviarles sus males.

Mientras, el trono avanza despacio, mecido por sus costaleros, me siento peregrina que sigue el camino de JESÚS, la vereda de sus palabra iluminada por sus cuatro hachones.

Cada vez que elevo mi cuerpo en una levanta a la orden de mi capataz, enmudece el dolor de mi hombro al fijar la mirada en mi Cristo, sé que me ayudará y me dará fuerzas porque veo que su herida es mayor que la mía y tengo que aliviarla.

Esta noche venía a pedirte tantas cosas, pero como voy a quejarme de mis pies cansados cuando veo los tuyos destrozados, como voy a mostrarte mis manos vacías cuando las tuyas están llenas de heridas, como explicarte la soledad que siento a veces cuando tú estás ahí clavado en la cruz y sólo, como explicarte que no tengo amor suficiente cuando tienes rasgado tu corazón, Ahora, al verte, no me acuerdo de nada, se han ido todas mis dolencias, las peticiones que iba a hacerte se ahogan en mi garganta y sólo quiero, no pedirte nada, sólo dejame estar contigo, curar las heridas de tu c uerpo para que tú cures las de mi alma.

Y aquí a tu lado, en estos momentos, solo espero, que a la hora de mi muerte, si he de subir al cielo, TU salgas a mi encuentro y te acuerdes que yo fui tu costalera, que ayudé a pasearte por las calles de mi pueblo, que me digas, que desde allá arriba sentías mis rezos, cuando debajo del trono yo apretaba los dientes cansada por el esfuerzo. Déjame ser para siempre el hombro donde reposar tu dolor por los pecados del mundo, por la guerra, el hambre y la miseria, déjame ser el hombro que cargue con tanta pena, déjame ser siempre tu costalera.

Ten cuidado costalero, que llevas a Jesús muerto, llevalo como tú sabes, con la suave mecida del caminar sereno. Ten cuidado capataz que llevas a Cristo muerto, al Rey de los cristianos, al que cura las heridas del alma y del cuerpo. Qué suerte tienes costalero, porque al sentirlo sobre tus hombros, de amor quedarás preso, ya no querrás escapar del dolor de tus huesos. Llevalo con mimo, alzalo más costalero que pueda llegar al mismo cielo para que los ángeles puedan quitarle los clavos a Jesús el Nazareno. Qué suerte tienes costalero, tú si que tocas el cielo.

VIERNES SANTO
Había mucha tristeza en el ambiente de la habitación 210, todo estaba en penumbra, Raúl reposaba en la cama, parecía muy frágil, como un cristal a punto de romperse en mil pedazos.

Estaba llena de gente, al lado de la cama siempre Carmen, pero esta vez acompañada de Juan, su marido y sus dos hijas menores. La desolación se reflejaba en el rostro de cada uno de ellos. Todo parecía perdido y la esperanza abandonaba el corazón de los allí presentes.

¡ Cuanto dolor contenido en aquellas cuatro paredes! Y aún así tenían fuerzas para luchar contra el desaliento, estoy segura, que movidos por la fe hacían todo lo posible para dar aliento al enfermo, animarle y llevar sus pensamientos lejos de aquella cama.

Al verme, me pidió que me acercara, me dijo apenas sin aliento, que tenía un brillo especial en los ojos, le dije que estaba cansada por el esfuerzo de la noche anterior pero al mismo tiempo con una gran alegría, una sensación de paz espiritual me invadía y estaba dispuesta a contarle si el se sentía con fuerzas lo que iba a acontecer en este Viernes Santo, un día grande, en el que las calles del pueblo se vestían de gala durante todo el día pues asistirían al paso de procesiones durante la mañana, tarde y noche.

Mira, precisamente a estas horas se estarán abriendo las puertas de Santa Marta para dar paso a las Cofradías de Nuestro Padre Jesús Nazareno. María Santísima de
los Dolores y a la de San Juan Evangelista y María Magdalena, abrí la revista Nazareno y le mostré las imágenes, asintió y volvió a felicitarme por la belleza de los pasos, las lagrimas resbalaban por sus mejillas, seguramente recordaba su pueblo, sus amigos y todas las vivencias de su propia Semana Santa. Le pregunté si tenía dolor, me indicó que estaba bien y que continuara.

