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Semana Santa Pregón 2008

 

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Pregón de la Semana Santa
Año 2008

 

 

José Manuel Ocaña Chamorro


 

 

 

Dicen que hace más de dos mil años vivió un hombre llamado JESUS DE NAZARETH.

Dicen, que nació en una familia humilde, trabajadora, honrada, sus padres, de nombre María y José. 

Dicen, que desde pequeño tenía claro y asumió la misión que debía de cumplir por expreso deseo del Padre Celestial.

Dicen, que una vez adulto, se dedicó a predicar el mensaje por aquellas tierras de Galilea de forma incansable.

Dicen, que su espiritualidad era el modo de saber situarse en la vida, que fue aclamado, proclamado, amado y seguido por muchas gentes.

Dicen, que las mismas, días después, lo maltrataron, ajusticiaron y condenaron a muerte.
 

Me dijeron, hace algunos meses, que hoy, al cabo de mucho tiempo después de ocurrir aquellos tremendos y dramáticos acontecimientos, les hablará de los mismos, de su protagonista, tan carismático, fascinante y peculiar; también, de aquellos otros personajes que estuvieron junto a él, a su lado, hasta el final.

Que dicho relato lo hiciera a través de sus diferentes representaciones iconográficas y manifestaciones plásticas, reflejadas en nuestra Semana Santa de Pasión.

Les digo, que dicha tarea, aún el tiempo transcurrido desde aquellos sucesos, resulta más que complicada, porque muchos, en distintas situaciones se
repiten en la actualidad. Lo que sin lugar a dudas, no ha cambiado, es el mensaje proclamado hasta la saciedad por la figura principal: su carisma, humanidad, servicio, entrega y amor a los demás, hacen que sean valores y cualidades que se mantienen plena e intensamente vigentes.

Por tanto, deciros que; “Vengo a usar la palabra, en una fiesta de silencio..., vengo a exaltar la conmemoración de un pueblo que guarda luto..., vengo a describir una procesión de sombras a través de la pasión y muerte, vengo a exaltar un cántico de alegría y libertad con la bendita resurrección..., quiero hablaros de sentimientos, creencias, recuerdos, oración callada, lágrimas derramadas, penitencia..., quiero hablaros de la Semana Santa Marteña, deseo hablaros desde mi humilde persona, de JESÚS de NAZARET, de Cristo, del Mesías.

“Olor a incienso, azahar, jazmín, romero..., sol que brilla y deslumbra, luna que ilumina la noche estrellada, susurro de fuentes, relicario de arte, crisol de sentimientos..., jornadas de dolor y muerte..., calles estrechas, recoletas, rincones callados convertidos en vía crucis..., días que transcurrirán y vendrán culminados por el triunfo de Cristo Resucitado”.

Deseo que mis palabras sean un Canto, ¡un canto al amor de los amores, un canto al Señor, al Dios que esta aquí, entre nosotros, ¡estad conmigo cofrades, cantemos todos unidos y adoremos a Cristo Redentor, Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra bendecid al Señor, honor y gloria a ti, Dios del Amor!.

Ilmo. Sr. Alcalde, Concejales y Concejalas de la Corporación Municipal, Rvdo. Sacerdote Consiliario e integrantes del Consejo General de Cofradías y Hermandades, Sacerdotes, Presidentes, Hermanos Mayores de las distintas cofradías marteñas, querida esposa e hijos, padres, hermanos, familiares, cofrades, amigos y amigas todos.

Sean mis primeras palabras para mostrar mi gratitud al Consejo General de Cofradías y Hermandades, su confianza al confirmarme en este alto honor para con mi persona, designándome Pregonero de la Semana Santa Marteña 2008. Daros las gracias, en mi caso, no es un cumplido gratuito.

Antes de continuar, debo de agradecer las distinguidas palabras de presentación que de mi persona ha hecho el compañero, amigo y hermano RAFAEL CANILLO. En todo acto de esta índole y otros similares, atendiendo a lo preceptuado en el protocolo, siempre debe de existir una introducción, prólogo, presentación, la cual debe ir orientada respecto al evento que se va a desarrollar ó persona que va a intervenir. Para ello, el interviniente, previamente ha de haber designado a alguien para cumplir dicha tarea.

No obstante, sucede en algunas ocasiones que el presentador no conoce a su presentado y para acometer dicha labor tiene que tirar de informadores, currículum e historial. En otras, presentador y presentado se conocen más que suficientemente y en este caso el trabajo es mucho más fácil. Esa fue mi intención desde el primer momento, facilitar la labor a mi presentador, puesto que conoce tanto de mí, como yo de él.

Reconozco que RAFA, haciendo uso de la fuerte amistad que nos une, haya exagerado en sus intenciones en ese cariñoso perfil que ha trazado sobre mi vida, lo que sí estoy completamente seguro, es que sus palabras son sentimientos íntimos que han brotado desde lo más profundo de su alma. Yo, amigo, quiero agradecerte sinceramente desde lo más noble de mi interior, todo lo que has dicho de mí para la ocasión, has conseguido que se acallaran los latidos de mi corazón,

pero además, deseo manifestarte mi enorme gratitud porque en el día a día, desde hace tiempo atrás, me transmites y ratificas ese querer, demostrando que lo expresado no queda solo en unas bonitas palabras hilvanadas para una situación puntual, sino que son y perduran paralelas con nuestras vidas. Muchas Gracias.

Además, fijate lo que son las cosas del destino, tan solo ha faltado un año, para que se cumplieran diez de cuando tu pronunciaste el pregón de Semana Santa, 1999, en aquella ocasión, yo fui tu presentador.

También agradeceros a todos vosotros y vosotras, presentes en este bello escenario del Teatro Municipal “Álvarez Alonso”, el calor, cariño y realce que ofrecéis a este Acto.
A las bandas de tambores y cornetas del Cristo de la Fe y Consuelo, Monte Calvario y Agrupación Musical Maestro Soler, que como parte integrante de la semana santa han querido estar presentes en el mismo.

Para un marteño “machamartillo”, pues así me considero, (como decía el recordado, hijo predilecto, marteño ilustre, sacerdote y antecesor en estas lides, Don Manuel Caballero Vénzala), hallarse en esta Tribuna, representa un altísimo privilegio, elevadísima responsabilidad y hermoso cargo para quién la ocupa, teniéndose muy en cuenta, la tarea encomendada, de ofrecer a todos vosotros y vosotras, hermanos y hermanas cofrades, la proclamación de este pregón, que viene a representar la apertura, un año más, de nuestra semana de pasión tuccitana.

Esta noble tarea de declamar, entonar y elevar las grandezas de nuestra semana santa, año tras año resulta más difícil de cumplir, puesto que el nivel adquirido ha alcanzado una cota de relevancia que no es nada despreciable, protagonizada, evidentemente, por la calidad de los pregoneros y pregoneras que con anterioridad han tenido la ocasión de ocupar esta cátedra.

Baladí resultaría hablar de la transformación experimentada en nuestra semana santa. Por mi edad y compromiso con la misma, me bastaría echar un vistazo veinte o veintidós años atrás, para establecer una comparativa significativa con la actual. Sería tiempo más que suficientemente enriquecedor para hacer un balance totalmente positivo respecto a su desarrollo y esplendor.

Las últimas décadas del siglo XX, supusieron para las corporaciones nazarenas de nuestra localidad un fuerte impulso, el cual, hay que reconocer, vino auspiciado por la propia Iglesia que realizó un cambio y giro importante respecto al asunto, teniendo muy en cuenta el gran potencial humano y espiritual que suponían el conjunto de las Hermandades dentro de la misma. Lo que llevo consigo, la renovación de muchas Juntas de Gobierno y la incorporación de la juventud, tanto en las listas de cofradías como en los puestos de responsabilidad.

Hoy por hoy, nuestras cofradías y hermandades han asumido plenamente el compromiso cristiano que representa formar parte de la Iglesia. Igualmente sus componentes se identifican completamente con estas Agrupaciones, las sienten, les duelen, las hacen suyas, las llevan en su interior: “un toque de corneta, un costal, una mecía del paso de palio, hacer penitencia junto a la imagen de su Cristo y Virgen, la magia de un nazareno recorriendo las estrechas callejuelas...” son tantas, las motivaciones que llevan a una persona a querer vivir su vocación cristiana cofrade en el seno de una Hermandad que, todo ello ha desembocado en poder disponer en nuestra agenda de una gran, diversa y enriquecedora programación de actividades que se vienen desarrollando durante todo el curso cofrade: actos cultuales, eventos culturales, conciertos, certámenes musicales, publicaciones periódicas, sesiones formativas, atención a los asuntos de caridad, casetas de feria,

participación activa en diversos foros, presencia en la red..; Asuntos estos que, tiempo atrás, no eran considerados en la medida y no entraban a formar parte del ámbito cofrade, otros, ni eran planteados y mucho menos conocidos; por tanto, con una nueva visión de futuro y filosofía de trabajo, tanto a nivel interno y común, ayudados por los avances que nos proporcionan las nuevas tecnologías, hemos participado y experimentado un cambio sin precedentes para, por un lado fomentar nuestra Semana Santa fuera de nuestros limites locales y por otro, hacerla más cristiana y grande para beneplácito de todos los cofrades marteños.

