DISCURSO INSTITUCIONAL CON MOTIVO DEL DÍA DE ANDALUCÍA

Celebramos hoy el 35º aniversario del 28-F, el día en que el pueblo andaluz manifestó en referéndum su voluntad de autonomía plena en el marco de la Constitución Española. Andalucía ha sido la única Comunidad Autónoma que ha tenido esa doble fuente de legitimidad la Constitución y el refrendo popular; ello, como dice el Preámbulo de nuestro Estatuto de Autonomía “le otorga una identidad propia y una posición incontestable en la configuración territorial del Estado”.

De ese hecho derivó una especial responsabilidad; al conquistar su derecho a la autonomía política, Andalucía abrió la puerta para que las restantes CCAA la alcanzaran en un breve plazo de tiempo, proporcionando un impulso generalizador e integrador al artículo 2 de nuestra Constitución. Dicho con otras palabras: frente a quienes pretendían reservar la plena autonomía para algunos pocos territorios, Andalucía la conquistó para sí y para todos quienes voluntariamente la quisieran.

Aquel proceso fue largo y difícil, un milagro posible, como diría Plácido Fernández el día 4 de diciembre de 1978, al firmar el Pacto de Antequera: “Un milagro de racionalidad y autenticidad al mismo tiempo. Una operación, en efecto histórica, que podremos reducir a cenizas, podremos ser escarnecidos por el pueblo de Andalucía, si en efecto situamos la controversia donde debe estar la unidad o pretendemos disfrazar de unidad, lo que debe estar cargado de pluralismo”. Toda una lección para nuestro tiempo.

Autonomía y solidaridad, ése es el binomio de valores que ha marcado desde el comienzo nuestra andadura autonómica y cada uno de los hitos que hemos ido recorriendo en estos 35 años. Es ese un binomio que forma parte de nuestra identidad en la España de 2015, y al que nunca debemos ni podemos renunciar. Somos depositarios de toda esa inmensa legitimidad, de todo ese enorme caudal de confianza que ya antes, desde el 4 de diciembre de 1977, el pueblo andaluz manifestó democráticamente más allá de siglas y de ideologías.

En aquel difícil proceso autonómico tuvieron un papel esencial los Ayuntamientos. Fueron ellos, los que, canalizando las aspiraciones de sus vecinos, adoptaron acuerdos plenarios para poner en marcha la iniciativa autonómica prevista en la Constitución. Son ellos, los Ayuntamientos, hoy como entonces, quienes más cerca están de los problemas de la ciudadanía a pesar de las nuevas dificultades que encuentran.

Al comienzo de este año hay indicios de que se está superando la crisis; esto supondrá la recuperación de nuestra economía; todos, instituciones, agentes económicos y sociales y el conjunto de la población debemos de hacer lo posible para que 2015 signifique efectivamente un cambio de ciclo para que podamos decir que lo peor ha pasado. 

Pero ese esfuerzo conjunto debe estar orientado a que la recuperación económica llegue real y efectivamente a todos y todas, y especialmente a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Eso significa, ante todo, que nuestro primer objetivo debe ser poner las condiciones para que nuestra economía cree empleo, consiguiendo que nuevas empresas se asienten en el polígono industrial.

No hay otra meta más importante, y a ella deben dedicarse todos nuestros esfuerzos, favoreciendo un clima de solvencia y confianza para la inversión, habilitando agilidad, transparencia y seguridad jurídica en la relación de la administración con los emprendedores, poniendo en carga todos nuestros activos, desde el capital físico y humano hasta el intangible de la investigación e innovación, que tiene claros referentes en nuestras empresas, dando pasos a la vez hacia un modelo productivo más competitivo y sostenible.

La crisis económica y sus graves consecuencias fracturan la cohesión imprescindible de una sociedad moderna y provocan la desafección ciudadana hacia la política, disminuyendo la confianza en las instituciones democráticas y hacia los partidos, de los que esperan soluciones a sus problemas.

Los ciudadanos perciben a sus políticos alejados de la realidad, más pendientes de sus enfrentamientos que de resolver sus problemas. Esa percepción cambiará si centramos nuestros esfuerzos en la búsqueda de mecanismos para atajar los casos de corrupción, en lugar de dedicarnos a echarlos en cara unos a otros.

Porque, lo que los ciudadanos y ciudadanas menosprecian no es la Política, sino unas formas de hacer política que no conectan ni con sus necesidades ni con sus deseos. Necesitan política desde la cercanía, la sencillez y la ejemplaridad; y desean la política desde la participación, no desde la imposición, desde el diálogo, no desde el enfrentamiento.

Son esas formas, pues, las que habrán de cambiar; aquí, en las instituciones, y también en las organizaciones políticas; en ello debemos empeñarnos todos. La sociedad ha cambiado: debemos cambiar nosotros para representarla.

Reivindicar la política con mayúsculas es reivindicar el único instrumento de que dispone la ciudadanía para hacer frente a sus problemas y mejorar su vida; mucho más en estos tiempos en que se toman decisiones que afectan a la vida de millones de personas, la política es quien le da el poder a los ciudadanos, quien únicamente garantiza lo común y el interés general frente los egoísmos individualistas.

Andalucía siempre ha tenido una visión solidaria de nuestro modelo territorial, un modelo que se fundamenta en el reconocimiento de la autonomía sobre la base del principio de igualdad. Por eso, ahora que se acentúan las tensiones que cuestionan el modelo de organización territorial de España, es necesario que la voz de Andalucía se alce con claridad.

Desde Andalucía defendemos la España constitucional, la que reconoce las singularidades históricas, culturales y sociales de las CCAA, la que garantiza unos techos competenciales comparables a los Estados más descentralizados de nuestro entorno, la que ha permitido 35 años de convivencia aceptable entre los españoles de Andalucía y los de Galicia, y los de Cataluña, y los de Euskadi, y los de cualquier territorio.

El Estado social y democrático de derecho que consagra el artículo 1 de nuestra Constitución y el Estado autonómico que reconoce el artículo 2 de la Carta Magna son dos caras de una misma moneda. Quienes ponen en cuestión a uno están cuestionando en realidad al otro, porque son la misma cosa.

Andalucía dispone hoy de un gran instrumento para salir adelante, que es la sociedad andaluza. Una sociedad compleja, dinámica, , una sociedad inconformista y crítica, con espíritu creativo. Una sociedad que se crece en la dificultad, que siente orgullo de Andalucía, y que confía en sí misma. Una sociedad que sabe lo que quiere, que lucha por conseguirlo, y que espera que todos estemos a su altura.

Por eso, cada uno debe poner lo mejor de sí. Las Instituciones, los Ayuntamientos, los partidos políticos, los empresarios y las empresarias, los trabajadores y las trabajadores, los movimientos sociales, las mujeres, los hombres, los mayores, los jóvenes, los medios de comunicación, los empleados públicos, los estudiantes, los autónomos, los profesionales. Es toda Andalucía la que debe unirse en un solo afán, con ilusión y confianza, como hace 35 años.

Hoy es un día de fiesta para toda Andalucía. Quiero unirme en nombre de todos nosotros a las celebraciones que miles de familias, de ciudadanos y ciudadanas, están llevando a cabo por nuestra geografía. Su alegría, su pasión, su esfuerzo por mejorar su vida, su ambición de ganar un futuro mejor para sus hijos, es la nuestra. Por todo ello: ¡Felicidades, Andalucía! ¡Viva Andalucía!