Como ya sabes, Jesús, tras ser cruelmente azotado fue condenado a morir crucificado, le cargaron con la pesada cruz, su cuerpo fue brutalmente castigado, apenas si podía soportar el peso, las piernas se flexionaban pero no estaba dispuesto a soltar la cruz porque ella iba a ser la salvación del mundo.

Caería tres veces y volvería a levantarse, abrazándose a ella seguiría su lento caminar hacia el Calvario. Apenas podía abrir los ojos, las heridas se abren, sangran continuamente, está cansado, pero el Nazareno no abandona su cruz, que infame hoy se convertirá más tarde en el símbolo de la cristiandad.

¿Cómo puede seguir andando con el peso de la cruz?, El Nazareno tiene nuevos pies, son los hombros de sus costaleros que vienen a ayudarle. En la boca de Jesús parece dibujarse una sonrisa, sus ojos brillan de agradecimiento, siente latir de amor los corazones de sus costaleros que lo levan en volandas para aliviar su sufrimiento.

Nazareno, cuando veo tu imagen, me siento pequeño, percibo que tu divino rostro emana amor y sentimiento, no eres merecedor de tanto sufrimiento. Te veo saliendo de Santa Marta llevando sobre tus divinos hombros la pesada carga de la cruz, vestido con morada túnica, el cuerpo encorvado por el peso, la mirada dulce y serena, mostrando en tu rostro la expresión sublime del dolor y el sufrimiento.

¡Arriba con fuerza costaleros! Convertíos en el Cirineo que ayude a nuestro Señor a caminar, abrid vuestras almas, que la sangre que brota de su frente se mezcle con la vuestra en perfecta hegemonía de lo divino y lo humano.

Enmudecen mis labios, se escapa un suspiro al verte caer una y otra vez y sólo acierto a decir que desearía ser tu Cirineo y ayudarte a cargar con la pesada cruz, brindarte un poco de aliento, recordar a todas aquellas personas que ayudan a sus semejantes en las horas difíciles y desde aquí, parada en este sitio quiero alzar mi voz para decirte:

¡Arriba mi buen Jesús! ¡Al cielo buen Nazareno!, cuando sales de Santa Marta a hombros de tus costaleros, cuando ese capataz grita mirando al cielo, ¡Todos a una valientes, ayudad al Nazareno! A llevar su cruz a cuestas empujado por su pueblo.

Silencio en la Plaza, amor y respeto, bajas por la calle La Fuente con tu mirada hacia el suelo, ¡ no estés triste mi Jesús! Porque te adora tu pueblo. Martos huele a claveles,lirios y jazmines, esperando ver la cruz en la esquina de Campiña entrando en el Llanete donde cada te espero con cariño y emoción, con devoción y respeto.

¡Arriba mi buen Jesús! ¡Arriba buen Nazareno!, cuando pasas con tu cruz por las calles de mi pueblo, desfallecido y cansado con la ayuda del Cirineo.

¡Arriba mi buen Jesús! ¡Arriba con el costaleros!, que los que aquí ya no están te contemplan desde el cielo. ¡Cómo se estremece Martos cuando sale el Viernes Santo nuestro Jesús Nazareno!.

Jesús no camina sólo, le acompaña su madre, no hay palabras para describir su dolor ante la muerte del hijo de una forma tan injusta como cruel. Pensemos en todas.las madres que pierden a sus hijos victimas de las maldades humanas y las injusticias sociales.

La Virgen de los Dolores, va silenciosa, meditando, desconsolada, aunque plena de4 esperanza porque en lo más profundo de su ser, sabe que el sacrificio de su Hijo no será inútil, está inmenso de nueva vida. La Virgen no camina sola, va acompañada y comprendida por cientos de mujeres que comparten su pena y dolor, que buscan su refugio y consuelo por la pérdida de sus propios hijos, con la esperanza de que estén en el cielo compartiendo la gloria de su Hijo.

 ¡Madre!, ¿Por qué llevas esa cara? Tan pálida y sin color, con pena, dolor, destrozada, ¡Qué dolor debes sentir! Viendo como tu Hijo cae, pone su rodilla en tierra, cansado, rendido.

Nosotros lo hemos vendido ¡Madre! Luego lo hemos entregado, lleva latigazos en su cuerpo y morado el corazón, ¡ no te rindas Madre buena y mitiga tu dolor! Martos está contigo compartiendo tu dolor, mira como el pueblo avergonzado te va pidiendo perdón, por haber llevado a la muerte a tu Hijo el Redentor.