En la actualidad, tenemos la gran suerte de disponer de una semana de pasión totalmente configurada, para mí, personalmente, resulta muy satisfactorio decir que “no nos queda ningún día libre”. Cuestión esta, que no ocurría cuando era niño. Pensaba en los días que teníamos que esperar hasta la próxima procesión: del domingo de ramos por la mañana, hasta el martes santo por la tarde, de este, al jueves santo a las once de la noche, como manda la tradición, ¡muchos días al descubierto y demasiado tiempo desocupado para un espíritu inquieto!. Espacio, el cual, en la mente de este niño, se aprovechaba para imaginar la valentía y decisión de grupos de cofrades que vinieran con su esfuerzo, tesón y dedicación a crear nuevas cofradías o recuperar aquellas otras, que de alguien había escuchado, años atrás, antes de la guerra “incivil” existían y procesionaban en nuestra localidad.

Para satisfacción de aquel niño, más tarde adolescente, joven, hoy adulto, aquel sueño se ha podido hacer realidad, contando con una semana santa de las más ricas y completas de la geografía provincial y permitidme, que aflore mi orgullo marteño, del ámbito regional también.

No queda jornada de esta semana que no encontremos cita con la pasión de Cristo, ¡salgamos a la calle a su encuentro y al de su Bendita Madre María Santísima, en sus ocho advocaciones marianas!. Así, orgullosos, podremos contemplar, esos pasos de Cristo y de la Señora, convertidos en altar de amor derramado por completo a los hombres y mujeres de este pueblo, que los venera, honra con oración y respeto.

Desde el año 2002, contamos con la Resolución de 25 de junio, de la Dirección General de Fomento y Promoción Turística de la Junta de Andalucía, por la que se hace pública la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía, a la Semana Santa Marteña. Concesión conseguida y otorgada por el firme apoyo, voluntad y decisión que nuestro Ayuntamiento y el conjunto de cofradías y hermandades, con sus representantes a la cabeza, acogió, impulso y respaldo, logrando así dar un mayor esplendor y brillantez a nuestra semana de pasión.

No obstante, dejadme que a mi edad, siga imaginando un poquito y aunque no quede día disponible para procesión (asunto este, que sería perfectamente subsanable), para un semanasantero como yo, es legítimo soñar y desear para un futuro, la fundación de más cofradías que den lugar a nuevas estaciones de penitencia, a nuevos pasos, a nuevas composiciones esculturales, que representen pasajes de la pasión ausentes de nuestra Semana Santa. Mi debilidad, debo de confesar, siempre estará en una Santa Cena ó un paso de misterio del Descendimiento con la Virgen de las Angustias o Piedad.

“Llegó el día señalado y el Señor salio del desierto y de Efrén hacía la ciudad Santa, para padecer y morir en ella. Y caminaba con tanta prisa y decisión que llevaba a todos la delantera, de modo que los mismos discípulos estaban admirados de su comportamiento, porque ellos tenían miedo. Llegados a Jericó, Él mismo se invito hospedándose en la casa de Zaqueo. Al día siguiente, partió seguido por mucha multitud y gentes que le abordaban en el camino, pidiéndoles sanación, suplicándoles que se compadeciese de ellos..., por cualquier lugar que pasara hacía favores, dejaba señales y huellas evidentes de quién era”.

Terminado su viaje, llegó a Betania, seis días antes de la pascua, allí era reciente el milagro de la resurrección de su amigo Lázaro. Allí, como tantas otras veces le esperaban sus fieles servidoras Marta y María. Descansado y agasajado, al día siguiente, domingo, se dirigió a Jerusalén, donde se le tributó aquél solemne recibimiento.

DOMINGO DE RAMOS

Es la mañana del Domingo de Ramos Marteño, procesión de blancas palmas, cadencia rítmica en su movimiento, al mismo tiempo que se escuchan exclamaciones de euforia, alegría y bienvenida, hace su aparición la COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS EN SU ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALEM.

Lo recibieron con palmas, vítores y jubilo una gran multitud, la ciudad se puso en pie..., que falsos y aparentes, si días después, lo iban a despreciar, odiar, condenar y crucificar”
Incomprensible la razón humana, hoy muero por ti, mañana ni me acuerdo.

Aquellas tardes de sábado, preludio de nuestra Semana Mayor, eran toda ilusión, bajar al colegio de los Padres Franciscanos y comprobar como la Borriquita estaba siendo preparada cuidadosamente, con cariño y esmero para ser colocada en su trono, era completamente alentador. Había trasiego de padres y madres que iban con sus hijos e hijas a retirar la palma, esa con la que al día siguiente, saldrían a las calles tuccitanas para acompañar a Jesús, en la procesión de la alegría e ilusión.

De regreso y una vez en casa, a preparar la ropa a estrenar, quedar bañado y listo para el día siguiente aligerar y estar puntual en la puerta de la iglesia del colegio San Antonio, para ver la aparición de Jesús Triunfal.

“Arco glorioso al cielo, aceitunadas ramas de olivo, tallos de verde aceituna y blanco marfil de palmas, tonos tenues, como el alma inocente de los niños y niñas, que se manifiestan con el raso blanco inmaculado de sus sayas, semilla viva que mantiene a esta cofradía, en la procesión que el pueblo presenta, para celebrar la entrada de Cristo en nuestra Jerusalén tuccitana”.

Recuerdo los años en los que el paso de Jesús iba a ruedas, creía que era porque su recorrido, bastante llano, no presentaba dificultad y su utilización resultaba un signo de modernidad, ¡cuan equivocado e iluso me hallaba!, Afortunadamente, años posteriores y de esplendor en nuestra semana santa, estas fueron eliminadas y el trono, es portado orgullosamente por cuadrilla propia de costaleros. Jóvenes llenos de ilusión que pasaban de participar con la palma, a ser protagonistas, sintiendo sobre sus hombros el peso de Cristo, introduciéndose así, en el arte y privilegio de sentir a Dios sobre su propio cuerpo.

En la actualidad, la situación es bien distinta y perfectamente consolidada, el equipo de costaleros esta completamente homogeneizado, conoce al detalle cual es su papel dentro de la Hermandad y sobre todo, cual es su función bajo el varal. Han adquirido conocimientos y fortaleza suficientes, para mecer a un Cristo triunfante..., imagen de Jesús, titular, de esta joven Hermandad.

El cortejo, a pesar de estar formado por cofrades muy pequeños, es ordenado en sus filas. Además, sin lugar a dudas, es el más precioso en su variopinta composición: contemplar la cara de un niño o niña vestido con el traje de estatutos, con la ilusión incomparable reflejada en su angelical cara, es uno de los regalos más hermosos que nuestra semana santa nos depara.

“A ti, Jesús montado en la borriquita. A ti, maestro que en lomos del jumento descansas del esfuerzo y tomas energía para asumir lo que se te avecina. A ti, Cristo exultante que con palmas y alegría haces tu entrada en la ciudad bendita. A ti, Jesús sencillo, acompañado con las algarabías de los niños que un día bendecístes con tu proximidad a ellos. A ti, Jesús, hombre que te muestras dispuesto...; A ti, hoy te llevan los hombros de estos jóvenes costaleros, que con valentía profesan públicamente su Fe nazarena”.

Te portan por las calles y avenidas amplias de esta antigua ciudad tuccitana, bendices a la multitud que hoy te adora y aclama, eres paseado por la zona llana, suave, sin cuestas..., ya que dentro de poco, con tu proceso, conocerás y sufrirás el vía crucis que representa la dureza e injusticia de la condena.

Quisiera destacar que, a pesar del tiempo transcurrido y gracias al buen entendimiento que siempre debe de imperar, en la relación cofradía, Iglesia, la imagen de Jesús en la borriquita, cuenta ya, desde hace algunos años, con altar propio en la capilla del Colegio de los Padres Franciscanos, donde esta Cofradía tiene su sede canónica, pudiendo así, ser contemplada y venerada por sus cofrades en particular y fieles en general; abandonando de una vez por todas, el lugar olvidado donde tantos años ha estado relegada, desde domingo de ramos a domingo de ramos.

Como decía antes, aquellos sueños infantiles, ya más adultos, se han ido haciendo realidad, y es que, desde las 14,45 de la tarde, aproximadamente, que se viene encerrando la borriquita, tan solo hay que esperar unas cuatro horas, para tener nuestra siguiente procesión en la calle.

La HERMANDAD DEL STMO. CRISTO DE HUMILDAD Y PACIENCIA, MARIA MADRE DE LOS DESAMPARADOS Y SAN JUAN EVANGELISTA, hace su primera estación de penitencia, en la Semana Santa del año 1996, con la imagen de María Madre de los Desamparados, acompañada por el discípulo amado.

En aquella fecha, días previos a la esperada salida procesional, debo manifestar, que fui testigo excepcional, al igual que muchos otros cofrades, de la celebración religiosa inolvidable y solemnísima, que tus hijos te ofrecieron para entronizarte y bendecirte, Madre Santísima de los Desamparados, haciéndote así suya y a la vez nuestra. Jamás se me olvidará la ceremonia tan espléndidamente preparada, en todos sus sentidos: litúrgicos, ornamentales, protocolarios..., simplemente ¡excelente!.

Igualmente, impresionante resultó tu primer desfile procesional, en el atardecer de aquel domingo de ramos: observar tu paso lento y a la vez decidido, desde el interior del monasterio Trinitario, acompañado por la música escogida para el momento..., tu aparición por el cancel, puertas que se abren..., público expectante, corazones palpitantes, respiración comprimida... y allí, entre tantas miradas, Tú, majestuosa, suprema, exaltación de lo sensible, progenitora inmaculada de Jesucristo, primera estrella que anuncia la semana santa marteña,¡qué belleza la tuya Señora!, paso de palio, finos encajes..., todo destinado para contemplar y vestir a la Reina y Madre.