El cortejo continúa con San Juan Evangelista, el amigo fiel, el discípulo amado, el maestro que continuó predicando su doctrina y dio su vida por enseñarla.

Juan quiere decir, gracia de Dios y lo es porque entre los apóstoles, fue el predilecto, el que recibió las mayores pruebas de confianza y amistad, el que recibió a pié de cruz el encargo de cuidar a María. Fue el apóstol que acompañó a Jesús en su pasión, muerte y posterior resurrección.

San Juan, con el brazo levantado, siempre va indicando el camino para encontrar a su amigo, es por esto por lo que representa la amistad.

Cierra el desfile procesional María Magdalena, pecadora pública que atraída por la fama de Jesús se presentó ante El mientras cenaba en casa de Simón y poniéndose de rodillas le bañó los pies con sus lagrimas, los secó con sus cabellos y los ungió con perfumes.

Jesús perdonó a esta mujer sus muchos pecados porque eran pecados de amor y ella en agradecimiento le acompañó en sus viajes, en el camino al Calvario y permaneció junto a la cruz. En compañía de otras mujeres preparó perfumes y ungüentos para ir al sepulcro, ella fue la primera persona que habló con Jesús resucitado y le contó a los discípulos que estaba vivo, que había resucitado.

María Magdalena, con sus brazos extendidos, mira al cielo, lleva un tarro de ungüentos y un pañuelo, parece querer decir: Señor, soy yo, Magdalena, que a tu paso se convierte, no olvides Señor, mi pena en esta mañana serena que a la calle salgo a verte, quiero mi amor ofrecerte y con ungüentos de azucena vengo a perfumar tus pies.

La tarde avanza despacio, está cerca la Hora Santa, cuando al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora nona, el velo del templo se rasgó y Jesús en su agonía dijo. ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y dicho esto expiró.

Era el estertor de la luz que así se apaga con la agonía de su Creador.

El `pueblo se estremece en el silencio de la noche, espera con devoción que la Cofradía del Santo Entierro, María Santísima de los Dolores y San Juan Evangelista inicie su desfile procesional. Todos expectantes en la plazoleta de la Virgen de la Villa, esperamos con devoción que el Sepulcro con el Cristo Yacente se asome al pórtico del Santuario. Sobre un monte de claveles que parece un perfecto lecho, postrado en su dorada urna donde duerme el dulce sueño, esperanza de vida eterna que va dándole a su pueblo. Acompaña la comitiva penitentes de negro luto, en sus manos faroles negros, con reflejos de luz dorada, parecen luceros enjaulados, queriendo alumbrar el camino del cortejo. ¡Callad marteños! No le despertéis del dulce sueño, ¡tiene que estar dormido!, ¡no puede estar muerto! El Amor nunca muere.

Como siempre, tu Madre, no te abandona María Santísima de los Dolores al lado de su Hijo, los marteños rezan, te piden perdón por la parte de culpa que tienen en tu tragedia, Mientras, un grupo e valientes costaleras asoman tu imagen por el cancel de la puerta, gran dificultad la que entraña esta maniobra. reconocida por todos los que cada año acudimos a esta cita, sus manos rozan el suelo, entre jadeos van arrastrando el trono, el palio se cimbrea con el movimiento, todo ha de estar medido y calculado, poco a poco, el trono se abre paso entre el gentío, ¡Miradla! Ya sale; la tristeza más sublime, el desconsuelo más desgarrado. Con un esfuerzo sobrehumano es elevada hacia el cielo la más dolorosa de las madres, la más espinada de las flores.

La Virgen dolorosa lleva el corazón atravesado, bordado de sufrimiento, el alma bañada en llanto, lágrimas por el HIJO muerto, silenciosa sigue sus pasos, poco a poco, latido a latido, con el corazón agrietado, ardiendo de amor materno.

El viento mueve con suavidad el palio y las costaleras mecen la imagen de su Virgen entre rosas y gladiolos, recordando a todos los que sufren y rezando para que no se sientan solos.

¡Qué contenta te sentirás Madre!, cuando ese gran grupo de costaleras año tras año, abrazan tus varales para procesionarte mil veces si hiciera falta, infatigables, mostrando al pueblo de Martos con el brillo de sus ojos que lo hacen por amor, por acompañarte, por aliviarte un poco la pena, y Tú agradecida las acoges bajo tu manto.

Con que dulzura te llevan, parecen querer secar tu llanto, suaves mecidas del trono, pareces ir flotando, el esfuerzo valdrá la pena si para TÍ logran descanso.

A tu lado, camina Juan, el siempre discípulo amado, nunca te abandonó en el dolor, con sus manos extendidas, se adivina en su rostro el deseo de acariciar tu cara, para llenarte de amor y consuelo, quiere para siempre cuidarte, así lo ha prometido a tu Hijo al pie de la Cruz. ¡ María, ya nunca vas a estar sola ! Al filo de la medianoche, todo estaba escrito y se ha consumado, un ejercito de ángeles de la cruz te han bajado y ahí está ella, de luto, de los pies a la cabeza, atravesado el pecho por el puñal del dolor, porque no hay mayor dolor y pena que la de una madre mientras recoge a su hijo sin vida.

¡Qué sola ante EL! ¡Qué grande se hace la cruz a tu espalda!. Sin darte cuenta te lo quitan de las manos, lo llevan al Sepulcro y Tú detrás, siempre llorando. No te preocupes Madre que en tres días estará resucitado. Descansa, Jesús, descansa, no temáis, que no se ha ido, los costaleros con las suaves mecidas le han dejado dormido.

María Santísima de la Soledad abandona la clausura del convento trinitario por unas horas para llorar de pena junto a su pueblo. Tu soledad no es verdadera porque cientos de marteños contigo esperan, La cruz se queda sola, abandonada, con el único abrigo de un sudario mecido por el viento.

 ¡Soledad!, blancas flor, rosa del cielo, que marchas triste, sola y afligida, reflejando en tu cara dolorida tristeza de una noche de duelo. Túnicas negras para noche oscura, estación de profunda penitencia, orden y recogimiento. Todo es silencio y pasión, devoción, promesa y oración. Silencio solo roto por el eco de un tambor, que anuncia muerte y pena.

El luto viste de negro tu serena hermosura y llegarán a tus oídos nuestras oraciones, silenciosas, para no perturbar tu recogimiento.

Soledad, huérfana de hijo, como árbol despoblado en el mes de abril. Madre en la muerte, para darnos vida con la vida del Hijo arrebatada. Sola en tu Soledad, más sola que el dolor, dormido para siempre en tu regazo, más sola que la muerte que muere para dar vida. Siento Madre tu dolor, siento en el pecho tu dolor y su muerte, siento al mirarte el amor que en plegaria se convierte.

Virgen que aprieta en sus manos, el dolor de aquel momento, ya vas por las calles de Martos, con la mirada serena y derramando tu amor.

¡Acompañadla Marteños! ¡ que la Virgen va llorando! Ya se abren las ventanas, la gente con flores asoma, los ángeles del cielo bajan para prestarle un pañuelo, secarle esas lágrimas marteños , ¡ librarla ya del sufrimiento Madre Soledad, yo quisiera no ver tristeza en tu cara, ver la sonrisas en tus labios y el gozo en tu mirada.

SABADO DE GLORIA
El sábado, un negro presagio se abatía sobre Raúl y su familia, la situación era extrema, había entrado en un estado pre comatoso, su respiración era dificultosa, la palidez cerosa de sus mejillas y lo afilado de sus rasgos me hacían temer lo peor. No me podía creer que la situación hubiese llegado a este limite en tan poco tiempo, hacía poco más de una semana que había llegado al hospital y parecía tan lleno de vida que era difícil hacerse a la idea de que su muerte estuviese tan próxima.

Su familia ya no podía disimular el dolor y la angustia. Mis compañeras me comunicaban que había pasado la noche inquieto, sin dolor, gracias a la medicación pautada, al menos se estaba liberando del sufrimiento y parecía dormir un profundo sueño, se le veía tan frágil, ¡Dios mio, no puedes evitar esto! ¡es tan joven! Carmen estaba transida por el dolor, quien era capaz de decirle que la muerte no nos roba a los seres queridos, solamente nos los guarda, los inmortaliza en el recuerdo, es la vida la que sí nos los roba muchas veces y de forma definitiva, que somos algo más que cerebro o cuerpo, que la verdadera esencia es el alma y esta es eterna, que cuando su voz callara para siempre con la muerte, su corazón le seguiría hablando.