Advertir la dificultad que representa la salida por las escalinatas del Convento de las Madres Trinitarias. La decisión con la que fue afrontada por tus bien instruidos costaleros, representó todo un catálogo de fuerza y valor que los hijos de Madre Desamparados, rendían a su imagen titular. Pero eso no fue todo, también optaron por recurrir a calles tradicionales, típicas, estrechas, sinuosas de nuestra localidad, con incomparables rincones, abriendo así un nuevo y amplio abanico de opciones para poder disfrutar de la Semana Santa Local.

Tu aparición en nuestra Semana Mayor, confirió un importante revulsivo a su grandeza y valor. De todos era conocido el proyecto que esta hermandad quería desarrollar y llevar a cabo. Establecieron un amplio calendario de cultos y actividades, trabajaron intensamente, transcurrieron algunos años, hasta que finalmente, consiguieron un objetivo más, cual fue que, en el año 2002 el Stmo. Cristo de Humildad y Paciencia, fuera una realidad.

“Cristo suplicante, dolorido por los azotes dados por sus verdugos, Cristo atado con cuerdas a la argolla de una columna, como si de un malhechor peligroso se tratara, Cristo flagelado.”

Magistral talla nacida de las manos de un ilustre artista imaginero, con la cual, se iniciaba, parcialmente, el paso de misterio de esta Hermandad, ya que, poco a poco y recientemente, se le ha agregado e irá incorporando otras figuras, hasta quedar totalmente completado en su representación.

Al llegar la noche, el domingo de ramos pierde su alegría. El jolgorio y algarabía de la mañana, se transforma y convierte en un cortejo respetuoso, integrado por severas filas de hermanos de luz que interiorizan su tristeza, angustia y pavor.

Jesús, había sido traicionado por uno de los suyos, había sido vendido miserablemente por treinta monedas de oro. Esperando a que se reuniera a la mañana siguiente el sanedrín y le dieran oficialidad a su condena, fue entregado esa noche a los soldados del sumo pontífice para su custodia. Maniatado y amarrado a una columna, fue golpeado, escupido, insultado, por estos miserables, haciendo de esos actos su diversión para mantener la guardia más amena.

“Ante tu esbelta presencia, Martos enmudece; ante tu mirada suplicante al cielo, Martos ora; ante la dolorosa presencia de la Señora, Martos se rinde y llora; ¡qué dolor más injusto el infligido Stmo. Cristo de Humildad y Paciencia, qué dolor más duro el perpetrado a tu hijo María Madre Desamparados, qué lágrimas más punzantes recorren tus suaves mejillas...!”
Después de realizar ese recorrido tan peculiar y pintoresco, tu imagen llega despacio y serena al lugar de partida. Presenciar el lento ascenso en ese último tramo del itinerario, cansado de tanto sufrimiento, observarte, verte entrar en el templo con tu cuerpo sangrante y destrozado, supone mi rendición absoluta. Tú, Divino Maestro, fuiste azotado por mis culpas, humillado por mis egoísmos, vejado por mi soberbia, Stmo. Cristo de Humildad y Paciencia, bendíceme y haz que esos íntimos y profundos sentimientos de la fe cofrade, aniden fielmente en mis desvelos. Pasos atrás, guirnalda de palios temblorosos, camina, corre, se apresura, Madre Stma. Desamparados, ¡qué aligeren tus costaleros!, ¡qué acrecienten sus pasos!, así, María, podrás alcanzar, abrazar y llorar con tu amado hijo, Salvador del Mundo, Mesías, verdadero y único.

LUNES SANTO
Debo manifestar que cuando en ocasiones tuve la oportunidad de hablar o comentar con algunas hermanas, hermanos cruceros sobre la designación de día, para establecer su inminente salida procesional, siempre mi ímpetu se volcaba por la opción del lunes santo, día que se nos quedaba un poco huérfano, entendido esto en su sentido más estricto de la palabra. Ya que dicho día, como todos bien sabéis, desde años atrás se viene celebrando el vía crucis juvenil, con la querida y entrañable imagen del Cristo de las Penas, titular que fue en su día, de la Agrupación de Cofradías de Pasión. Celebración esta, que para mí, conlleva un profundo calado cristiano, además de emotivos recuerdos, ya que, años atrás, cuando uno era menos joven, aporto su trabajo en el desarrollo del mismo, participando activamente en su preparación y organización, a través de aquel movimiento denominado Coordinadora de Grupos Juveniles.

El ejercicio del vía crucis, con la lectura de sus catorce estaciones, establecidas en diferentes paradas durante el recorrido trazado por esas calles tranquilas, silenciosas, del casco histórico, invita a la reflexión y recogimiento personal, quedando roto, en los momentos intermedios, que suenan los acordes de las jóvenes guitarras, acompañados por los cantos de todas las personas que participan en su manifestación.

Finalmente, con gran satisfacción, la PRIMITIVA HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ Y COFRADÍA DE PENITENCIA Y SILENCIO DE NUESTRO PADRE JESUS DE PASION Y SEÑORA MARIA DE NAZARET, optó, por designar el lunes santo para materializar su estación de penitencia. Desde mi punto de vista personal, acertada decisión.

Los integrantes de esta hermandad, comenzaron su trabajo hace bastantes años, han sido fieles a una tradición cofrade, estilo, modo, carisma y rigurosos en el cumplimiento de objetivos, han sabido esperar pacientemente su momento y una vez consumado, decidir y actuar.

“Los lunes santos, el bullicio se hace silencio, el sol sé oscure, la noche y el cielo muestran su dolor inmenso, el suelo se estremece y tiembla, cuando el rechinar costalero, deja sentir su cadencia sobre la tierra”.

María de Nazaret, nace de la gubia de un insigne escultor-artesano. Imagen que trasmite el dolor de una madre en esos momentos de impotencia: rostro descompuesto, transido por el sufrimiento que va a padecer su hijo..., lagrimas, testigas mudas de su aflicción corren por su bella cara, conocedora del tormento y la crueldad de la que va a ser objeto: “tu alma será atravesada como con un puñal”, le profetizo Simeón.

Corazón partió de dolor, pero a la vez desbordado de amor inmenso. Encendida de humildad y obediencia, porque pudo ofrecer al hijo, a quién tanto quería, para gloria de Dios y salvación de los hombres.

Pero los componentes de esta Corporación, doctos en sus decisiones, consideraron que tanto amor y dolor no podía permanecer por mucho tiempo solo, así que decidieron hacerse con la imagen del Señor Jesucristo, al cual por nombre pusieron: Nuestro Padre Jesús de PASION.

“Silencio, llega el Cristo de Pasión. Pesada carga, Señor, llevaste por pagar nuestros pecados, perlas transparentes cayeron por tu frente, tus pies se crispan al pisar el duro y frío suelo, como quejarme yo por mis debilidades, si solo con verte, con contemplarte, debo rendir mi cuerpo cobarde” Canastilla con cuatro grandes hachones de color verde oscuro, que sirven de iluminación en el camino y escolta a Jesús de Pasión; “chirrido escalofriante de la madera. Debajo, adiestrados costaleros que sienten y portan sobre la cerviz el pesado madero, música de capilla, itinerario errante, libro de reglas, cruz de guía, ajuar cofradiero, sensaciones estéticas..., silencio..., silencio en la calle, silencio en los adentros, silencio para que Él pueda hablarnos, silencio para que podamos entenderlo”.

Lentamente, el hijo de Dios, hecho hombre, con total resignación, sin oponer resistencia, acepta la condena y camina abrazado a la cruz, la música de capilla, entona las notas más tristes y solemnes; las calles marteñas que recorre la comitiva, con sus gentes a las puertas, contemplan asombradas la grandeza de la cruz que tomó El primero, para que luego, nosotros, le siguiéramos.

Calle Perú, Clarín, Cobatillas Bajas, Teja, San Agustín, vías no cofradieras por excelencia, pero que ofrecen unas maravillosas escenas, imágenes y fotografías que descubren otras perspectivas y alternativas en el entramado emergente de nuestra Semana Mayor.

La comitiva silente avanza, llega a San Juan de Dios, campanas de duelo se escuchan y elevan al cielo. Dentro de la Iglesia, la Madre Señora María de Nazaret, lo espera con impaciencia; llora y siente angustia, desea acompañar pronto a su hijo, estar junto a Él en este trance tan cruel de su vida. Piensa en aquel niño que había parido con tanta alegría, que había criado, que había visto crecer. Luego se le fue para que el mundo conociera su doctrina y viera sus milagros. Y ahora, lo ve así, ajusticiado por blasfemo y traidor. Jesús de Pasión, antes de verla, serenamente se vuelve al pueblo y pide la intercesión y perdón del Padre, para todos aquellos, que no sabemos lo que hacemos.

MARTES SANTO.
En aquellos tiempos infantiles la tarde del martes santo era una de las más esperadas, mil veces me asomaba a la puerta de casa, mil veces creía escuchar los tambores y cornetas de las bandas que siempre han dado prestigio y buena compañía a esta Cofradía. ¡Ya!, por fin, ahora sí, sí que suenan, suenan ya cerca, estarán en el Llanete, calle Real arriba y yo, detrás de ellas a ver la salida de la COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS CAUTIVO DE LA TUNICA BLANCA Y MARIA SANTISIMA DE LA TRINIDAD EN SU MAYOR DOLOR Y DESAMPARO.

Por esta cofradía y sus imágenes titulares, siento un especial cariño. Decir que han sido muchas las horas que he pasado junto y ante el Cristo Cautivo y María Santísima de la Trinidad. Estas transcurrieron cuando siendo adolescente, formaba parte de un grupo juvenil, con sede en el monasterio Trinitario. Con frecuencia, los momentos de oración y otras celebraciones, las hacíamos ante sus sagradas imágenes, a las cuales nos acercábamos con gran devoción y respeto.

Recuerdo perfectamente la crisis que hubo y se sintió mucho en esta Cofradía, los primeros años de los ochenta: más de un besapie, tuvimos que cuidar y organizar los integrantes de este grupo. En numerosas ocasiones participamos en el desarrollo de su quinario y demás actos de culto, puesto que los cofrades brillaban por su ausencia.... Situaciones estas que, unas tras otras, por un motivo u otro, dieron muchos malos ratos a sus escasos dirigentes. La falta de organización, planificación, recursos económicos, agravaba las situaciones en todos sus aspectos, pero especial dificultad revestía aquellos tratos con las cuadrillas de costaleros pagados que venían a cargar con los pasos, para poder sacar las imágenes. Estos, aprovechando las circunstancias existentes, en mitad del recorrido, se plantaban y pedían más dinero, ¡cuantas irritaciones y malos ratos!.

A pesar de ello, esta Cofradía supo con gran acierto salir de la crisis en la que se vio inmersa, remontar las situaciones y con el transcurrir del tiempo, con gran esfuerzo, trabajo y tesón, renovarse y conseguir el auge del que ha hecho gala siempre y hoy presume, siendo emblema de la semana santa marteña.

“Padre Jesús Cautivo de la Túnica Blanca, Cristo con las manos atadas, Cristo trinitario, Cristo que con tu peso serviste de intercambio para rescatar aquellos cristianos hechos presos por los sarracenos. Cristo que te haces presente en prisiones, Cristo que consuelas a los condenados, Cristo que liberas a los oprimidos, Cristo que compadeces a los afligidos, ¡Cristo Cautivo, Rey libertador de los hombres!”.

Gran devoción despierta esta imagen en el pueblo, que cada primavera, bajo la flor del naranjo, al anochecer del martes santo, es acompañada por una gran cantidad de nazarenos, que forman severas filas que cubren el cortejo desde la cruz de guía al paso de palio. Jesús Cautivo, es llevado a hombros por fornidos portadores que marcan un solemne paso, tan sereno y rítmico que al contemplarte, parece que andas tu mismo.

“Tu cara, con mirada baja observa a la muchedumbre. Sabes de tu sentencia y a pesar de la mucha gente, conoces que estarás sólo dado el momento y eso té amarga, te angustia, sientes la muerte muy cerca. Con las manos atadas te llevan, tienes frío, sueño, la cara desfigurada por los golpes, cardenales en las mejillas, sangre coagulada y seca. Así te llevan por las arterías de esta Jerusalén tuccitana, así te presentan, vestido con una túnica Blanca, color con el que en Judea se marcaba a los lunáticos y dementes, símbolo del desprecio, pero Tú, Jesús Cautivo, no desfallezcas, porque a pesar de esta injusta condena, Tú eres nuestra gran esperanza y divina recompensa”.

A tu paso despiertas sensaciones en los hombres, mujeres, jóvenes y niños que se rinden ante tu presencia. Tal es el bullicio que el rumor se extiende deprisa por la ciudad, cada calle es como un afluente del río Jordán, han sacado a Cristo Cautivo, lo llevan camino del senado judío para juzgarle y aplicar sentencia. Tú, Madre, María Santísima de la Trinidad en su Mayor Dolor y Desamparo, sales tras él, a su encuentro, por las mismas calles, estrechas, empinadas..., no quieres perderle de vista, mantienes tu mirada fija en la figura blanca de la túnica.

“Noche de luna clara, noche despejada, espejo donde los cofrades se reflejan y buscan tu complacencia para afrontar la estación de penitencia de forma serena y sin sobresaltos de agua. Compañera de confesión, que acompañas a nuestra Virgen María de la Trinidad, belleza empañada por el dolor, lagrimas que resbalan por esas dulces mejillas llenas de tristeza, pavor, angustia y desesperanza”.

Madre Santísima de la Trinidad, Señora de Martos, tu balanceo de palio se transforma en instrumento para romper los lazos y cadenas de la injusticia que este mundo representa, herido en su sensibilidad, humanidad y preso en sus posibilidades...; Madre Santísima de la Trinidad, haz que tu movimiento de flores sea la victoria sobre la tiranía. María corredentora, Reina del Salvador, que tu llanto, ese que no se ve pero que internamente tanto se oye en nuestros corazones, sea nuestro tributo de amor y devoción a Nuestro Padre Jesús Cautivo de la Túnica Blanca y hacía Ti, madre sufriente, en tu mayor Dolor y Desamparo.

MIÉRCOLES SANTO.
Al atardece del miércoles santo, el blanco y sugerente barrio de la Fuente de la Villa, se convierte en un hervidero de gente que con fervor acude a la cita con la HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZAENOS DE LA ORACION DE JESÚS EN EL HUERTO Y MARIA SANTISIMA DE LA AMARGURA.

Tarde clara, reflejo puro y limpio del alma de hombres y mujeres que durante un año trabajan, para que el Cristo orante y María, durante esta noche bendigan a todos los que le rinden pleitesía.

Con gran satisfacción acogí la refundación de esta Hermandad, había oído de la aventura de sus promotores, del rescate del Cristo de entre los muros de la Ermita de San Bartolomé, de la imaginación derrochada para afrontar aquella primera salida procesional. Escuchaba que en sus formas, en sus maneras, en su esencia, todo iba a ser distinto. En su transcurrir, ha sido pionera en muchas y grandes cosas: la primera en establecer el estilo sevillano en la forma de llevar sus tronos, la de introducir el arte del costal, su peculiar vocabulario, la inicial en incorporar el llamador como elemento íntimamente unido al paso, la de realizar una espectacular salida del paso de palio de rodillas... “Toque de llamá, leve descenso, rodilla que genuflexa y apoya en el suelo, racheo suave en el movimiento de avance, tensión en el aire, tensión por dentro de aquellos que soportan el peso..., llegado el momento, suena la voz del capataz que grita, ¡todos por igual y con la Señora, al cielo!”.

Llamativas han resultado sus interminables filas de mujeres ataviadas con la mantilla española, atuendo femenino, que dicen, es signo de deseos ciertos de futuro. Su traje de estatutos, resulta de un alto contraste y contenido: túnica de raso rojo burdeos, color que simboliza: sangre, pasión..., capirote y capa de raso negro, significativo de: elegancia, silencio...

Desde sus comienzos, allá por el año 1981, han pasado ya algunos años. Hoy, esta Hermandad, se encuentra plenamente consolidada, con un gran prestigio en sus actos cultuales y culturales; contando con la publicación de la más veterana revista de Hermandad que se edita, acrecentando con la misma, nuestro acervo cultural y riqueza cofrade.
“La luna, ilumina ya las calles de esta milenaria ciudad, dispuesta a vivir el drama de Cristo, en esos momentos tan intensos de oración en el huerto de los olivos. El señor, inicia su itinerario con la subida de la calle La Fuente, como si se dirigiera al Torrente Cedrón, donde, sólo, alejado de sus discípulos, comienza su amarga oración”.

El Salvador, tenía aquella noche muchos motivos de angustia y tristeza encerrados en su corazón, los había sufrido durante toda su vida, pero en aquel momento, su dolor era más fuerte.

Es, la impresión que Cristo orante trasmite durante todo su recorrido procesional: mirada al cielo, mirada a Dios, a su Padre, mirada suplicante, postrado en oración, arrodillado junto al olivo, ese árbol que de fruto da aceite y que en divina transfiguración, en esos momentos, se convierte en sangre; y así, en plena agonía, oraba Jesús, con más fervor: “Padre, Padre mío”, si es posible que no tenga que beber de este cáliz de amargura”.

Y amargura es lo que la madre siente, su faz dolorida y angustiada se vuelve al pueblo, quiere buscar comprensión, consuelo..., en sus delicadas manos extendidas, sostiene con dolor y angustia un pañuelo para enjugar las lagrimas que surcan sus mejillas. Ante tanta desesperación, sus costaleros se esfuerzan para que con la mecía de su paso de palio, este se funda con el cielo y navegue por las mansas nubes de las multitudes que la envuelven y esperan.

“Toque de corneta, llamador que golpea, atención costaleros, levantá de paso, peso que cae sobre el costal. La marcha Amargura que suena, descendemos calle Real, San José y Albollón, Cristo ora, sufre y lucha a solas, Cristo manso, humilde, llora en silencio. Atrás viene su madre, rosa blanca de un rosal que nunca se marchita, no sufras madre de la Amargura, vence el nudo de la garganta y escucha con el corazón oprimió la oración que tu hijo al Padre Celestial clama:

¡Abba, padre mío”, hágase en mí según tu palabra!”.