¿Cómo consolarla ?, solamente alguien que haya pasado por este trance tan doloroso, entendería la dimensión de su dolor, yo, por la experiencia de mi trabajo, solo puedo imaginar y sentir una fracción de esa tristeza infinita, de esa sensación de desgarro, de pérdida de una parte de nosotros mismos. En multitud de ocasiones, compartiendo tantas situaciones amargas y dolorosas, he sentido como una voz gritaba en mi interior. ¡Vi ve mientras estés viva! Era sábado de gloria, pero estaba convencida de que todos no lo viviríamos de la misma forma.

Como cada año y en compañía de mis amigos, me dispuse a acudir a la Parroquia de Santa Marta, para asistir al momento en que la noche pierde su embrujo, la noche oscura, da paso a la más luminosa alborada, porque la luz del nuevo día poco a poco se hará sitio en el reino de la muerte.

La Pascua, es el triunfo de Jesús resucitado, se enciende el cirio pascual que nos anuncia que la luz no declina y que discretamente siempre nos acompaña, sin deslumbrar, nos alumbra el camino de la salvación.

Esa luz que nos indica que la muerte muere ante la explosión de la vida. Es el momento de dar gracias, conmovidos por el gozo, el Señor quiere hacernos testigos de este milagro, es el momento de abrir nuestros corazones, de dejar salir todo aquello que antes nos llevaba a ofender a Dios, a herir al hermano.

 Jesús, después de ser crucificado, estuvo muerto y enterrado, y al tercer día resucitó, juntando su cuerpo y alma para nunca más morir. Antes de morir, había profetizado su resurrección, por lo que al hacerlo demostraba y con la prueba más convincente que EL ERA EL HIJO DE DIOS.

!Alegraos todos! Cantemos juntos por el triunfo de Jesús resucitado, acompañemos a nuestro querido coro que entona cánticos de alegría, mientras unos pequeños cofrades eparten piedrecitas, dónde se ha grabado ¡CRISTO VIVE! Raúl murió la madrugada del sábado, víspera del Domingo de Resurrección. Su vida se apagó lentamente, entró en el sueño eterno de los justos y todavía doy gracias por no haber estado presente, reconozco que no estaba preparada para decirle adiós.

Me dijeron que no sufrió en los últimos instantes de su vida, simplemente se quedó dormido y no despertó; el comportamiento de toda su familia en tan duros momentos fue ejemplar, no hubo voces, el sufrimiento fue silencioso, callado, vivido en la intimidad.

Estoy convencida de que goza en el cielo a la derecha del Padre y me reconforta la seguridad de que su fe en Dios y su amor por la Semana Santa fueron su principal equipaje en su viaje hacia la resurrección , su cuerpo debilitado tras una penosa enfermedad no pudo esperar el final de mi relato, pero, estoy convencida de que desde una ventanita del cielo estuvo pendiente esa mañana gloriosa de resurrección de un pueblo de Jaén donde raro es el año que no brilla el sol para anunciar a bombo y platillo que Jesús ha resucitado
Amanece un día soleado, la luz es blanca, destelleante, la misma que brilló hace 2000 años en Jerusalén y resplandeció en el sepulcro cuando Jesús venció a la muerte. ¡CRISTO RESUCITA EN ESTA HERMOSA MAÑANA!

Fiesta grande para el cristianismo, júbilo y entusiasmo que se vive con especial intensidad en la Parroquia de San Amador y Santa Ana El barrio de La Cornacha se viste con sus mejores galas para recibir la imagen de un Cristo triunfante, acompañado de nazarenos de blanca túnica y capirote y capa roja, es llevado por sus costaleros por las calles de nuestro pueblo enseñando a todos la imagen de un hombre que venció a las tinieblas de la muerte.

¡CRISTO HA RESUCITADO!, Es el primer grito de fe, de vida nueva, de victoria definitiva. Rotas las cadenas de la muerte, Cristo, ha salido victorioso del sepulcro y asciende del abismo. La tierra se ha llenado de luz, huyen las tinieblas que cubrían el orbe.

Jesús había venido hacia nosotros, había vivido como viven los hombres, los mismos que lo destrozaron con sus propias manos hasta llegar a la muerte. Pero Dios hizo lo imposible, en este día resucitó para nosotros y desarmada quedó la muerte y ahora está aquí, entre nosotros, esta vez, para siempre.

Jesús, es el sentido concreto y final de nuestras vidas, es el impulsor de toda la creación, el punto de arranque de toda iniciativa, el centro de toda novedad, la risa sorprendente de la eterna juventud.

Si resucitó, no fue para marcharse, dejando tras de sí un vacío sin esperanza.

Su cuerpo forma ya para siempre parte de nuestra tierra y de nuestras vidas.

 La Pascua es la señal externa del fuego interno que recorre las entrañas de la tierra.

Aquí parece que todo ha quedado igual, el mal continúa en el rostro de las cosas y nosotros tomando la apariencia por realidad, creemos que el amor está muerto Pero yo os digo que no, que CRISTO está presente en el corazón de todos nosotros.

Lo que hoy os anuncio con estas palabras, tenéis que anunciarlo vosotros con la vida.

Os anuncio la buena noticia, mucho más importante que cualquier noticia escrita en la prensa.

Los amigos directos de Jesús, los que le vieron sudar por los caminos, luego le vieron triste y preso, los que huyeron al verlo conducido a la muerte han visto y sentido a su manera que Jesús está vivo.

Jesús se deja ver por quienes tienen los ojos abiertos, el alma esperanzada y elcorazón puro.

Muchos diréis que ninguno hemos visto a JESÚS, no hemos tocado sus manos, ni metido el dedo en sus heridas, nunca se ha aparecido en nuestra casa; sin embargo, después de tantos años, creemos en su Palabra y su promesa, creemos que ha resucitado y que está vivo entre nosotros.

La alegría del resucitado supone una invitación a la renovación espiritual y yo os invito a celebrar la vida, a beber el vino del hombre nuevo, celebremos la vida.¡Marteños, celebremos la RESURRECCION!

El triunfo de la vida sobre la muerte es el único y verdadero mensaje y todos queremos celebrar este acontecimiento henchidos de alegría. El repique de las campanas de San Amador que voltean jubilosas así lo hacen saber al pueblo marteño.

Los pétalos de flores caen del cielo sobre nuestras imágenes a la salida del templo. Es un día para compartir risas y alegrías, es tiempo de victoria. Los cristianos en este domingo glorioso, tenemos motivos más que sobrados para saborear y celebrar bulliciosamente este gran acontecimiento. ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive! ¡Aleluya!. Noticia que no se anunciará en telediario, tal vez no se anuncie en prensa, pero este grito de alegría resonará en todas las iglesias del mundo y alegrará el corazón de todos los cristianos.

Hoy me ha tocado a mí anunciarlo, amigos, pero no soy la primera ni la última en ser testigo y dar testimonio de este milagro. El amor de Dios es más fuerte que la muerte, el amor tiene la última palabra y solo el amor puede derrotar a la muerte.

Pascua, es el triunfo del amor, es tiempo de alegría y de esperanza.

Hermanos, salgamos a la calle, porque Cristo está vivo, para nosotros, para usted, para mí, acompañemosle por las calles de nuestro pueblo, concentrémonos en la Fuente Nueva, compartamos el momento de soltar las palomas que se llevan nuestros pecados, porque Cristo, con su sacrificio nos ha salvado de ellos.

Vivamos el encuentro con su Madre llena de Esperanza y alegría, que corre hacia El portada por sus costaleros, luciendo al sol su manto de terciopelo verde. La madre de Dios vivo, siempre detrás de su Hijo, caminando con paso lento. Nunca dudó, siempre confió en su palabra y en este encuentro.

Enseñanos María a no perder la esperanza, esperanza del que sufre, del que anhela, del que vive y del que espera vida nueva.

Os animo a creer, a no perder nunca la esperanza, yo creo, y por ello, voy a seguir iluminando en medio de la oscuridad, creeré aunque algunos pierdan la esperanza, seguiré dando amor aunque otros siembren odio, creando aunque otros destruyan, seguiré hablando de paz en medio de tantas guerras y voy a seguir sembrando aunque otros pierdan la cosecha y seguiré gritando aún cuando otros callen y dibujaré sonrisas en rostros con lágrimas y transmitiré alivio cuando vea dolor, regalaré motivos de alegría donde sólo haya tristeza e invitaré a caminar al que decidió quedarse, levantaré los brazos a los que se han rendido porque en medio de la desolación siempre habrá un niño que nos mirará esperanzado, en medio de la tormenta saldrá el sol y en medio del desierto crecerá una planta.