JUEVES SANTO
En mis recuerdos fluye la narración de alguna persona mayor, comprensiva de la existencia de una (entre otras), Cofradía antigua, la cual procesionaba un Cristo Ecce Homo, conocido como el “Señor de la Cañita”. Antecedente que sirvió de base, inspiración, motivación, argumento necesario y suficiente, para que un puñado de cofrades se decidieran a recuperar una Congregación bajo la misma o similar advocación, Naciendo con esta premisa la jovencísima HERMANDAD DEL SANTISIMO CRISTO DEL AMOR CORONADO DE ESPINAS, MARIA AUXILIADORA EN SU MAYOR DESCONSUELO Y MISERICORDIA, SAN JUAN EVANGELISTA Y SAN JUAN BOSCO.

Y digo, jovencísima, porque la inmensa mayoría de sus integrantes son niños y niñas, adolescentes y jóvenes que en las sagradas imágenes del Cristo del Amor, María Auxiliadora y en la del Discípulo Amado, han encontrado el consuelo, ayuda, protección y misericordia suficientes para afrontar una vida cristiana, cofrade, comprometida.

De su historia incipiente, he compartido grandes, hermosos y buenos momentos, puesto que de los años de vida de esta Hermandad, por cercanía, pertenencia desde sus inicios y colaboración con la misma, desempeñando trabajo en su junta de gobierno, se me han brindado muchos e inolvidables acontecimientos en su seno y en todo lo relacionado con su proyección. En mi ámbito familiar, debo de decir con satisfacción, que ha sido el germen cofrade donde se han iniciado mis hijos Pablo Miguel e Isabel María.

Excusarme que, respecto a este último asunto me extienda un poquito. Para un padre cofrade (muchos y muchas de los presentes, bien lo sabéis), experimentar llegado el momento y contemplar la primera vez que tu hijo, va a participar en la ceremonia cofradiera, va a vestir la túnica que cubre el mismo cuerpo que el tuyo, va a realizar su primera salida penitencial..., lleva consigo una inmensa, abundante y a la vez contenida emoción; un hondo y profundo sentimiento de orgullo y satisfacción, uno, entre muchos, de los instantes más gratificantes que la vida te ofrece.

A la par, para el novato cofrade y nazareno, que durante mucho tiempo ha escuchado cantidad de charlas, conversaciones, opiniones y comentarios al respecto, de los cuales ha ido empapándose, preguntando y entendiendo; significa, sentirse admitido e integrado en la Hermandad, partícipe de las mismas sensaciones, vivencias que percibe su padre. Para ambos, progenitor e hijo, representa una gran complicidad, complacencia, y entendimiento. Para ti, personal, particular e interiormente, un enorme gozo, saber y ver que la semilla cofrade plantada y cariñosamente abonada, florece.

¡Esplendorosa era aquélla mañana de jueves santo de hace cuatro años, Pablo no había podido dormir y desde temprano en su habitación contemplaba la saya nazarena que iba a vestir!. Llegada la hora de salir de casa, él me acompañaba. Durante el trayecto hablaba y no paraba, estaba nervioso, se pilló la capa con la puerta del coche...; ya en el interior de la Iglesia Parroquial de San Juan de Dios, instantes previos a la salida procesional, él seriamente me miraba, ocupó el lugar indicado en la comitiva, quería ponerse su capirote, pero sabiamente fue convencido que ello sería posible en años venideros, asió su vela y la portó con decisión durante todo el recorrido, en algunos momentos, desde mi posición lo buscaba y miraba emocionado, allí estaba él, en los primeros lugares de la fila nazarena, contento por cumplir este deseo.

Dentro de unos días, en la próxima mañana de Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, si la lluvia no lo impide, como el año pasado, la alternativa en esta tradición cofrade, la tomará mi pequeña Isabel María, que con toda satisfacción y alegría, se cubrirá de nazarena y de la mano, acompañará a su hermano y guapa madre, Maribel, vestida de mantilla.

Los soldados lo llevaron del palacio al pretorio y convocaron a toda la corte. Se animaron ante la posibilidad de un entretenimiento, sus ocurrencias fueron ingeniosas y humillantes, inventadas solo por mentes despiadadas sin escrúpulos. En el suplicio de los azotes, el condenado quedaba desnudo de la cintura para arriba, el Señor se vistió una vez acabada la pena, después, dice San Mateo, le volvieron a desnudar y le decían: ¡salve rey de los judíos!. Las llagas sangrientas se habían pegado a sus ropas y al desnudarle otra vez, se abrieron de nuevo y sangró. Le vistieron con una clámide brillante de color púrpura o grana, aunque quizás fuera mejor decir que le envolvieron en un andrajo sucio y viejo. Luego hicieron una corona de espinos, se la clavaron con toda su fuerza en la cabeza, ante un dolor terrible y empezó la sangre a resbalar por su cara. Le pusieron una caña en la mano derecha para que hiciese de cetro, más tarde se rieron de Él, le escupían en la cara y lo golpeaban, aún así, Jesús seguía firme ante sus verdugos, ofrecía su cuerpo a los que le herían y sus mejillas a los que le abofeteaban y no desviaba la cara de los que le insultaban y le maltrataban.

“Callemos, guardemos respeto, Cristo camina tranquilo, mirada fija al frente, avanza destrozado por el daño de los espinos. Últimos alientos robados de su vida, corazones que laten acompasados ante su presencia, suaves murmullos que quedan rotos ante el sobresalto de una llamada, racheo de los pies costaleros..., frialdad de muerte, que el Salvador siente en sus huesos”

Cuando esta Hermandad hizo su primera salida procesional en el año 2000, tarde de jueves santo, la imagen de María Auxiliadora “reina de blancuras infinitas”, hizo que un barrio moderno, sin tradición cofrade, sintiera la emoción del ciclo de la pasión de Cristo, convirtiendo sus calles y avenidas en altar para venerar a la nueva Dolorosa Marteña. La Señora, salió acompañada del discípulo preferido, recibió el calor de la gente, percibió profundas sensaciones, pero su tristeza y aflicción era patente, Maria, abatida por el dolor quería estar cerca de su hijo, acompañarlo en ese camino penoso, así, decidió que sus costaleros, con el esfuerzo y voluntad demostrada, no consumaran en su totalidad el recorrido. Las fuerzas flaquearon y con gran sabiduría, entendido el mensaje, regresaron con Madre Auxiliadora, Ella, cumplió su deseo, no culminó la totalidad de la estación de penitencia, quería estar sola y rezar por su hijo.

En esta, su inicial salida procesional, la Virgen partió de su primera ermita, que fue la cochera de un domicilio particular, que se ofreció sin la menor duda, para servir a la Hermandad y brindar morada a la Madre de Dios en su humilde casa.

Años más tarde, con el paso del tiempo, esta cofradía que se va forjando y labrando, cumpliendo el deseo fundacional, adquiere la talla del Cristo del Amor Coronado de Espinas, obra de un maestro tallista, cofrade de la Hermandad. Con el fin de incorporarla al culto público y cortejo procesional, engrandeciendo así el mismo y por ende, nuestra semana de pasión.

No obstante, la junta de gobierno, entre la cual me encontraba y partiendo de la admiración comprobada durante la celebración de los Rosarios de la Aurora, en los que la belleza y grandeza de la Madre, se veía aumentada con la luz del día; tomó el acuerdo de trasladar la estación de penitencia a la matinal del Jueves Santo. Medida que muy bien supo profetizar el Hermano Mayor, manifestando que con esta decisión “santificábamos la mañana del Jueves Santo Marteño”.

“La vieja Tucci, ha estrenado en su barrio moderno la ilusión de un nuevo jueves santo. Sones de trompetas, clarines, tambores que suenan y lloran su triste lamento. En su paso, símbolo de amor inalterable, se alza la figura de Cristo. El sol luminoso parece cubrir sus morenos cabellos y un firmamento azul esclarecido, ¡¡entre varales de ensueño, perfume nuevo, mezcla de cera e incienso, la Virgen Auxiliadora, vence el nudo de la garganta y en su corazón afligido aguanta la pena que lleva dentro!!”.

INTERPRETACIÓN DE MARCHA “CARIDAD DEL GUADALQUIVIR”
Con mi padre (quién le tiene una gran devoción al Cristo), subía a la Plaza, cada noche de jueves santo a ver la salida de esta procesión de la COFRADÍA DEL CRISTO DE LA FE Y DEL CONSUELO. La oscuridad del entorno, el silencio reinante, la figura de la peña de fondo, toque acompasado y sobrio de las once campanadas del reloj, apertura puntual de las robustas puertas de la Real Iglesia Parroquial de Santa Marta, ruido de cadenas rozando el adoquinado suelo; eran, sin lugar a dudas, los rasgos más destacados que solían llamarme la atención; los mismos, que en la actualidad, cada noche de Jueves Santo, se dejan ver, oír y sentir, en el mismo escenario.

“Larguísimas filas de túnicas negras, ceñidas de esparto que avanzan por el entramado de las calles del casco viejo. En sus manos penitentes, un reguero de luz amarillenta, cortejo silente, negro, que camina y acompaña al Cristo de la Fe y del Consuelo”.

“Silencio: profundo, hondo, espeso..., Martos calla..., Silencio, que embriaga las calles, noche de luna clara, estrellas que del firmamento acompañan, despejando nubes y ofreciendo luz, a las oraciones que debajo de cada antifaz escapan...”  Hermandad señera marteña, cofradía del Cristo de la Fe y del Consuelo, cofradía que porta a Cristo muerto clavado en el madero, con el costado abierto, atravesado por la lanza verduga del romano Longinus: humanidad abatida, divinidad poderosa..., “¡¡porque en la cruz señor, tus heridas nos han curado, en la cruz señor, tu muerte nos trae la salvación, en la cruz señor, nos das la vida, en la cruz señor, con tu sangre, nos das el perdón!!”.