Os pido, que si algún día me veis un poco perdida, os acerquéis a darme un abrazo, o me regaléis una sonrisa, eso será suficiente para volver al camino, para confiar en la vida y seguir creyendo en Dios.

Antes de retirarme, quiero agradecer a todos los miembros de las Cofradías y Hermandades la labor realizada para avivar la fe que en su día recibieron de sus mayores, por los testimonios anónimos de gente de buena voluntad siempre dispuesta a trabajar, enamorados de su Cristo o de su Virgen, sin esperar nada a cambio.

Seguid así, trabajando por engrandecer nuestra Semana Santa y a nuestro pueblo.

 Ahora, sólo queda que cada año vuestros corazones vivan en su interior la Semana Santa como ha de vivirse, que se vistan con las túnicas de las distintas hermandades y sean verdaderamente corazones de hermano y que vivamos conforme al ejemplo de Jesús, pero no sólo en esta semana que se acerca sino durante toda nuestra vida.

Y ahora hermanos, salid fuera, vivid de acuerdo a vuestras creencias, proclamad vuestra fe a los cuatro vientos y por supuesto disfrutad de nuestra SEMANA SANTA.

Para ir terminando, creo que es el momento para que todos reflexionemos, es evidente que de la Semana Santa forman parte una serie de imágenes religiosas de indudable interés histórico y artístico, tronos, palios, mantos, enseres de orfebrería de gran valor y una relación interminable de bienes materiales, pero hay algo más. Algo que tiene un valor inmenso y que no podemos cuantificar y es la fe de todos los marteños en sus sagradas imágenes y en el mensaje evangélico que trasmiten, el trabajo desinteresado de todos los cofrades para que cada uno de los desfiles procesionales sea más esplendoroso, que poco a poco vaya calando la idea de que la Semana Santa es un todo, mucho más importante que los asuntos particulares de cada cofradía.

Todo esto forma una herencia, un legado que hemos recibido de nuestros padres y abuelos y que tenemos que conservar y enriquecer para transmitirlo a nuestros hijos y nietos. Por tanto, estamos obligados a hacer todo lo posible para que todo lo relacionado con la Semana Santa, cofradías y hermandades sea como una luz, un fuego que nunca pueda apagarse. El mensaje de Jesús ha de calar hondo en los sentimientos del pueblo cristiano para abonar nuestros corazones, esta será la Semana Santa interior, de cada uno de nosotros, también está la de la Iglesia y la de la calle, tres dimensiones de nuestra celebración cristiana.

Deseo que esta Semana que pronto comienza constituya unos días de auténtico espíritu cristiano, que transcienda mucho más allá de las celebraciones y ritos externos, que llegue a lo más profundo de nuestro ser y que hagan que el espíritu y la sensibilidad que en estos días afloran a nuestros corazones se transforme en un auténtico caudal de4 fe que encauce nuestras vidas y nos haga participar del auténtico mensaje que Jesús nos dio: ¡AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS  HE AMADO!

Os invito a vivir estos días intensamente en todos los aspectos. Que nuestros oídos se empapen de música, que nuestros ojos se llenen de bellas imágenes y de lágrimas de emoción al ver hecha realidad la lucha de todo un año de trabajo. Que nuestro olfato se impregne de aromas, de flores, cera e incienso, que nuestra piel se erice ante la emoción de un misterio hecho realidad y que transpire por cada uno de sus poros nuestro amor y nuestra fe en CRISTO.

 Se acaba el pregón oficial de nuestra Semana Santa, ahora dejemos que continúe el importante, el verdadero, el pregón de la calle, el que da el pueblo con su asistencia a los cultos, con su presencia en las estaciones de penitencia, con el trabajo de todas las Cofradías. El pregón que da el pueblo, transformando su manera de ser, acercándose más a Jesús, ese es el verdadero pregón. Hagámoslo mejor cada día.

Muchas cosas podría decir esta noche, pero para ello, el pregón se renueva cada año y una voz distinta presta su pulso a este atril del que yo ya me separo, en él dejo reposar mis sentimientos y el despertar de mi más maravilloso sueño: HABER SIDO PREGONERA DE LA SEMANA SANTA DE MARTOS.


HE DICHO