Corporación noble y antigua de esta ciudad, que después de diversos avatares históricos, supo remontar, evolucionar y adaptar sus reglas, carismas, actividades piadosas a las exigencias actuales y de relaciones humanas que se deben de dar en el seno de la misma y en el conjunto de las demás. Ha afianzado firmemente sus bases y es la más extensa tanto en número de hermanos y hermanas cofrades, así como de nazarenos que acompañan cada noche de jueves santo al Cristo Crucificado.

Al llegar al lugar llamado calvario lo crucificaron allí, era casi la hora de sexta, cerca del mediodía. La madera de la cruz era tosca y no cepillada, desnudaron al Señor, le dejaron tan solo un paño de pureza, subió a la cruz, clavada en su cabeza la corona de espinos y la espalda sangrante de los azotes, fue sujeto con tres clavos crueles..., un escalofrío de muerte se resiente y sacude su bendito cuerpo... “Paso de Cristo en la cruz, costaleros de negro que te portan, cruz calatrava roja en el pecho, música fúnebre, triste y afligida que la banda interpreta, sones que suenan a quejio de corneta, calle la Fuente, Huertas, ruido de cadenas, olor a cera, caras de espanto en los que te esperan, traen a Cristo, abatido y muerto en la cruz, como a un vulgar ladronzuelo”.

“¡¡Plaza de la Fuente Nueva, suena una saeta, una saeta que del rincón del silencio que impera, sale hecha cantar y oración abierta al Cristo de la Fe y del Consuelo!!”.

Calle Campiña y Real, serpenteante avanza el cortejo, lentamente te llevan quienes en sus hombros sienten el verdadero peso, el peso de una muerte injusta. Tu sombra se refleja distorsionada en las paredes blancas de las casas. Empinada cuesta que una vez culminada, desemboca en lo más alto del calvario, Plaza de la Constitución, Templo de Santa Marta, refugio convertido por unos días en sepulcro, casa de tu amiga Marta, ¡dónde mejor podría descansar tu maltratado y machacado cuerpo!.

“Llegada la hora, de madrugá, te contemplo, te observo, te miro fijamente, el aire se detiene y parpadea meciendo la llama de los cuatro cirios. En el suelo del monte de flores, claveles rojos y lirios morados que te arropan..., clamor y silencio, para el Cristo de la Fe y del Consuelo”.

VIERNES SANTO
Llegados a este momento, quisiera destacar el realce que el viernes santo de nuestra ciudad ha logrado, gracias al esfuerzo y unión de las distintas cofradías y hermandades, que durante la jornada, hacen estación de penitencia, convirtiéndolo en un referente cofrade dentro de nuestra semana de pasión, en un homenaje de Arte y Fe.

Pasadas las tinieblas de la noche, el cielo azul con nubes blancas de la mañana, nos trae la magnifica talla de NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO, perteneciente a la Cofradía de su mismo nombre, MARIA SANTISIMA DE LOS DOLORES Y MARIA MAGDALENA. El “señor con la cruz a cuestas”, como todos, desde pequeños, cariñosamente la conocemos. Figura, la de Nuestro Padre Jesús, que siempre me ha impresionado: suave expresión dramática, talla esbelta, fuerte.., mirada baja y fija, manos estilizadas, dedos que acogen el pesado madero.

Diez de la mañana, portones que apenas hace una horas cerraron, vuelven a abrir sus grandes banderas. En el interior todo esta listo y fuera la noticia ya es pública, se difunde por toda la ciudad. Todo el mundo sabe la sentencia dictada por el procurador romano. La gente se agolpa por la plaza y calles para ver pasar a Jesús Nazareno. Existe un gran alboroto y confusión. Será conducido hasta el lugar donde son ejecutados los malhechores y delincuentes.

Hacen sonar la trompeta, la trompeta de Juanillón, se inicia el desfile, Jesús, triste y caído avanza, sus costaleros hombres de pieles curtidas, intentan que su dolor durante el recorrido hacía el Gólgota, sea el menor posible, por ello, con gran sensibilidad, respeto, recogimiento y amor hacía Jesús, recorren imaginariamente, los mil trescientos veintiún pasos que dicen, aquellos que los han contado, existen desde el pretorio al sitio de las calaveras.

Las calles de nuestra ciudad, estrechas, recoletas, angostas, sirven de escenario idéntico a las de Jerusalén. Viernes Santo, día esclarecido, gente expectante se echa a las calles, unos opinan, comentan, admiten la sentencia, la contradicen... Entre tanto, Jesús, el Nazareno, avanza con su espalda torcida, curvada por el duro peso de la cruz. Ochenta kilos de madero que arrastra. Todo su cuerpo cubierto de heridas, sus pies descalzos, magullados, sus manos cortadas por las cuerdas con las que estaban atadas. Su cara ensangrentada y desfigurada, su cabello y barba saturados de sangre. Apenas puede caminar, su fortaleza esta completamente exhausta y cuando lo hace se acerca más hacía su muerte, tropieza, cae tres veces, vuelve a ser levantado rudamente, entonces, echan mano de un agricultor que venía del campo, llamado Simón de Cirene para que ayudara a Jesús a llevar su madero.

Bella imagen, la de Simón de Cirene, con la que cuenta esta Cofradía y que cada viernes de pasión acompaña a Nuestro Padre Jesús Nazareno. Personaje que en esta fascinante historia tiene su lugar, testigo fiel y hombre privilegiado al haber ayuda a Cristo, a llevar la cruz, aliviar sus fatigas y secar el sudor de su sacrificio.

“¡¡Cómo poder comparar mis pies con los tuyos, cansados, completamente destrozados. Cómo quejarme de mis pies fatigados.., cuando los tuyos desgarrados, extenuados, descalzos..., pisan y caminan firmemente por la tierra árida de mis pecados!!”

En esta magna procesión del Viernes Santo por la mañana, se integra la COFRADÍA DE SAN JUAN EVANGELISTA Y MARIA MAGDALENA. Juventud cuenta entre sus filas nazarenas. Humildad, entrega, sacrificio y trabajo bien hecho inspiran su lema; resultados que afloran cada año durante su estación de penitencia. Valentía decidida, arrojo sin cortapisas, esencia de su ser, veneración hacía dos imágenes que sus protagonistas buscaron incansablemente en Cristo, su amor y amistad. Iconografías que engrosan nuestra semana santa marteña y que con su contraste multicolor embellecen el sequito procesional del Viernes Santo.

Detrás de Jesús, le seguía una multitud de gentes, entre ellas un grupo de mujeres, valientes, decididas, entre las que se encontraba María Magdalena. De esta forma, valerosa, resuelta, es como esta Santa, es llevada la mañana del viernes santo por las calles de la ciudad tuccitana. Mujeres son quienes portan a esta fiel seguidora de Jesús, túnicas blancas y azul celeste, cortejo de niños y niñas que acompañan a sus madres y que el día de mañana, serán quienes recojan el testigo, asumiendo con ganas y fuerza la creencia revelada de cómo forjar el amor hacía unas imágenes y personajes de la pasión.

María Magdalena, sigue los pasos a Jesús Nazareno, sufre y llora. No quiere ver padecer de esa manera a quién tanto ha amado. ¡Ya le gustaría suavizar y cubrir el camino con sus cabellos para que esos benditos pies, que tiempo atrás seco, no sientan dolor y sufrimiento!.

Con un paso raudo, ágil y a la vez cadencioso, detrás de María de Magdala, aparece el apóstol más joven, el preferido, San Juan Evangelista, a quién el mismo Jesús, puso el sobrenombre de “hijo del trueno”. Viene a hombros de su cuadrilla de costaleros, en su devenir, se halla la intención clara de no perder de vista el camino de Cristo.

De tez morena, rasgos juveniles, lagrimas en sus mejillas, marcan la expresividad de su rostro. Brazo tendido, mano señalando a la Madre la vía dolorosa de su hijo hacía el calvario. Privilegio este y otros que el Señor quiso que tuviera.

San Juan Evangelista y María Magdalena, imágenes de esta cofradía antigua pero a la vez moderna, que con gran acierto han sabido trasladar a su conjunto nazareno el mensaje hermoso que sus titulares proclaman: amor incondicional a Cristo y al prójimo. Para ello, formación de sus cofrades, catequesis y convivencia de los más pequeños, caridad hermana, voluntades decididas y unánimes.

A una distancia prudencial, al medido balanceo del paso de sus costaleras, la celestial carroza de la Señora, irrumpe con la Madre, quién llora perturbada y conmovida. Es tan inmenso su tormento que hasta las estrellas fugaces de la noche anterior, bajan del cielo, quieren consolarla. Ríos de luz nazarena que acompañan al cortejo, sucumben para dar consuelo, a la Dolorosa de la mañana.

“Viene la madre de Jesús, triste y desolada, acompaña a su hijo en esta agonía. Viene María Santísima de los Dolores, descompuesta, pálida, sus ojos rojos de llorar, ¡¡siete lagrimas, siete dolores y en su pecho clavado, un puñal!!”.

Las calles se han convertido en altar para venerar a la Madre de Dios. Abatida por el padecimiento, saca fuerzas, implora al espíritu santo para que no la abandone y fortalezca, para poder seguir a Jesús durante el duro trayecto.

Mientras, allá arriba en el cielo, “¡¡entre nubes blancas y la luna aún visible color manzana, la Virgen hermosa aguanta y a su dolor asiste la sal necesaria para dar sabor y sentio, al llanto del gentío que apesadumbrado, quieren acompañarla!!”.

La Santísima Virgen María, guiada por Dios y por Él sostenida, arropada de aquellas mujeres y por las gentes amigas, sigue el camino, el vía crucis de la amargura indicado por el apóstol..., camino del monte calvario, camino que conduce a la muerte..., camino que Ella también quiere recorrer para morir, morir de sufrimiento, morir de amor... por su queridísimo hijo.

“Temblor musical de varales plateados, techo de palio cubierto de negro, bambalinas doradas, velas blancas encendidas y otras apagadas, flores claras. Belleza y singularidad de la Dolorosa, rostro por donde ruedan las lagrimas, llanto copioso, amargo, hondo que no reprime su tristeza. Pena, aflicción, padecimiento, tormento, angustia..., profundo pesar e insondables sentimientos que María Santísima de los Dolores acepta y cada una de las Vírgenes Marteñas, lloran a su manera”.

Emblemática cuesta de la calle Real, gran cariño te tengo, será porque allí me crié y en ti grandes recuerdos albergo. Serviste para mis juegos y entretenimientos infantiles, hoy al cabo del tiempo te contemplo y comparo cómo el último tramo de ascenso, hasta la colina del padecimiento. Las filas de nazarenos ante tu repecho se rinden y para las cuadrillas de costaleros representas un último y duro esfuerzo. Entrañable calle Real de San Fernando, en tu difícil orografía cobijo dabas a la que fue mi casa. En ella, se insertaba ese largo balcón que me valía de tribuna elevada, para poder ver más cerca las caras de Cristo y Vírgenes que desfilaban. Ese blanco pedestal, sirvió en numerosísimas ocasiones para que nuestras miradas se encontraran y, aunque habitualmente, en dicho tramo, siempre el capataz indica que se haga entero, todos los años, llegado el momento, girabas levemente la cabeza, nos entendíamos perfectamente, “porque los que se quieren, bien se hablan sin palabras”; bendecías mi casa y familia, continuabas despacio para arriba, tu sombra distorsionada se proyectaba en las fachadas vecinas, ya podía quedarme tranquilo Señor Jesucristo...; Aunque, verdaderamente en esos momentos, me hubiera gustado ser San Juan Evangelista, la Magdalena, el Cirineo, no sé quién realmente, pero alguien próximo, alguien cercano, alguien para poder ayudarte, alguien..., para aliviarte ese suplicio tan tortuoso.

Y Martos se tiñe de luto, Mater Dolorosa, delante yace tu hijo, Cristo muerto, inerte en la fría losa, cuerpo rendido por la dura agonía en la cruz. Tu dolor, oscurece el atardecer del Viernes Santo Tuccitano, convirtiendo el paisaje en un duelo que se prolonga durante toda la noche.

COFRADÍA DEL SANTO ENTIERRO, SAN JUAN EVANGELISTA Y MARIA STMA. DE LOS DOLORES, Cruz de guía de madera y alpaca plateada abre el desfile, portada por un gran hermano y amigo, al igual que todos los que visten la misma túnica e integran las filas nazarenas y van pregonando que creen en una hermandad. Personas anónimas que cubren sus rostros bajo el antifaz. Ese elemento que sirve para separar, aislar, vincular, unir..., durante la estación de penitencia.. callada, silenciosa, triste..., que ofrece el cortejo fúnebre de esta Cofradía del Santo Entierro de Cristo.

Era ya tarde, aquellos hombres pidieron permiso a la Madre para enterrar el cuerpo de Jesús. “En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo”. Aquel sepulcro era como una habitación o hueco cavado en la misma roca. Dentro había una especie de banco de piedra para depositar al que enterrarán. El huerto y el sepulcro eran de José de Arimatea. Así lo dice San Mateo “lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca” ¡Ay que ver! Hasta en su muerte fue Jesús pobre. Murió desnudo, tuvieron que buscarle la mortaja y el sepulcro, nada tuvo propio, sinembargo, no deja de ser paradójico y significativo que incluso el sepulcro no fuera suyo, porque en definitiva, Él no era de la muerte, tenia que dejar ese lugar y al tercer día resucitar.

“Cristo en su urna, claveles rojos de sangre..., Cuerpo que es portado solemnemente ante las miradas respetuosas de la muchedumbre. Lúgubres vaivenes, noche nublada de penas, música fúnebre que suena, tímida brisa que se enreda entre los azahares resentidos..., estela de dolor comprimido, reflejado en el maltrecho cadáver de Cristo”.

Desde muy pequeño he tenido gran respeto a esta cofradía y a todo lo que representa. En mis imágenes difusas y lejanas del ayer, figura el recuerdo del antiguo desfile procesional silente y rancio...; que recorría nuestras calles. Antes, está era la procesión oficial, a la cual asistía la Corporación Municipal en pleno y representación de todas las cofradías. El paso de Cristo en la urna, era escoltado por agentes de la Guardia Civil, de sus cuatro extremos, salían unas cintas que eran portadas y sujetadas por unos nazarenos. Los tronos iban a ruedas. Al frente, la figura de un cofrade inolvidable, gran luchador por esta cofradía, de oficio, barbero, para más señas.

Posiblemente en este fugaz recuerdo haya mezclado alguna etapa y momento, pero de esa niñez, esas son las imágenes que más se me representan: recuerdos, evocaciones, memorias de un ayer no muy lejano que hoy, son ya historia.

La figura de Cristo Yacente, cubierto con un paño de pureza, recostado sobre una sabana blanca, cabeza reclinada, cuerpo rígido, encogido, como consecuencia de la violenta posición en la cruz; depositado dentro del féretro de cristal, que protege el sueño frío de la muerte; trasmite un fuerte dramatismo y profundos sentimientos; sensaciones que se convierten en un silencio sereno, recogido, particular..., silencio mudo que pretende vencer el nudo de la garganta y convertir nuestros estremecimientos en oración callada, plegarias que emanan del corazón arrepentido de la multitud que... respetuosamente aguarda.

Escasos metros atrás, viene San Juan Evangelista, portado por un nutrido grupo de jóvenes costaleros, chicos fuertes, enérgicos, que con un paso ágil, gran facilidad y entusiasmo, hacen que parezca que al Apóstol, esta noche, le han prestado los pies. Porque no quieren perder la perspectiva con Cristo, porque no quieren que el Discípulo, deje de indicar a la Madre el triste camino, por donde llevan el cadáver de Jesús, de manera que, Ella, aún con la mirada vidriada, no pierda la visión con el cuerpo de su amantísimo hijo.

Esta cofradía, partiendo de una gran sencillez y elegancia, hay que reconocerle en su transcurrir todo tipo de meritos: de aquellos años dificultosos fue rescatada de un sendero poco probable, resurgida y aupada poco a poco a niveles más que meritorios. Han tenido una sucesión tranquila de Presidentes ó Hermanos Mayores, que han seguido unas mismas líneas de trabajo; dotándola de actividad, patrimonio y una gran cantera de cofrades. Cuentan entre sus filas con habilidosas manos de hombres y mujeres que bordan sabiamente delicados faldones, sayas, palios, mantos que son pura estela de reflejos, los cuales, todos, en conjunto, sirven para arropar con su resplandor, las imágenes titulares de su devoción.

Bajo el bello palio, María de los Dolores, transida por el sufrimiento llora lágrimas marianas. Lágrimas que se convierten en gotas de lluvia que por arte y magia llegan al gentío. Lágrimas que inundan la noche marteña más cerrada. Lágrimas intimas, profundas, desgarradas, mudas. Lágrimas divinas, humanas..., lágrimas que brotan del corazón destrozado de una madre..., ante el inmenso tormento que siente por la perdida de lo mas querido”.

Virgen de los Dolores, madre de Dios y madre nuestra, no sufras sola, busca consuelo en las mujeres amigas que en tan amargo trance te acompañan, ellas, también amaban a Jesús, por eso, en tan transcendentales momentos están contigo.

“Tarde grisácea de viernes santo, nazarenos que enfilan las calles buscando el Santuario, al igual que ellos yo también encaro el camino que lleva hasta tu descanso. Hoy vine, Cristo Yacente, a postrarme ante Tí, con mi cuerpo lleno de vergüenzas. Hoy vine aquí, con mis manos vacías, con mis soledades externas. Hoy vine, Cristo Yacente, a ponerme a tu lado y palpar tu cuerpo muerto, hoy llegué hasta Ti..., para hacer oración en tu misterio.

MADRUGA DEL VIERNES SANTO.
Estando aún en las arterías del pueblo, la Cofradía del Santo Entierro, de la Iglesia Trinitaria, inicia su estación de penitencia La Soledad. Última dolorosa del viernes santo que contempla la ciudad incendiada de penas. SERAFICA COFRADÍA DE MARIA SANTISIMA DE LA SOLEDAD, acciones, lamentaciones, tristezas,..., que tus penitentes quieren arrojar en la hoguera de las tres cruces, que en algún lugar del recorrido queman. Detrás de la imagen bendita de la madre, la cruz, desnuda y vacía: tristeza infinita, símbolo incompleto, signo de muerte y soledad, signo de oración recogida.

Cofradía reorganizada en 1981, por un buen número de jóvenes entusiastas que rescataron su vida olvidada de entre los tabiques y pasillos del convento trinitario. Con decisión, poco ajuar y mucho prestado, decidieron salir a la calle y hacer estación de penitencia, en la madrugada del viernes santo.

Traje de estatutos negro, corazón plateado en el pecho; numerosos los nazarenos que integran las ordenadas y respetuosas filas, sonido ronco de un tambor que acompaña y anuncia el paso sigiloso de la Santísima Virgen. Así resurgió de nuevo esta Hermandad, así la conocí y así me incorpore a sus seráficas filas. En su seno aprendí mucho del amplio significado de cofradía y de semana santa: convivencia, armonía, caridad; durante un tiempo en la misma desempeñé mi primer cargo en junta de gobierno, a raíz de ese momento me bautice cofrade y asumí el compromiso semana santero.

Muchos e intensísimos momentos de encuentro y oración vividos bajo el antifaz negro, numerosísimos instantes de desconexión y recogimiento, mirada fija a la gente que te contempla y respeta tu silencio. Solo hablan los ojos, anónima mirada que queda suspendida en el aire y prosigue en el tiempo. Dedos cerrados y rígidos que envuelven el cirio humeante e ilumina el libido rostro de las gentes ante el mundo. En sus caras, se adivina una gran pena, un gran dolor, se presiente la Soledad.

“Sola, sola con los que la amaban, ya no hay sayones, ni legiones romanas, ni multitudes enaltecidas, ni sacerdotes justicieros..., Solo hay dolor, muerte y soledad. María a los pies de la cruz, sola, muestra su dolor y gran desconsuelo. Sola, abandonada, con las manos juntas y la mirada fija en el suelo. Sus ojos, arrasados por lagrimas que resbalan por sus mejillas, gotas de agua bendita, que recalan en el puñal... que atraviesa su corazón”.

Sobriedad, sencillez, carisma, rígido cumplimiento de formas y tradiciones, elegancia franciscana, marcan la diferencian y hacen de esta Cofradía que los días añorados de la conmemoración de la pasión de Jesucristo, tengan verdadero sentido para cuantos creemos en Él y proclamamos el Reino de Amor y Justicia.

“Madrugá oscura, cerrada y fría, el sonido del ronco tambor se calla, calle San Bartolomé, suena una marcha, los guardianes del monte calvario te la dedican. Prosigues hacía arriba, estrechez de la calle Adarves, ya estamos llegando al Templo, lugar destinado para que descanses. Tus nazarenos rodilla en tierra, te despiden y rezan. Un año más, hemos acompañado a la Madre, un año más estamos con Ella, ruega ante tu hijo, madre Santísima de la Soledad, que cuando llegue la hora de la resurrección nos proteja”.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN.
Sin quererlo y a la vez ansiándolo mucho, llega el Domingo de Resurrección, COFRADÍA DE JESÚS RESUCITADO Y MARIA SANTISIMA DE LA ESPERANZA, estrellas de la mañana, que suponen un estallido multicolor de un barrio castizo, que arropa a Cristo Resucitado Redentor y a Maria Santísima de la Esperanza.

“Blanco y sugerente palomar, señor de la divina majestad, sublime sabiduría. Cristo Resucitado, salido de las tinieblas y triunfante ante la vida. Rostro bello de mujer, que toma una dimensión distinta y propia, en los ojos verdes, de María Santísima de la Esperanza”.

Disparo ruidoso de cohetes, sones ensordecedores de las bandas, la música hoy cambia de ritmo, deja atrás el triste lamento de corneta, para convertirse en notas, acordes y melodías distintas, más alegres, que agitan las fuerzas de los veteranos costaleros de Jesús y María, ¡a un toque, dos, tres, arriba con fuerza, Cristo a la Gloria!, gran gozo de la resurrección, al que murió en la cruz por nuestros pecados, Dios lo resucito y la muerte ha sido vencida por la vida.


El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinaron el rostro a tierra, les dijeron: “¿por qué buscáis entre los muertos al que esta vivo?. No está aquí, ¡ha resucitado!

Esta cincuentenaria cofradía, fue la primera que me acogió entre sus filas vistiendo el hábito nazareno. Era niño, pero recuerdo muy bien, la ilusión que le hacía a mi madre el que saliera de nazareno, con mi túnica de raso blanco bien planchada, en esta procesión tan resplandeciente de la mañana clara y soleada del domingo de resurrección. Los niños y niñas íbamos a la cabeza de procesión (como hoy también ocurre), pero para que no nos dispersáramos andábamos cogidos por las famosas anillas metidas en el dedo ¿os acordáis?. Igualmente, entre tanta chiquillería, resultaba habitual que a alguno se le presentará ganas de hacer sus necesidades (situación que hoy también sucede), y entonces, el encargado de fila, tenia que arremangar la túnica y procurar con buen tiento que la urgencia fuera satisfecha. Hago mención a estas anécdotas porque las recuerdo perfectamente, como si las estuviera viviendo, es más, en esta última, hasta podría deciros el lugar exacto de la ocurrencia.

Años a la espalda de semanas santas pasadas, días vividos de niño, adolescente, joven y adulto, con diferente grado de conciencia y compromiso con respecto a lo que representa y su propia celebración apareja. Idas y venidas por los rincones de nuestras calles, conocimiento de otras semanas de pasión en diferentes lugares y localidades, jornadas de reflexión en convivencias juveniles y retiros, distintos momentos, diferentes sensaciones..., pero nunca, alejado de vivir y experimentar profundos sentimientos cristianos y cofrades.
Calle Triana, Ermita de Santa Lucia, se visten de sus mejores galas, para recibir en la mañana esclarecida, la impresionante imagen de Jesús Resucitado, que se enaltece para comunicarnos la buena nueva, hacernos partícipes de su triunfo sobre la muerte y el pecado.

¡Cristo ha resucitado!, que lo sepa toda la gente, aquellos y nosotros, los que ajusticiamos y condenamos, que se entere todo el mundo, que su reino no tendrá fin, ¡Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre!, Cristo Resucitado, esta es la fe de la iglesia, ésta es la esperanza que alienta, ilumina y mantiene la vida y el testimonio que confesamos.
INTERPRETACIÓN DE MUSICA “LA VIDA ES BELLA”

Recorrido glorioso el que hace esta Cofradía, nazarenos pequeños y grandes, mujeres ataviadas de mantilla, representaciones de las demás cofradías que han precedido en estos días, calles y acerados llenos de personas que se han echado a la carrera, para ver la imagen más triunfante de la semana santa marteña: ¡Jesús victorioso y resucitado de entre los muertos!.

“Con cara rejuvenecida y más bella que nunca, viene María de la Esperanza, vivo resplandor del cielo de la mañana, que con un paso jubiloso y animado, camina y corre, para alcanzar a su hijo, camina y corre, repartiendo la brisa de su gracia, camina y corre, para anunciarnos a todos, la más sublime de las noticias esperadas: ¡Jesús, su único y queridísimo hijo, ha resucitado! ¡Qué se alegren las gentes, que suenen las campanas, Cristo Vive!”.

“El trono de la Virgen, bien arreglado, color verde esperanza, alas de viento y plata, se ha convertido en mariposa que revolotea alegre entre balcones, terrazas y espadañas, llevando sobre él a Maria, y es que hoy, estando contigo, teniéndote de frente, viviendo tu alegría, solo te puedo decir: que “el corazón se me para cuando te miro a la cara, Señora de la Esperanza”.

Plaza de la Fuente Nueva, frente a frente, cara a cara, te encuentras con tu hijo y tus ojos vivos, cansados aún de tanto llorar, al fin los veo sonreír. Entre vuestras miradas se cruzan unas palomas, liberadas y elevadas al cielo, símbolo de paz y pureza, para que vayan anunciando a todos los lugares de la tierra el gran acontecimiento vivido: ¡hoy el Señor Resucito!, sea nuestra alegría y gozo.

Calle Campiña, Real y Plaza de la Constitución, el cansancio se deja ver entre los costaleros, pero casas hermanas, abren sus puertas para reponer suficientes fuerzas y llegar a la Plazoleta de San Amador, último tramo que será testigo de ese golpe de campana, que fijará la chicota final y significará que la Semana Santa Marteña, finalizó.
He dicho.

AGRADECIMIENTO:
Agrupación Musical Maestro Soler, por el esfuerzo en interpretar la banda sonora de la “la vida es bella”, ya que han tenido que prepararla en muy poco tiempo, pues no estaba en su repertorio.

A la maestra de ceremonias Fátima Fernández por su buen hacer.

DEDICATORIA:
“Quisiera dedicar el trabajo impregnado en este pregón a:

- mi esposa e hijos, que han soportado en muchos momentos mis ausencias.

- a mis padres y suegros que han cubierto mis huecos

- a mi amiga fiel correctora de texto por sus consejos

- a todos los cofrades que durante este último año me han confortado con sus palabras de aliento y animo.

- a todos aquellos y aquellas cofrades que nos han abandonado durante el transcurso de este año, habiendo sido muchos y muchas y muy buenos.

- pero, sobre todo, a uno en particular, gran persona, padre y cofrade, que desde el cielo nos estará contemplando, quién fue, mi tío Manolo, Manolo el del Mónaco.”


El pregonero